La Teoría de los
Tres Mundos
Prólogo
El «Diario
del Pueblo» de Pekín publicó el primero
de Noviembre de este año un extenso artículo
con el siguiente título: La Teoría del Presidente
Mao sobre los tres mundos constituye una gran contribución
al marxismo-leninismo». En él se dá
una respuesta sistemática a las dos preguntas claves
con las que se enfrenta el proletariado revolucionario
a nivel internacional: ¿Quiénes son nuestros
principales enemigos? ¿Cuáles son las fuerzas
unibles contra ellos?
Hemos juzgado
muy conveniente que el texto de este artículo constituyera
el segundo número de los «Cuadernos de marxismo-leninismo».
Y ello por varias razones. La actual situación
del mundo es presentada de forma deliberadamente confusa
por los medios de comunicación de las burguesías
monopolistas. Mucha gente de nuestro pueblo, incluso muchos
revolucionarios y obreros conscientes, se sienten perplejos
ante los acontecimientos internacionales, no saben ¿con
qué carta quedarse?
Respecto a los
Estados Unidos no hay dudas. Sus criminales intervenciones
en Vietnam, en Camboya, en Chile, etc., los han desenmascarado
sobradamente como una fuerza imperialista, agresora y
explotadora, como un enemigo de los pueblos. Es la llamada
«cuestión chino-soviética» ante
la que muchos revolucionarios y obreros conscientes se
sienten confundidos. Tanto China como la URSS se llaman
a sí mismos países socialistas y dicen hablar
en nombre de los intereses de la clase obrera de todo
el mundo. Sin embargo toman posiciones opuestas ante la
mayor parte de los acontecimientos y se denuncian mutuamente
como centros de agresión y focos de guerra. ¿Por
qué?
Los órganos
de expresión de las burguesías bajo tutela
de EE.UU. presentan la «cuestión chino-soviética»
fundamentalmente, como un problema de geopolítica
«Pekín se enfrenta a Moscú –dicen–
por razones evidentes, siempre dos estados vecinos fuertes,
acaban por chocar. Debajo de la disputa entre Moscú
y Pekín no hay más que el eterno conflicto
territorial entre los zares y los emperadores chinos».
La idea que difunden es bien clara: «El internacionalismo
proletario es pura palabrería, siempre han privado
y siempre privarán sobre cualquier doctrina los
intereses egoistas de cada Estado. Lo demás son
fantasías propias de fanáticos o de ingenuos».
Así intentan desalentar y desorientar a la clase
obrera de todos los países.
La versión
de la URSS, y de los órganos de expresión
influenciados por ella, es similar: «China está
gobernada por una camarilla nacionalista que antepone
los intereses del estado chino a los intereses generales
del proletariado mundial; esto les ha llevado a una alianza
contra natura con el imperialismo americano». Es
de notar que una y otra «explicación»
tienen un punto en común, ninguna explica el problema
en términos marxista-leninistas, en términos
de clase y de lucha de clases. El texto que publicamos
aventa estas cortinas de humo; las reduce a lo que son,
afeites con los que el imperialismo, los imperialismos,
pretenden ocultar su cadavérica faz.
En primer lugar
fundamenta, partiendo del marxismo-leninismo, como la
«teoría de los tres mundos» es una
síntesis científica de la realidad objetiva
de la actual lucha de clases a escala mundial. Así
mismo explica, breve pero diáfanamente, el proceso
de restauración del capitalismo en la Unión
Soviética y su transformación en una potencia
socialimperialista. Analiza cómo este acontecimiento,
junto con la desintegración del campo bajo la hegemonía
del imperialismo yanki ha alterado toda la situación
mundial, dando origen a «los tres mundos».
El primero, formado por las dos superpotencias, USA y
URSS. El segundo, formado por los países capitalistas
que las dos superpotencias controlan o tratan de controlar,
países europeos, Canadá, Japón, Australia,
etc. Y el tercero, formado por los países coloniales
y semicoloniales de Asia, África y América
latina.
El principal enemigo
de todos los pueblos del mundo son las dos superpotencias,
de ellos el más peligroso es la URSS. Su mútua
y enloquecida disputa por la hegemonía del mundo,
conduce inevitablemente a la III Guerra Mundial. La fuerza
principal de la lucha contra el hegemonismo y el imperialismo,
la constituyen los países y los pueblos del tercer
mundo. Los países del segundo mundo son fuerzas
unibles en !a lucha antihegemonista ya que, si bien hacen
todo lo posible por mantener su explotación y su
control sobre los países del tercer mundo, a su
vez sufren la intervención, el control y el atropello
de las dos superpotencias. La clase obrera de los países
del segundo mundo, al tiempo que lucha contra la opresión
y explotación de la burguesía monopolista
de su país, tiene que levantar la bandera de la
independencia nacional y colocarse en primera fila de
la lucha antihegemonista. Formar un Frente Único
lo más amplio posible contra las dos superpotencias
es la política revolucionaria que corresponde a
los intereses del proletariado internacional. Únicamente
a través de ella es posible aplazar el estallido
de la III Guerra Mundial que, inevitablemente, las dos
superpotencias van a desencadenar, y conseguir que los
países y los pueblos del mundo estén., cuando
esto ocurra, en las condiciones más favorables
posibles.
Esta es la respuesta
que dá el Partido Comunista de China a esas dos
preguntas claves ¿Quiénes son hoy los principales
enemigos del proletariado internacional? ¿Cuáles
son las fuerzas unibles contra ellos? Respuesta que señala
una clara línea de actuación a la clase
obrera del mundo.
Redacción
de «Arma del Pueblo» Enero, 1978.
LA DIFERENCIACION DE LOS TRES MUNDOS ES UNA TESIS CIENTIFICA
SOBRE LA ACTUAL SITUACION MUNDIAL
La teoría
del Presidente Mao sobre los tres mundos, síntesis
científica de la realidad objetiva de la actual
lucha de clases a escala mundial, es continuación,
defensa y desarrollo de las tesis fundamentales del marxismo-leninismo.
En febrero de
1974, en conversación sostenida con un dirigente
de un país del tercer mundo, el Presidente Mao
dijo: «A mi juicio, los EE.UU. y la Unión
Soviética constituyen el primer mundo; fuerzas
intermedias como el Japón, Europa y Canadá
integran el segundo mundo, y nosotros formamos parte del
tercero». «El tercer mundo comprende una gran
población» Toda Asia, excepto Japón,
pertenece al tercer mundo; África entera pertenece
también a éste, e igualmente América
Latina».
Esta diferenciación
es una tesis científica que se desprende del análisis
del desarrollo de las diversas contradicciones fundamentales
del mundo contemporáneo y de los cambios operados
en ellas, análisis basado en la teoría de
Lenin acerca de que nuestra época es la época
del imperialismo y la revolución proletaria, en
su teoría sobre el desarrollo desigual del imperialismo
y la inevitabilidad de que los países imperialistas
recurran a la guerra para repartirse de nuevo el mundo
y finalmente, en su teoría según la cual
el imperialismo trae como consecuencia la división
del mundo entero en naciones opresoras y naciones oprimidas,
con el proletariado internacional luchando al lado de
estas últimas.
Para tener una
correcta comprensión de la teoría del Presidente
Mao sobre los tres mundos, debemos conocer los fenómenos
políticos internacionales de nuestra época
haciendo uso del materialismo dialéctico y partiendo
de la realidad y no de los conceptos y, tal como lo señalaron
Lenin y Stalin al tratar de la relación entre la
cuestión nacional y la internacional, debemos hacerlo
«en una escala mundial, y no aisladamente»,
«no desde el punto de vista de la democracia formal,
sino desde el punto de vista de los resultados prácticos
dentro del balance general de la lucha contra el imperialismo».
Aparentemente,
la diferenciación del Presidente Mao de los tres
mundos sólo concierne a las actuales relaciones
entre Estados y entre naciones; pero, de lo que en el
fondo se trata es precisamente de la cuestión clave
de la lucha de clases de hoy en el plano mundial. La lucha
nacional es, en último término, un problema
de lucha de clases. Lo mismo ocurre con las relaciones
entre Estados. Las relaciones entre Estados y naciones,
que tiene como base las relaciones de clases, son muy
complejas y están interconectadas. Si abordamos
los problemas de manera abstracta y aislada, conforme
al método idealista y metafísico, en vez
de analizar en forma concreta los problemas concretos
partiendo del conjunto de la lucha de clases internacional
y teniendo en cuenta el tiempo, el lugar y las circunstancias,
no sería muy difícil juzgar correctamente
los fenómenos políticos en el plano internacional
y diferenciar correctamente las fuerzas políticas
del mundo.
Los marxista-leninistas
se adhieren conforme e invariablemente a la posición
del proletariado internacional, defienden con perseverancia
los intereses generales de los pueblos revolucionarios
del mundo en la lucha de clases internacional y persisten
siempre en el programa máximo, que supone la sustitución
del sistema capitalista por el comunista. Sin embargo,
la situación de esta lucha es intrincada y diversa.
La burguesía internacional jamás ha sido
ni puede ser trasnacional, ha conocido una división
tras otra debido a una influencia de las clases ajenas.
Al desplegar la lucha en el plano internacional, el proletariado
debe, según las posibilidades y las necesidades
de diferentes periodos históricos, unirse con todas
las personas unibles a fín de contribuir a desarrollar
las fuerzas progresistas, ganarse a las intermedias y
aislar a las recalcitrantes. Por consiguiente nunca es
posible elaborar una fórmula inmutable para la
división de las fuerzas políticas del mundo,
vale decir, para la determinación de las relaciones
entre nosotros -el proletariado-, los amigos y los enemigos
en la lucha de clases internacional.
En 1921, después
de la aparición del primer país socialista
en el mundo, al hablar de las dos modalidades diplomáticas,
la burguesa y la proletaria, Lenin dijo: «...en
la actualidad existen dos mundos: el viejo, el capitalismo...
y el nuevo mundo en ascenso...». En 1919, Stalin
dijo: «El mundo se ha dividido resuelta e irrevocablemente
en dos campos: el campo del imperialismo y el campo del
socialismo». Esta tesis reflejaba, desde luego,
las nuevas contradicciones fundamentales aparecidas en
el mundo a continuación de la Revolución
de Octubre. Sin embargo, Lenin y Stalin nunca consideraron
que no existieran otras contradicciones fundamentales
en el mundo y que fuera imposible otra clasificación
de las fuerzas políticas mundiales. Veamos. En
1920, en su informe sobre la cuestión nacional
y colonial ante el II Congreso de la Internacional Comunista,
Lenin dijo: «El rasgo característico del
imperialismo consiste en que,... todo el mundo se divide
actualmente en un gran número de pueblos oprimídos
y en un número insignificante de pueblos opresores,
que disponen de colosales riquezas y de gran fuerza militar».
A1 abordar la cuestión nacional en Los fundamentos
del leninismo, obra escrita en 1924, Stalin afirmó:
«El mundo está dividido en dos campos el
que forman un pequeño puñado de naciones
civilizadas, que poseen el capital financiero y explotan
a la inmensa mayoría de la población del
planeta, y el campo de los pueblos oprimidos y explotados
de las colonias y de los paises dependientes, que forman
esta mayoría». Esta tesis reflejaba la existencia
de otro tipo de contradicciones fundamentales en el mundo.
Estas dos clasificaciones hechas por Lenin y por Stalin
son correctas sin duda alguna, y la diferencia entre la
una y la otra reside únicamente en el punto de
atención. A1 presentarse la necesidad de hacer
una clasificación integral y específica
de las fuerzas políticas mundiales en un determinado
período de tiempo, Lenin y Stalin efectuaron una
investigación general de las diversas contradicciones
fundamentales del mundo.
E1 paso del sistema
capitalista al socialista en escala mundial cubre un largo
y zigzagueante proceso lleno de complejas luchas y, en
los diferentes períodos de este proceso, se producen
necesariamente distintos reagrupamientos dentro de las
fuerzas políticas mundiales. Es en función
de la realidad objetiva de la lucha de clases a nivel
mundial como el proletariado debe diferenciar las fuerzas
políticas mundiales y, sobre esta base, determinar
la estrategia y la táctica a seguir en la lucha
de clases. En esta oportunidad, en bien de nuestra comprensión
de la teoría sobre los tres mundos, no dejaría
de ser instructivo echar una mirada retrospectiva a algunos
antecedentes históricos de la forma como Marx,
Engels, Lenin, Stalin y el Presidente Mao diferenciaron
las fuerzas políticas del mundo.
A1 examinar la
cuestión de la lucha de clases de diversos países
en su tiempo, Marx y Engels siempre partían de
la situación general de toda Europa y del mundo
entero, aunque sus actividades revolucionarias se realizaron
principalmente en Europa Occidental. Ellos, por primera
vez en la historia, lanzaron el gran llamamiento: «¡Proletarios
de todos los países. uníos!», al tiempo
que indicaron los inseparables vínculos que ligaban
la causa del proletariado internacional con la lucha liberadora
de las naciones oprimidas. Engels dijo: «Una nación
no puede hacerse libre mientras continúe oprimiendo
a otras naciones. Por tanto, la liberación de Alemania
no puede realizarse sin que se efectúe la liberación
de Polonia de la opresión por parte de los alemanes».
Marx dijo: Después de ocuparme durante largos años
del problema irlandés, he llegado a la conclusión
de que el golpe decisivo a las clases dominantes de Inglaterra
(ese golpe es de significado decisivo para el movimiento
obrero del mundo entero) puede ser asestado no en Inglaterra,
sino solamente en Irlanda». Marx y Engels prestaron
gran atención no solamente a la lucha por la independencia
de naciones europeas como Polonia e Irlanda, sino también
a la lucha por la independencia de China, India y otros
países situados lejos de Europa. Siempre enfocaron
el movimiento nacional concreto y las diversas fuerzas
políticas desde el punto de vista de los intereses
generales del proletariado internacional. Por ejemplo,
tal como lo indicó Lenin, «Marx defendía
la independencia de Polonia desde el punto de vista de
los intereses de la democracia europea, en su lucha contra
la fuerza y la influencia–podríamos decir
fuerza todopoderosa y dominante influencia reaccionaria–del
zarismo». Engels dijo que uno de los méritos
de Marx consistía precisamente en que fue él
quien, antes que nadie, señaló en 1948 y,
en adelante, subrayó más de una vez que,
como el imperio ruso zarista constituía el bastión
principal de las fuerzas reaccionarias de Europa, como
venía abrigando ambiciones expansionistas respecto
de Europa y buscaba hacer imposible el triunfo del proletariado
europeo, «el partido obrero de Europa Occidental
se ve obligado a librar una guerra de vida o muerte con
el zarismo ruso». Hasta los últimos años
de su vida, Marx y Engels tomaron constantemente el oponerse
resueltamente o no a la política de agresión
del imperio ruso zarista de aquel entonces como línea
de demarcación para diferenciar las fuerzas políticas
de Europa y juzgar si un movimiento nacional europeo debía
ser respaldado o no por el proletariado internacional.
Obviamente, al proceder así, no sólo no
estaban echando al olvido la lucha de clases en el plano
internacional, sino que, por el contrario, estaban velando
por los intereses fundamentales del proletariado en esta
lucha. ¿Qué debemos aprender de Marx y Engels
en este terreno? Por lo menos lo siguiente: Primero, debemos,
como Marx y Engels, saludar calurosamente el oleaje de
la gran revolución nacional, que atrae hoy día
a todos los países oprimidos y estremece el mundo
entero, y considerarlo como premisa importante y segura
garantía para la victoria del proletariado internacional;
y segundo, al igual que Marx y Engels, prestar atención
constante a las contradicciones entre los paises capitalistas
y a la identificación del enemigo principal del
movimiento obrero internacional y librar una lucha resuelta
contra los bastiones principales de la reacción
mundial en los momentos actuales el socialimperialismo
soviético y el imperialismo norteamericano.
Lenin fue, en
la historia, el primero en señalar que el mundo
había entrado en la época del imperialismo
y de la revolución proletaria, el primero en considerar
la lucha antiimperialista de las naciones oprimidas como
parte integrante del movimiento socialista del proletariado
mundial, formulando la orientación estratégica
de «Proletarios y naciones oprimidas de todo el
mundo, unios». Ya en 1913, en su artículo
«Vicisitudes históricas de la doctrina de
C. Marx», escribió: «Aún no
se habían cansado los oportunistas de ensalzar
la paz social y la posibilidad de evitar las tormentas
bajo la democraacia, cuando se abrió en Asia una
nueva fuente de formidables tormentas mundiales. A la
revolución rusa siguieron las revoluciones turca,
persa y china. Hoy atravesamos precisamente la época
de esas tormentas y de su repercusión en Europa».
En 1916, al tratar
de la relación entre el movimiento revolucionario
del proletariado internacional y el de las naciones oprimidas,
escribió: «La revolución social no
puede advenir sino en la forma de un periodo en el cual
la guerra civil del proletariado contra la burguesía
en los paises avanzados se une a toda una serie de movimientos
democráticos y revolucionarios, comprendidos los
movimientos de liberación nacional de las naciones
poco desarrolladas, atrasadas y oprimidas». Estos
puntos de vista de Lenin conservan su validez hasta la
fecha.
Después
de la Revolución de Octubre y el término
de la Primera Guerra Mundial, Lenin hizo en 1920 el «Informe
sobre la situación internacional y las tareas fundamentales
de la Internacional Comunista» ante su II Congreso.
En el informe, dividió con claridad en tres categorías
los países del mundo, que entonces contaban con
una población total de 1.750 millones de habitantes,
y tomó esta división como punto básico
de partida para determinar la estrategia y las tácticas
del proletariado internacional. Dijo: «Este es a
grandes rasgos el cuadro del mundo, tal como se vé
luego de la guerra imperialista. Mil doscientos cincuenta
millones de habitantes de las colonias, oprimidos –países
desmernbrados como Persia, Turquia y China; países
vencidos y reducidos a una situación colonial.
(Por estos últimos Lenin se refería al Imperio
Austro-húngaro, Alemania y Bulgaria, así
como a la Rusia soviética, igualmente sumida por
la guerra «en una situación equivalente a
la colonial»– (Nota del Editor) No más
de doscientos cincuenta millones habitan en los países
que se han mantenido en la situación anterior,
pero todos dependientes económicamente de Norteamerica,
como durante la guerra dependían en el plano militar,
pues la guerra abarcó el mundo entero y no permitió
a país alguno permanecer neutral realmente. Y por
último: no más de doscientos cincuenta millones
habitan países en los que sólo la cúspide,
desde luego, los capitalistas se beneficiaron con el reparto
del mundo. (Lenin se refería aquí a países
como EE.UU., Japón e Inglaterra–Nota del
Editor)... He querido presentar este cuadro del mundo,
pues todas las contradicciones básicas del capitalismo,
del imperialismo, que conducen a la revolución,
todas las contradicciones básicas del movimiento
obrero, que condujeron a una lucha encarnizada contra
la II Internacional,... Todo esto se relaciona con la
división de la población del mundo».
¡Qué
magníficas son estas palabras de Lenin! Es como
si estuvieran dirigidas a la propia realidad de hoy en
cuanto a la clasificación de las fuerzas políticas
mundiales. Como Lenin prestaba mucha atención a
las contradicciones entre las naciones oprimidas y las
opresoras y a las existentes entre los países imperialistas,
dividió los diversos países del mundo en
tres categorías y vinculó estrechamente
esta división con todas las contradicciones básicas
del mundo imperialista y con las existentes en el movimiento
obrero internacional; esta idea suya es diametralmente
opuesta al oportunismo -«el socialismo burgués»-
de la II Internacional, que siempre menospreciaba la lucha
de las naciones oprimidas. En dicho informe, Lenin no
dividió a los países del mundo simplemente
en dos categorías, capitalistas y socialistas,
sino que incluyó a los distintos países
del mundo capitalista en una u otra de las tres categorías:
primera, los países víctimas de la opresión,
los coloniales, los semicoloniales y los derrotados; segunda,
los países que lograron mantenerse en su situación
anterior; tercera, los países vencedores, que se
beneficiaron con el reparto de los intereses del mundo.
A1 mismo tiempo, colocó a la Rusia socialista en
la misma categoría que las naciones y países
oprimidos. Lenin valoró en su pleno sentido el
gran papel que jugaban los mil doscientos millones de
habitantes en la lucha revolucionaria antimperialista
del mundo: «Mil doscientos cincuenta millones de
personas que representan el 70 por ciento de la población
del globo no pueden vivir en las condiciones de esclavización
que quiere imponerles el avanzado y civilizado capitalismo».
Al referirse, poco antes de su fallecimiento, a la inevitabilidad
de la victoria definitiva del socialismo en el mundo entero,
Lenin insistió en la siguiente opinión:
«El desenlace de la lucha depende, en definitiva,
del hecho de que Rusia, India, China, etc., constituyen
la inmensa mayoría de la población del globo;
y esta mayoría es la que se incorpora en los últimos
años, con inusitada rapidez, a la lucha por su
liberación, de modo que en este sentido no pueda
haber ni sombra de duda con respecto a la forma en que
se decidirá la lucha mundial. En este sentido,
la victoria definitiva del socialismo está plena
y absolutamente asegurada». Evidentemente, nadie,
salvo los socialimperialistas soviéticos, que han
traicionado completamente la causa de Lenin, se atreve
a afirmar que estos puntos de vista de Lenin, imbuidos
del espíritu del internacionalismo proletario y
de la fé en la victoria del movimiento comunista,
«desisten de los principios de clase», «pregonan
la reaccionaria geopolítica», y otras cosas
por el estilo. ¿Qué debemos aprender de
Lenin en ese aspecto? Como mínimo lo que sigue:
Debemos, al igual que Lenin, saludar y apoyar con entusiasmo
el movimiento de liberación de las naciones oprimidas
de Asia, África, América Latina y otras
regiones del mundo, mirándolo como parte importante
del movimiento revolucionario socialista del proletariado
mundial; además, sobre la base de las nuevas relaciones
internacionales entre las clases, dividir los países
del mundo actual en tres nuevas categorías y considerar
la lucha conjunta del proletariado internacional y de
los pueblos del tercer mundo, que representan más
del 70 por ciento de la población mundial, como
plena y absoluta garantía para la victoria definitiva
del socialismo en el mundo.
Después
del fallecimiento de Lenin, Stalin defendió la
tesis leninista según la cual el proletariado debe
unirse con las naciones oprimidas y señaló
que el movimiento de liberación nacional debía
abarcar a todas las fuerzas opuestas a la agresión
imperialista, sin distinción de procedencia de
clase ni de puntos de vista políticos. E1 dijo,
a modo de ejemplo, que, a pesar de que el emir de Afganistán
persistía en su monarquía y los jefes del
movimiento de liberación nacional de Egipto pertenecían
a la burguesía y se oponían al socialismo,
las luchas que sostenían para lograr la independencia
nacional de sus respectivos países, eran, objetivamente,
luchas revolucionarias, «porque debilitan al imperialismo,
lo descomponen, lo socavan». Al criticar a la oposición
trotskysta, Stalin puntualizó: «El tropiezo
de la oposición, en este problema, consiste en
haber roto definitivamente con esta tesis de Lenin, deslizándose
a las posiciones de la II Internacional, que niega la
conveniencia de apoyar las guerras revolucionarias de
las colonias contra el imperialismo».
En más
de una ocasión Stalin habló del antagonismo
entre el mundo capitalista y el socialista, pero al proceder
a una clasificación específica de las fuerzas
políticas mundiales en distintos periodos, se basó
siempre en el conjunto de los cambios operados en la situación
de la lucha de clases a escala internacional. Ya en el
XV Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la
URSS, celebrado en 1927, él hizo la siguiente clasificación
de las fuerzas políticas del mundo en aquellos
momentos: «Juzgad vosotros mismos los l.90S.000.000
de habitantes de todo el globo terrestre, 1.134.000.000
viven en las colonias y en los paises dependientes; 143.000.000
en la URSS; 264.000.000 en los países intermedios;
363.000.000 en los grandes paises imperialistas, que oprimen
a las colonias y a los paises dependientes». En
el XVIII Congreso del Partido Comunista (bolchevique)
de la URSS, celebrado en marzo de 1939, clasificó
a Alemania, Italia y Japón como Estados agresores
y a Inglaterra, Francia y EE.UU. como Estados no agresores.
Cuando, en 1941, la Alemania hitleriana lanzó su
ofensiva contra la Unión Soviética, procedió
inmediatamente a hacer que ésta se aliara con EE.UU.,
Inglaterra y otros países para conformar el campo
antifascista. El dijo en 1942: «Ahora ya se puede
considerar como algo indiscutible que, en el proceso de
la guerra impuesta por la Alemania hitleriana a los pueblos,
se ha producido una diferenciación radical de las
fuerzas, se ha producido la formación de dos campos
opuestos el de la coalición italo-alemana y el
de la coalición anglo-soviético-norteamericana».
«Por lo visto, la 1ógica de las cosas vale
más que ninguna otra lógica». Desde
luego, hoy no se dan en el mundo ni una nueva coalición
Italia y Alemania ni otra de Inglaterra, la Unión
Soviética y EE.UU. Así como el frente único
de los pueblos del mundo en contra de ellas. Lo único
que quisieramos destacar aquí es que tal proceder
de Stalin en ese momento no afectó en lo más
mínimo la existencia de la Unión Soviética
como país socialista ni el desarrollo de la lucha
revolucionaria del proletariado internacional, sino que,
por el contrario, representó precisamente la única
política aceptada para defender los intereses fundamentales
de ese país socialista y del proletariado internacional.
¿Acaso podríamos censurar a Stalin por no
haberse ceñido, en este caso, a la fórmula
sobre el antagonismo entre el mundo capitalista y el socialista?
¿Acaso podríamos dudar del gran significado
que implicaba la división de las fuerzas políticas
del mundo en aquel entonces en un campo fascista y otro
antifascista?
¿Acaso
la división de las fuerzas políticas del
mundo no deberían regirse por la lógica
de las cosas, sino por cierta 1ógica que estaría
por encima de las cosas?
Igualmente podemos
recordar aquí las siguientes afirmaciones hechas
por Stalin en Problemas económicos del socialismo
en la URSS, obra escrita un año antes de su deceso.
«Se dice que la contradicción entre el capitalismo
y el socialismo son más fuertes que las contradicciones
entre los países capitalistas. Teóricamente,
eso es acertado, claro está.» «Sin
embargo, la Segunda Guerra Mundial no empezó por
una guerra contra la URSS, sino por una guerra entre los
países capitalistas». «Por tanto, la
lucha de los países capitalistas por los mercados
y el deseo de hundir a sus competidores resultaron prácticamente
más fuertes que las contradicciones entre el campo
del capitalismo y el campo del socialismo». Señaló
además, que, «la inevitabilidad de las guerras
entre los países capitalistas sigue existiendo».
Hoy día, la inevitabilidad de la guerra mundial
se presenta principalmente como la inevitabilidad de una
guerra entre EE.UU., país capitalista, y la Unión
Soviética, país que ha restaurado el capitalismo.
Por lo visto, no ha perdido actualidad la tesis de que
la lógica de las cosas vale más que ninguna
otra lógica.
Todo lo dicho
anteriormente permite ver que los maestros revolucionarios
del proletariado dividieron las fuerzas políticas
del mundo basándose en un análisis objetivo
y penetrante de la situación en su conjunto de
la lucha de clases internacional en los distintos períodos
y no partiendo de una u otra fórmula inmutable.
La teoría del Presidente Mao -el más grande
marxista de nuestro tiempo- sobre la clasificación
de las actuales fuerzas políticas del globo en
tres mundos, es producto histórico de la observación
y el análisis del desarrollo y el cambio de las
diversas contradicciones básicas del mundo que
durante largo tiempo hizo él aplicando de manera
creadora el marxismo.
En su trabajo
Sobre la nueva democracia, publicado en 1940, el Presidente
Mao hereda, defiende y desarrolla la tesis de Lenin y
Stalin según la cual, después de la Primera
Guerra Mundial y, sobre todo, con la Revolución
de Octubre, el movimiento de liberación nacional
de los diversos países pasa a ser parte integrante
de la revolución mundial socialista proletaria
Allí él señala en términos
explícitos: «Sean cuales fueren las clases,
partidos o individuos de una nación oprimida que
se incorporen a la revolución, tengan o no conciencia
de este punto, lo entiendan o no en el plano subjetivo,
basta con que luchen contra el imperialismo para que su
revolución sea parte de la revolución mundial
socialista proletaria, y ellos mismos, aliados de ésta».
¿Corresponde o no este análisis del Presidente
Mao a la realidad objetiva de la lucha de clases en el
mundo? Obviamente, a nadie le cabe duda alguna. Porque,
partiendo precisamente de este punto de vista, el Partido
Comunista de China formó, en el periodo de la agresión
del imperialismo japonés contra China, un frente
único con todas las fuerzas antijaponesas –incluido
el Kuomintang de Chiang Kaishek– y obtuvo así
la victoria de la Guerra de Resistencia contra el Japón;
luego de esta guerra, se unió con todas las fuerzas
unibles -las fuerzas antimperialistas y democráticas-
y, de este modo, derrocó la dominación de
los reaccionarios kuomintanistas y fundó la República
Popular China, república de dictadura del proletariado.
Después
del término de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo
norteamericano armó un interminable griterío
antisoviético. E1 Presidente Mao puso al descubierto,
con extraordinaria perspicacia, la esencia de ese griterío.
Puntualizó: «Los EE.UU y la Unión
Soviética están separados por una extensa
zona en la que hay muchos paises capitalistas, coloniales
y semicoloniales, de Europa, Asia y África».
«En la actualidad, el significado real de la consigna
norteamericana de una guerra antisoviética es la
opresión del pueblo norteamericano y la expansión
de las fuerzas agresivas de EE.UU. en el resto del mundo
capitalista». El Presidente Mao llamó al
pueblo norteamericano y a todos los países y pueblos
amenazados por la agresión de EE.UU. a unirse para
luchar contra la ofensiva de los reaccionarios norteamericanos
y sus lacayos. ¿Correspondía o no este análisis
del Presidente Mao a la realidad objetiva de la lucha
de clases en el mundo por aquel entonces? Obviamente,
a nadie le cabe duda alguna, pues este análisis
fue confirmado por numerosos hechos históricos
tanto de aquel momento como de tiempos posteriores.
Los acontecimientos
del canal de Suez, producidos en 1956, revelaron la agudización
de las contradicciones interimperialistas. Señaló
entonces el Presidente Mao: «Estos acontecimientos
nos permiten ver dónde se halla el punto clave
de las luchas en el mundo de hoy. Claro está que
los paises imperialistas viven contradicciones muy agudas
con los paises socialistas, pero lo que hacen ahora es
tomar como pretexto la lucha contra el comunismo para
disputarse esferas de influencia... En el conflicto que
allí se vive convergen dos tipos de contradicciones
y dos fuerzas distintas. Estos dos tipos de contradicciones
son primero, las contradicciones interimperialistas, o
sea, las existentes entre EE.UU. e Inglaterra y entre
EE.UU. y Francia, y, segundo, las contradicciones entre
las potencias imperialistas y las naciones oprimidas.
De las tres fuerzas en juego, la primera es EE.UU., la
mayor potencia imperialista; la segunda, Inglaterra y
Francia, países imperialistas de segundo orden,
y la tercera, las naciones oprimidas». ¿correspondía
o no este análisis del Presidente Mao a la realidad
objetiva de la lucha de clases en el mundo por aquel entonces?
Obviamente, tampoco aquí le cabe a nadie duda alguna,
pues dicho análisis fue igualmente confirmado por
numerosos hechos históricos tanto de aquel momento
como de tiempos posteriores. No es difícil advertir
que este análisis del Presidente Mao acerca de
las tres fuerzas es justamente una anticipación
de su teoría de los tres mundos planteada posteriormente.
La diferencia entre el uno y la otra se debe principalmente
a que en aquél entonces aún existía,
mal que bien, un campo socialista.
Pero más
tarde, debido a la completa traición de la camarilla
de Jruschov-Breznev a la causa del comunismo, la Unión
Soviética vió restaurado el capitalismo
y degeneró en un país socialimperialista.
Si bien China y algunos otros países siguen siendo
socialistas, ha desaparecido el campo socialista que existió
en el pasado, y las circustancias históricas no
hacen necesaria la formación de un nuevo campo
socialista.
Mientras tanto,
muchos países del campo imperialista han dejado
de someterse al mandato de EE.UU., e incluso se atreven
a encararse abiertamente con este país. La abrumadora
mayoría de paises coloniales y semicoloniales de
Asia, África y América Latina han proclamdo
sucesivamente su independencia como culminación
de arduas luchas. Las diversas fuerzas políticas
del mundo han pasado por una gran conmoción, una
gran división y un gran reagrupamiento y enfrentan
ahora una nueva situación histórica. En
la década del 60 la camarilla dominante soviética
renegó irremediablemente del socialismo; sin embargo,
por un periodo determinado, el imperialismo norteamericano
siguió siendo el enemigo número uno de los
pueblos del mundo. No fue sino después de una serie
de graves acontecimientos cuando la Unión Soviética,
además de haberse convertido en una superpotencia
imperialista que amenaza el mundo igual que EE.UU., llegó
a ser la más peligrosa fuente de una guerra mundial.
La traición de la camarilla dominante soviética
provocó, de modo inevitable, una escisión
de mayor o menor grado en el movimiento obrero internacional
y en las filas de la lucha revolucionaria mundial contra
el imperialismo, acarreándoles dificultades temporales..
Frente a eso ¿cuál es la solución?
¿Puede uno hacer la vista gorda ante todos los
cambios operados durante este periodo y sostener que sigue
existiendo en el mundo el campo imperialista y el socialista
y tomar el antagonismo entre ambos como la contradicción
principal en la política mundial? ¿O persistir
en esa fórmula excluyendo únicamente del
campo socialista a la Unión Soviética y
algunos países dependientes de ella y considerar
que, aparte de los países socialistas, todos los
demás países conforman la reaccionaria banda
del mundo capitalista? A todas luces, proceder así
no serviría sino para impedir a todos los pueblos
del mundo ver la verdad de las cosas y, por consiguiente,
el justo rumbo de avance. Puesto que la actual situación
internacional ha experimentado un enorme cambio, puesto
que las fuerzas populares de los diversos paises ganan
terreno día a día y los factores de la revolución
van en constante aumento, se ha hecho necesario proceder
a una nueva clasificación de las fuerzas políticas
del mundo, a fín de elaborar una nueva estrategia
mundial para el proletariado internacional y los pueblos
oprimidos conforme a la nueva relación entre nosotros–el
proletariado–, los amigos y los enemigos. La teoría
de los tres mundos formulada por el presidente Mao cumple
precisamente esta necesidad.
La teoría
del Presidente Mao sobre los tres mundos señala
con claridad lo siguiente: Las dos superpotencias imperialistas
–la Unión Soviética y EE.UU.–
, que conforman el primer mundo, han llegado a ser los
mayores explotadores, opresores y agresores en el plano
internacional y el enemigo común de los pueblos
del mundo entero; la disputa entre ellas conducirá
inevitablemente a una nueva conflagración mundial.
La disputa entre las dos potencias hegemónicas
por la dominación del mundo, la amenaza que representan
para todos los pueblos y la resistencia que éstos
les oponen, han entrado a constituir el problema central
de la actual política mundial. Los países
socialistas, como pilar del proletariado internacional,
las naciones oprimidas, que son víctimas de la
mayor explotación y opresión y representan
la gran mayoría de la población del orbe,
conformando unos y otras el tercer mundo, están
colocados en las primeras filas de la lucha contra las
dos potencias hegemónicas, la Unión Soviética
y EE.UU., y constituyen la fuerza principal en la lucha
mundial contra el imperialismo y el hegemonismo. Los países
desarrollados, que median entre el uno y el otro, integran
el segundo mundo; al tiempo que oprimen y explotan a las
naciones oprimidas, son víctimas del control y
el atropello por parte de las dos superpotencias; se hallan
en contradicción tanto con el primer mundo como
con el tercero, tienen doble carácter y son fuerzas
susceptibles de ser ganadas o unidas por el tercer mundo
en la lucha antihegemonista. Esta teoría ha expuesto
de modo sintético la situación estratégica
de la más importante lucha de clases en el mundo
de hoy, situación en que todos los pueblos del
mundo forman una partida y las dos potencias hegemónicas
-la Unión Soviética y EE.UU.-, la otra.
Las luchas de clases de orden interno en los diversos
países son de hecho inseparables de esta lucha
de clases realizada a escala mundial. Por tanto, la diferenciación
de los tres mundos constituye la síntesis cabal
de las diversas contradicciones fundamentales del mundo
actual. Esta tesis científica del Presidente Mao
ha enriquecido la teoría sobre el desarrollo desigual
del imperialismo y la inevitable conclusión de
guerra de las contradicciones entre los países
imperialistas, la teoría sobre el socialimperialismo,
la teoría de acuerdo con la cual la lucha de las
naciones oprimidas forma parte importante de la revolución
socialista del proletariado mundial, la teoría
según la cual el proletariado internacional, los
países socialistas y el movimiento de liberación
nacional deben apoyarse recíprocamente y la teoría
sobre la estrategia y las tácticas de la revolución
proletaria. Todo esto representa una gran contribución
al marxismo-leninismo.
No tiene nada
de extraño que esta brillante teoría del
Presidente Mao haya sido atacada virulentamente por los
socialimperialistas soviéticos. De ellos es imposible
esperar que reconozcan que la Unión Soviética
bajo su dominación se ha convertido en una superpotencia
imperialista y la más peligrosa fuente de una nueva
guerra mundial, tan imposible como esperar que un renegado
se reconozca como renegado, y un agresor como agresor.
Ellos lanzan furibundas maldiciones contra la teoría
de los tres mundos acusándola de renunciar a la
lucha de clases, de meter en el mismo saco a los países
socialistas, y a los capitalistas, etc., etc. De hecho,
sus maldiciones se dirigen no solamente contra el gran
marxista el Presidente Mao y el gran Partido Comunista
de China, sino también contra los grandes maestros
Marx, Engels, Lenin y Stalin. Como hemos podido observar,
la diferenciación del Presidente Mao de los tres
mundos, como principio, está en perfecta concordancia
con la práctica de Marx y Engels, en la segunda
mitad del siglo XIX, de tomar la actitud hacia la Rusia
zarista como criterio para diferenciar las fuerzas políticas
europeas, con la clasificación hecha por
Lenin de los países del mundo en el periodo posterior
a la Primera Guerra Mundial en tres categorías
y con la división establecida por Stalin de los
diversos paises en Estados agresores y no agresores, en
campo fascista y campo antifascista, antes de la segunda
Guerra Mundial y durante ella, y, además, constituye
un desarrollo lógico de sus tesis sobre la diferenciación
de las fuerzas políticas mundiales. Es cierto que
aquellos que maldicen frenéticamente la teoría
de los tres mundos siguen autodenominándose «fieles
continuadores» de la causa de Lenin pero, ¿acaso
no podemos juzgar a un individuo simplemente por la divisa
que ostenta y no por su acción concreta? A juzgar
por su acción concreta, ¿no son ellos mismos
los que han traicionado la lucha de clases sostenida por
el proletariado y han hecho degenerar un país socialista
en capitalista?
En China, también
ha habido frenéticos opositores a la teoría
del Presidente Mao de los tres mundos; ellos son la banda
de los cuatro», Wang Jung-wen, Chang Chun-chiao,
Chiang Ching y Yao Wen-yuan. Ostentando las más
revolucionarias divisas, se opusieron a que nuestro país
apoyara al tercer mundo y se uniera con todas las fuerzas
unibles a que asestáramos golpes al enemigo más
peligroso. Ellos intentaron sabotear el establecimiento
de un frente único internacional contra el hegemonismo
e interfirieron nuestra lucha antihegemonista, amoldándose
a las necesidades del socialimperialismo soviético.
Si bien sus actividades de zapa causaron nefastos efectos
en determinadas esferas, nuestro Partido y nuestro Gobierno
han seguido firme e invariablemente la linea revolucionaria
trazada por el Presidente Mao para los asuntos exteriores.
La «banda de los cuatro» en modo alguno representa
al pueblo chino, ellos son traidores despreciados por
éste.
A pesar del acerbo
odio que los socialimperialistas soviéticos y la
«banda de los cuatro» sienten por la teoría
de los tres mundos, ésta va siendo corroborada
por más y más hechos objetivos de la política
mundial de hoy y va mostrando en consecuencia, un poderío
creciente. Como señaló el Presidente Jua
Kuo-feng en su informe político ante el XI Congreso
Nacional del Partido Comunista de China, «la teoría
del Presidente Mao sobre los tres mundos señala
el rumbo fundamental de la actual lucha en el plano internacional
y precisa cuáles son las fuerzas revolucionarias
principales, cuáles los enemigos principales y
cuáles las fuerzas intermedias, susceptibles de
ser ganadas y unidas, de manera que, en la lucha de clases
a escala mundial, el proletariado internacional pueda
unirse con todas las fuerzas unibles y formar un frente
único lo más amplio posible para combatir
a los enemigos principales». Esta definición
estratégica responde tanto a las exigencias estratégicas
de la lucha del proletariado internacional y de todos
los pueblos y naciones oprimidas del mundo de nuestros
días, como las exigencias estratégicas de
lucha por la victoria del socialismo y del comunismo.
Estimulará a los pueblos del mundo entero a unirse
para conquistar la gran victoria de la lucha antiimperialista
y antihegemonista aplicando políticas consecuentes
y definidas.
LAS DOS POTENCIAS
HEGEMONICAS, LA UNION SOVIETICA Y EE.UU., SON LOS ENEMIGOS
COMUNES DE TODOS LOS PUEBLOS DEL MUNDO;
LA UNION SOVIETICA ES LA MAS PELIGROSA FUENTE DE UNA GUERRA
MUNDIAL
La aparición de las dos superpotencias es un nuevo
fenómeno en la historia del desarrollo del imperialismo.
El desarrollo desigual del imperialismo conduce inevitablemente
a una serie de conflictos y guerras, como consecuencia
de los cuales se agrava necesariamente el propio desarrollo
desigual. Esto ha traído a la existencia las superpotencias
imperialistas de hoy, que se hallan por encima de los
países imperialistas en general. Lenin señaló:
«El imperialismo es la opresión creciente
de las naciones del mundo por un puñado de grandes
potencias, es la época de las guerras entre estas
grandes potencias por la ampliación y el reforzamiento
de la opresión de las naciones». Hoy, ese
puñado de grandes potencias imperialistas se ha
reducido a dos superpotencias–la Unión Soviética
y EE.UU.-, las únicas que están en condiciones
de disputarse la hegemonía mundial, mientras que
las demás, sin excepción, han quedado relegadas
a la posición de países de segundo o tercer
orden. Cada una de las superpotencias se caracteriza por
lo siguiente: Cuenta con un régimen estatal controlado
por un capital monopolista extraordinariamente concentrado,
se apoya en una fuerza económica y militar mucho
más poderosa que la de otros países para
realizar a escala mundial la explotación económica,
la opresión política y el control militar,
busca establecer para sí sola la hegemonía
en el mundo entero y a este efecto prepara frenéticamente
el desencadenamiento de una nueva guerra mundial.
En la historia
del desarrollo del imperialismo hubo un pequeño
número de potencias que pretendieron la hegemonía
mundial. Pero de ninguna manera podrían colocarse
en el mismo plano que la Unión Soviética
y los Estados Unidos de hoy. La contienda soviético-norteamericana
por la hegemonía es un producto peculiar del desarrollo
histórico posterior a la Segunda Guerra Mundial.
La concentración
del capital monopolista norteamericano y su expansión
en el exterior han llegado a un nivel sorprendente en
el peiodo de la postguerra, Tomando como ejemplo recientes
datos estadísticos, vemos que, en el año
1976, doce supercorporaciones industriales, que efectuaron
sus ventas por un valor superior a los 10.000 millones
de dólares cada una, ocuparon el 27 por ciento
de la cantidad total del capital y el 29 por ciento del
volumen de ventas de las 500 mayores corporaciones industriales
del país, y diez superbancos comerciales ocuparon
el 61 por ciento del volumen total del capital, así
como de los depósitos, entre los 50 bancos comerciales
más grandes del país. Luego de haber alcanzado
el capital norteamericano un alto grado de concentración
en la postguerra, la exportación de capitales en
ese país aumentó vertiginosamente en los
últimos veintitantos años. Las inversiones
directas privadas de EE.UU. en el extranjero saltó
de los 11.800 millones de dólares registrados hasta
1950 a los 137.200 millones de dólares registrados
hasta 1976. Esta rápida y alta concentración
del capital constituye la base económica de EE.UU.
como superpotencia imperialista.
Aprovechando su
supremacía económica y militar adquirida
en la guerra y su monopolio en el arma atómica
y una serie de ultramodernos conocimientos científicos
y técnicos militares y valiéndose de su
establecimiento de un sistema monetario mundial con el
dólar norteamericano como núcleo y de los
diversos bloques militares bajo su control exclusivo que
abarcan a América del Norte, América Latina,
Europa, Asia y Oceanía, el imperialismo norteamericano
adquirió una posición hegemónica
sin precedentes en el mundo capitalista y, de este modo,
puso a su merced a los demás paises capitalistas.
Autoproclamándose por largo tiempo gendarme del
mundo, EE.UU. perpetró gran cantidad de crimenes
sangrientos contra los pueblos revolucionarios, incluido
el propio pueblo norteamericano, y contra las naciones
oprimidas del orbe entero. Sin embargo este imperialismo
estadounidense enemigo común de todos los pueblos,
que actuó a su antojo durante un tiempo, sufrió
golpes demoledores precisamente en sus guerras de agresión
contra aquellos pueblos asiáticos a los que consideraba
que podía vencer con facilidad. El heroico pueblo
coreano fue el primero en deshacer el mito de la invencibilidad
de EE.UU. La guerra de los pueblos de Viet Nam, Kampuchea
y Lao contra la agresión norteamericana y por la
salvación nacional llevaron al imperialismo estadounidense
a una crisis militar, política y económica
y lo precipitaron a una abrupta caída. Mientras
tanto, los países de Europa Occidental, Japón
y otros habían restablecido y desarrollado, de
manera gradual, su propia fuerza económica, intensificando
su competencia con EE.UU. El imperialismo norteamericano
se ha visto obligado a reconocer que ya no puede, como
en el pasado, actuar a su libre albedrío en el
mundo, pero sigue siendo el país más poderoso
del mundo capitalista y hace todos los esfuerzos para
mantener su hegemonía.
Justamente cuando
EE.UU. estaba sumergido en la guerra y veía declinar
su poderío, el socialimperialismo soviético
logró ponérsele a la par. La renegada camarilla
de Jruschov-Brezhnev usurpó los frutos de la construcción
socialista obtenidos por el pueblo soviético durante
más de 30 años, y convirtió, paso
a paso, una potencia socialista en imperialista. La trasformación
de la Unión Soviética socialista en una
Unión Soviética capitalista mediante la
evolución pacífica había sido un
anhelo largamente acariciado por los imperialistas. Pero,
como consecuencia de la ley que hace el desarrollo desigual
de los países imperialistas y su disputa por la
hegemonía mundial, esta evolución dió
por resultado la aparición de un feroz rival fuera
de su control. Como es sabido de todos, esa camarilla
ha convertido una economía socialista altamente
concentrada en una economía capitalista monopolista
de Estado igualmente concentrada, con un grado de concentración
inasequible para EE.UU. Sacando ventaja de los diez años
de atascamiento de EE UU. en sus guerras de agresión
contra Viet Nam, Kampuchea y Lao, la Unión Soviética
redobló sus energías para desarrollar su
propia fuerza, disminuyó la brecha que la separaba
de EE, en el terreno económico y expandió
a más y mejor su poderío militar, alcanzándolo
así en cuanto a los armamento nucleares y dejándolo
atrás en el plano de los convencionales. En la
medida que incrementa su fuerza militar y económica,
el socialimperialismo soviético efectúa
cada vez más desenfrenadamente su expansión
e infiltración en todas las partes del mundo y
ostenta su fuerza militar donde quiera que sea, en la
tierra, en los mares y en el espacio aéreo, entrando
en una enconada disputa con EE.UU. a escala global; de
esta manera, ha revelado sus ambiciones de agresión
que no tienen parangón en la historia mundial.
Lenin dijo que, al distribuirse el mundo, los imperialistas
«se lo reparten según el capital, según
la fuerza«. Las dos superpotencias –la Unión
Soviética y EE.UU.– procuran cada una la
hegemonía mundial apoyándose precisamente
en su fuerza económica y militar, que es muy superior
a la de los demás países. En 1976, el producto
nacional bruto de EE.UU. fue de más de 1.690.000
millones de dólares, y el de la Unión Soviética
de más de 930.000 millones. Estas dos cifras, sumadas,
representan aproximadamente el 40 por ciento del PNB del
mundo entero. El valor de la producción industrial
tanto de EE UU como de la Unión Soviética
ha sobrepasado el conjunto de los tres principales paises
capitalistas de Europa Alemania Occidental, Francia e
Inglaterra. Por lo que hace a la fuerza militar, la de
cualquier otro país imperialista tiene mucho menos
punto de comparación con la soviética o
la norteamericana. Cada uno de los dos, la Unión
Soviética y EE.UU.- dispone de miles de armas nucleares
estratégicas, ha lanzado centenares de satélites
militares y cuenta con más de diez mi1 aviones
militares, centenares de buques de guerra principales
y gran cantidad de otros equipos convencionales. Sus respectivos
gastos militares superan en mucho la suma total de los
de Europa Occidental, Japón y Canadá. E1
aparato de guerra que cada una de las dos superpotencias
posee en tiempos de paz ha alcanzado una magnitud nunca
vista en la historia de la humanidad.
La camarilla de
renegados revisionistas soviéticos trata por todos
los medios de hacer creer que la Unión Soviética
es una gran potencia y no una superpotencia imperialista.
¿Pero merece seria consideración tal aserto?
¿Acaso la Unión Soviética no ha perpetrado
el saqueo económico, el control político
y la expansión militar imperialistas del mismo
modo que EE.UU?
EE.UU efectúa
su explotación de otros países principalmente
mediante la exportación de capita1es en forma de
inversiones al exterior Según estadísticas
oficiales norteamericanas, en 1976 las utilidades derivadas
de las inversiones directas privadas de EE UU. en el extranjero,
incluyendo los derechos de patentes, ascendieron a 22.400
millones de dólares, con una tasa de utilidades
superior al 16 por ciento. Este es un sangriento registro
de la explotación de los pueblos del mundo por
parte del capital monopolista estadounidense. Si bien
el volumen total de ganancias que la Unión Soviética
obtiene de su saqueo en el extranjero todavía no
llega al nivel norteamericano, los métodos que
utiliza para el pillaje no están, en modo alguno,
por debajo de los EE.UU. La Unión Soviética
aprovecha principalmente la «ayuda económica»
y la «ayuda militar» para comprar barato y
vender caro a los países «beneficiarios»
del tercer mundo, extrayendo así fabulosas ganancias.
P:or ejemplo, los precios de las mercancías vendidas
por la Unión Soviética a la India a título
de «ayuda» son, en ocasiones, un 20 a un 30
por ciento e incluso un 200 por ciento superiores a los
del mercado internacional, mientras que los precios de
las mercancías que la Unión Soviética
compra a la India son, un 20 a un 30 por ciento inferiores
a los del mismo mercado. Datos del Compendio estadístico
del comercio exterior de la URSS muestran que el precio
del gas natural que la Unión Soviética importa
de países asiáticos es inferior en cerca
de un 50 por ciento al precio por el cual ella vende este
mismo producto a Occidente, y demuestran que los precios
de la antracita, el hierro colado y otros artículos
exportados por la Unión Soviética a Egipto
son superiores en un 80 a un 150 por ciento a los de las
mismas mercancías exportadas a Alemania Federal.
Según informaciones de la prensa occidental, durante
la guerra árabe-israelí de octubre de 1973
«Rusia no solo exigió dinero contante y sonante
como pago de las armas vendidas por ella, sino que elevó
los precios de las mismas en los momentos más encarnizados
del combate». Cuando alguno de los más importantes
países árabes exportadores de petróleo
le pagaron esta suma en dólares norteamericanos,
la Unión Soviética la colocó como
empréstito europeo a intereses del l0 o más
por ciento.
EE.UU. controla
la economía y la política de muchos países
por intermedio de las empresas transnacionales y otros
instrumentos de agresión. La Unión Soviética,
a su vez realiza ahora semejantes actividades principalmente
en la llamada «comunidad socialista». Bajo
los rótulos de «división internacional
del trabajo», «coordinación de planes»,
«integración multilateral», «integración
estructural», etc., ha tomado bajo su control las
arterias económicas de cierto número de
países, los saquea y controla sin escrúpulos
en lo que se refiere a materias primas, mercado, precios
para el comercio exterior, planes de producción,
fondos para la construcción básica e incluso
mano de obra para la misma, y se afana por colocar en
la órbita soviética tanto su economía
como su soberanía limitada», o, en otros
términos, por establecer un «sistema de propiedad
socialista internacional» de la comunidad».
Con el propósito
de sacar enormes ganancias y controlar otros países,
EE.UU. se entrega al tráfico de armas a escala
mundial. Entre 1966 y 1976 exportó armas por valor
de 34.900 millones de dólares. Con igual finalidad
que EE.UU., la Unión Soviética vendió
en el mismo peiodo 22.200 millones de dólares en
armas. De acuerdo con estadísticas de la Agencia
de Control de Armamento y Desarme de EE.UU., las armas
exportadas por la Unión Soviética en 1974
se remontaron a 5.500 millones de dólares, cifra
que representa el 37,5 por ciento del valor total de las
armas exportadas este año en el mundo. Así
la Unión Soviética ha llegado a ser el mayor
traficante de armas después de EE.UU. utiliza,
además, la suspensión del suministro de
piezas y repuestos de armas, el apremio al pago de deudas
y otros medios para controlar en todo lo posible a los
paises compradores de sus armas.
A fin de remover
los obstáculos para su consecución de la
hegemonía, EE.UU. ha subvertido gobiernos legalmente
establecidos en una serie de paises latinoamericanos,
asiáticos y africanos. La Unión Soviética
ha realizado maniobras semejantes en algunos países
africanos y de Europa Oriental. EE.UU. tiene acantonados
aproximadamente 400.000 efectivos militares en otros países.
Por su parte, la Unión Soviética mantiene
unos 700.000 soldados en el extranjero, e incluso ha colocado
por completo a Checoslovaquia -país soberano universalmente
reconocido- bajo su ocupación militar prolongada
(indefinida de hecho).
Mediante la conclusión
de tratados militares, EE.UU. ha convertido territorios
de muchos países en bases militares suyas. A su
vez, la Unión Soviética ha tomado a su disposición
bases o instalaciones militares en Europa Oriental, Mongolia
y Cuba, del mismo modo que en África, el Mediterráneo
y el Indico; además pretende, contra toda razón,
perpetuar su ocupación de territorios y aguas jurisdiccionales
de la parte septentrional del Japón, e incluso
trata de apoderarse del archipiélago Spitzberg,
perteneciente a Noruega. En los círculos diplomáticos
occidentales hay un dicho satírico que reza: «Lo
mío es mio, y en cuanto a lo tuyo, hay que determinar
su pertenencia a través de negociaciones«.
En el caso de la Unión Soviética, ésta
no considera indispensable entrar a negociar» para
determinar «si lo tuyo es mio».
EE.UU. tramó
una invasión de mercenarios contra Cuba y, con
ello, «se desprestigió todavía más
en todas partes. La Unión Soviética mandó
mercenarios a perpetrar una intervención armada
en Angola y una invasión a Zaire, y sigue expandiendo
el radio de su agresión.
En resumen, la
Unión Soviética y EE.UU. son igualmente
superpotencias imperialistas, los mayores explotadores
y opresores internacionales, las mayores fuerzas de agresión
y de guerra y los enemigos comunes de todos los pueblos
del mundo. Lenin dijo: «Un proletariado que acepte
que su nación ejerza la menor violencia sobre otras
naciones, no es socialista». Hace tiempo que no
huele en lo más mínimo a proletariado socialista
la actuación de la Unión Soviética
en los asuntos internacionales, la Unión Soviética
es el imperialismo más feroz, más aventurero
y más taimado y la más peligrosa fuente
de una guerra mundial.
¿Por qué
afirmamos esto? ¿Será por el hecho de que
la Unión Soviética, violando tratados concluidos,
ocupa territorios de China en sus zonas fronterizas del
noreste y del noroeste y amenaza la seguridad de nuestro
país? No, esta no es la razón. EE.UU. sigue
ocupando Taiwan, territorio chino y amenaza de igual modo
su seguridad. No hay duda de que los pueblos de cada región
específica pueden determinar, a la luz de las circunstancias
en que se hallen, cuál de las dos superpotencias
o qué país imperialista constituye la amenaza
más directa para ellos. Pero, a lo que aquí
nos referimos no es al problema particular de tal o cual
región específica, sino al problema general
de la situación mundial en su conjunto. El que
la Unión soviética sea la más peligrosa
de las dos superpotencias en el plano mundial no ha sido
decidido por ninguna causa eventual, pasajera o parcial,
sino por el conjunto de las condiciones históricas
en virtud de las cuales la Unión Soviética
ha pasado a ser una superpotencia imperialista.
Primero. El socialimperialismo
soviético es una potencia imperialista surgida
más tarde que EE.UU. y, por tanto, tiene un carácter
agresivo y aventurero aún más pronunciado.
Lenin señaló hace mucho tiempo que los paises
imperialistas surgidos más tarde exigen un nuevo
reparto del mundo y que, dado que «han llegado a
la mesa del festín capitalista cuando ya todos
los sitios estaban ocupados», se vuelven necesariamente
«aún más rapaces, aún más
feroces». Sin un nuevo reparto de las colonias por
la fuerza, los nuevos paises imperialistas no podrán
obtener los privilegios de que disfrutan las potencias
imperialistas más viejas (y menos fuertes)».
Hoy, al pretender la hegemonía mundial, el socialimperialismo
soviético no puede por menos de arrebatar posiciones
a EE.UU., tal como otrora la Alemania de Guillermo II,
la Alemania hitleriana luego y los EE.UU. de los años
posteriores a la Segunda Guerra Mundial tuvieron que arrebatar
posiciones a Inglaterra y a otros paises imperialistas
de viejo cuño. Esta es una ley histórica
independiente de la voluntad del hombre. Fué por
eso que, en una plática sostenida en Febrero de
1976, el Presidente Mao señaló: «Los
EE.UU tienen intereses que proteger en el mundo, mientras
que la Unión Soviética quiere la expansión:
esto es inalterable». No hay duda de que el imperialismo
norteamericano sigue procurando la hegemonía mundial:
sin embargo, en vista de que ha dispersado demasiado su
fuerza y de que actualmente tiene que empeñarse
en conservar sus intereses creados, está obligado
a colocarse a la defensiva en su estrategia global. En
cambio Brezhnev, ostentando el rótulo de «paz»,
tuvo el descaro de declarar: «Gracias al fortalecimiento
de su fuerza económica y defensiva, la Unión
Soviética ya puede desplegar victoriosamente y
con dinamismo una ofensiva en el escenario internacional».
Al elaborar nuestra política exterior quizá
no haya en el globo ningún solo rincón que
no tomemos en consideración de una u otra forma».
Esto quiere decir, de hecho, que la Unión Soviética
ha decidido adoptar una estrategia ofensiva para violar
la soberanía de todos los demás países
y para debilitar y desplazar la influencia de EE.UU. en
las diversas regiones del orbe, a fin de establecer su
posición hegemónica en el mundo entero.
Segundo. A causa
de la relativa insuficiencia de su fuerza económica,
el socialimperialismo soviético tiene que valerse
principalmente de la fuerza militar y la amenaza bélica
para llevar a cabo su expansión. Es cierto que
en poderío económico la Unión Soviética
ha sobrepasado en gran medida a los países imperialistas
de segundo orden, pero aún se muestra débil
frente a su poderoso rival e inferior a las exigencias
que supone realizar su pretensión de supremacía
mundial. Es así como se dedica frenéticamente
a la expansión armamentística y a los preparativos
bélicos, con miras a conquistar una superioridad
militar para saquear los recursos naturales, las riquezas
y la mano de obra de otros países y para compensar
su propia inferioridad económica. Este es el viejo
camino recorrido en el pasado por la Rusia zarista y los
fascistas alemanes, italianos y japoneses. Actualmente
los efectivos militares de la Unión Soviética
son el doble de los de EE.UU. sus vehículos portadores
de armas estratégicas exceden en más de
400 a los que éste posee; sus tanques, carros blindados,
piezas de artillería y otras armas convencionales
sobrepasan en mucho los de su rival. La Unión Soviética
tiene una «armada ofensiva», cuyo tonelaje
está casi a la par de EE.UU. Según estima
Occidente, los gastos militares de la Unión Soviética
han registrado en los últimos años una tasa
de incremento anual de 4 ó 5 por ciento como promedio,
con lo que han llegado a representar de un 12 a un 15
por ciento de su PNB (los de los EE.UU. representan cerca
del 6 por ciento de su PNB). Los gastos militares soviéticos
de 1976 fueron de 127.000 millones de dólares aproximadamente,
o sea cerca de un 24 por ciento superiores a los norteamericanos,
que fueron de 102.700 millones de dólares. Todo
esto demuestra que, en su disputa con los EE. UU. por
la hegemonía mundial, la Unión Soviética
no sólo adopta, en forma inevitable, una estrategia
ofensiva, sino que también tiene que recurrir forzosamente,
como medio principal, a la fuerza armada y a la amenaza
con ella.
Tercero. El grupo monopolista burocrático de la
Unión Soviética ha convertido una economía
estatal socialista altamente concentrada en una economía
capitalista monopolista estatal mas concentrado que la
de cualquier otro país imperialista y ha transformado
el Poder de dictadura del proletariado en Poder de dictadura
fascista, con lo que facilita más al socialimperialismo
soviético la militarización de toda la economía
nacional y de todo el aparato de Estado. La camarilla
de Brezhnev ha destinado un 20 por ciento del ingreso
nacional a gastos militares y ha declarado abiertamente
que hay que «estar listo en todo momento para colocar
la economía en la órbita propia de los tiempos
de guerra». Esta camarilla fortalece sin cesar su
aparato estatal y hace lo imposible por atar firmemente
al pueblo soviético a su carro bélico. El
KGB, agencia del servicio secreto de la Unión Soviética
ha pasado a ser una espada suspendida sobre la cabeza
del pueblo soviético y de muchos países
del mundo. Sin escatimar esfuerzos, las autoridades soviéticas
inculcan a las masas, a través de la prensa, el
arte, la literatura, la educación docente y otros
medios, el veneno del militarismo, atizan el chovinismo
de la Gran Rusia, alaban sistemáticamente a jefes
militares, funcionarios y aventureros de la Rusia zarista
que «hicieron méritos» en agresiones
contra otros paises, pregonan descaradamente la necesidad
de recoger la «tradición» expansionista
de los viejos zares y se disponen a dar, en cualquier
momento, la orden para conducir como manadas a millones de habitantes del país
a que les sirvan de carne de cañón en sus
nuevas guerras de agresión.
Cuarto. E1 socialimperialismo
soviético es una degeneración salida del
primer país socialista, Así puede valerse
del prestigio de Lenin y ostentar la bandera del «socialismo»
para embaucar a la gente en todas partes. La política
de agresión y hegemonía del imperialismo
norteamericano, que lleva larga existencia, ha sido combatida,
denunciada y condenada en innumerables ocasiones por el
proletariado mundial, por los pueblos y naciones oprimídos
y por todas las personalidades ecuánimes, incluidas
las de los propios EE.UU. La opinión progresista
mundial conoce ya su naturaleza y continuará luchando
resueltamente contra dicha política. En cambio,
el socialimperialismo soviético surgió hace
poco y, además, se disfraza de «socialismo».
Por lo tanto, combatirlo, denunciarlo y condenarlo es
una lucha mucho más seria. Es necesario hacer enormes
esfuerzos para que todos los pueblos del mundo conozcan
su verdadera catadura. A posar de que la política
de agresión y hegemonía aplicada por la
Unión Soviética viene revelándose
cada dia más en sus verdaderos colores y a pesar
de que su rótulo de «socialismoÍ se
destiñe cada vez más, todavía no
se puede considerar que este país haya perdido
por entero su capacidad de engaño. Al realizar
sus actividades de agresión, intención,
subversión y expansión, la Unión
Soviética siempre las enmascara como las de «cumplimiento
con las obligaciones internacionalistas», «apoyo
a los movimientos de liberación nacional»,
«oposición al imperialismo y al neoimperialismo»
y «defensa de los intereses de la paz y de la democracia».
Por lo general, se necesita un proceso para conocer su
naturaleza, y en este sentido China ha vivido una experiencia
en carne propia. Es innegable que este tipo de apariencia
engañosa, propia de la Unión Soviética,
ha agravado el peligro que de suyo representa como superpotencia
imperialista.
Es indiscutible
que estas características históricas y objetivas
de la Unión Soviética han hecho de ella
una fuente de una nueva guerra mundial más peligrosa
que EE.UU. El imperialismo norteamericano no ha cambiado
su política de agresión ni su conducta hegemonista,
y tampoco ha aflojado su explotación y opresión
del pueblo de su propio país y de los demás
pueblos del mundo. Por ende, las dos potencias hegemónicas,
la Unión Soviética y EE.UU, son los enemigos
comunes de todos los pueblos. A este respecto no cabe
duda alguna, Pero, si después de advertir las circunstancias
arriba mencionadas todavía no hacemos una distinción
entre las dos superpotencias y las ponemos en el mismo
plano, si todavía no indicamos que la Unión
Soviética es el instigador más peligroso
de una guerra mundial, adormeceremos la vigilancia revolucionaria
de los pueblos del mundo y confundiremos el blanco principal
de la lucha antihegemonista. En consecuencia, por ningún
motivo debemos adaptarnos a la necesidad que tiene la
Unión Soviética de engañar y urdir
intrigas, dando luz verde a sus preparativos bélicos
y a sus pasos de agresión.
LOS PAISES Y LOS
PUEBLOS DEL TERCER MUNDO constituyen la fuerza principal
en la lucha CONTRA EL IMPERIALISMO, EL COLONIALISMO Y
EL HEGEMONISMO
Los países
y pueblos del tercer mundo constituyen la fuerza principal
en la lucha común del mundo entero contra el hegemonismo
de las dos superpotencias, la Unión Soviética
y EE.UU., y contra el imperialismo y el colonialismo.
En un mensaje fechado el 25 de octubre de 1966, el Presidente
Mao señaló: «El huracán revolucionario
de Asia, África y América Latina asestará
un golpe decisivo y demoledor a todo el mundo viejo».
Esta es una previsión científica
y una alta apreciación hecha por el Presidente
Mao del papel de fuerza principal que desempeñan
los pueblos asiáticos, africanos y latinoamericanos
en la lucha revolucionaria antiimperialista a escala mundial.
¿En qué se fundamenta esta aseveración?
Desde el término de la Segunda Guerra Mundial,
los pueblos revolucionarios de Asia, África, America
Latina, y otras regiones se han colocado en primera fla
de la lucha antimperialista y anticolonialista, han realizado
de manera incesante luchas armadas revolucionarias y han
conquistado una serie de grandes victorias que han cambiado
la fisonomía del mundo de la postguerra,
lo cual ha servido de inmenso estimulo y apoyo para el
proletariado internacional y los pueblos de todos los
países en su lucha revolucionaria antimperialista.
El triunfo de la revolución china en 1949; el triunfo
de la guerra coreana de resistencia a la agresión
norteamericana y de defensa de la patria registrado en
l953; la celebración de la conferencia Afro-asiático
de Bandung en 1955; el triunfo del pueblo egipcio en la
guerra del canal de Suez en 1956; la serie de victorias
de los movimientos nacionales y democráticos de
América Latina desde la guerra revolucionaria de
Cuba que culminó en 1959 hasta la lucha por la
democracia en Chile en los primeros años de la
década de los 70; el triunfo de la guerra de liberación
nacional de Argelia en 1962; las heróicas luchas
que sacudieron al mundo, llevadas a cabo en los años
60 por los pueblos de muchos paises de Asia y África
para conquistar o salva guardar la independencia; la restauración
del legitimo puesto de China en las Naciones Unidas en
1971; la victoria de los pueblos de Viet Nam, Kampuchea
y Lao en sus guerras contra la agresión norteamericana
y por la salvación nacional en 1975; el triunfo
de las guerras independentistas de Guinea-Bissau y de
Mozambique y el continuo desarrollo de la de otros países
en la década del 70; los duros golpes asestados
por Egipto, Sudán y otros paises a las maquinaciones
soviéticas de control y subversión; la victoria
lograda por el pueblo zairense en 1977 en su guerra contra
la invasión de mercenarios a sueldo de los soviéticos;
la perseverancia de los paises árabes y del pueblo
palestino en sus guerras y lu chas contra la agresión
durante los últimos veintitantos años; y
el continuo cre cimiento de la resistencia de los pueblos
africanos contra el racismo blanco, la persistente profundización
del movimiento nacional y democrático de los pueblos
del sudeste asiático y la consecución de
la independencia por parte de más de 80 paises
de Asia, América Latina y otras regiones en los
últimos treinta y tantos años: las victorias
de todas estas muchas luchas han constituido una poderosa
fuena motriz de los cambios revolucionarios del mundo
en la post guerra. E] sistema colonialista ha quedado
desintegrado. El imperialismo norte americano, que fue
el primero en aparecer como superpotencia, ha sufrido
re veses de significado histórico. Y el socialimperialismo
soviético, la otra super potencia surgida después
está siguiendo el camino que condujo a EE.UU. al
descalabro.
El tercer mundo ha llegado a ser la fuerza principal en
la lucha mun dial contra el imperialismo, el colonialismo
y el hegemonismo, de modo que se ha creado una nueva situación
sin paralelo en la historia de la humanidad. ¿Cómo
se explica el surgimiento de esta nueva situación?
En primer lugar, los casi 3.000 millones de esclavos,
que constituyen la abrumadora mayoría de la población
mundial, se han sacudido o se están sacudiendo
las cadenas colonialistas, lo que representa un cambio
histórico de importancia fundamental en la correlación
de las fuerzas de clases en el mundo. Desde que existe
la opresión nacional, ha habido luchas de resis
tencia de las naciones oprimidas. Pero, durante un periodo
muy largo del pasado estas luchas de resistencia se realizaron,
en la abrumadora mayoría de los casos, en forma
aislada y dispersa. La situación comenzó
a experimentar grandes cam bios después de la Revolución
de Octubre: en no pocos paises se fundaron partidos comunistas,
se efectuaron luchas revolucionarias antimperialistas
a gran escala bajo la dirección del proletariado
y con la alianza obrero-campesina como fuerza principal,
se obtuvieron formidables victorias y se acumularon experiencias
valiosas. Sin embargo, a juzgar por la situación
en su conjunto, aún no se había formado
un movimiento mundial que vinculara estas luchas. La Segunda
Guerra Mundial aceleró en grado sumo el proceso
revolucionario de la historia. Hoy día, las naciones
y países oprimidos y los países socialistas,
que componen el tercer mundo, representan como antes,
más del 70 por ciento .de la población mundial,
pero, a gran diferencia de la situación que viera
Lenin en 1920, ellos se han sumado al torrente de la lucha
revolucionaria del orbe como una fuerza antimperialista
de envergadura mundial y han superado en mucho los niveles
del pasado tanto en la dimensión y profundidad
de la lucha como en los fru¿os logrados y las experiencias
acumuladas. Muchos países del tercer mundo ya tienen
sus propios ejércitos y han eliminado, en diferente
grado, la influencia del colonialismo. China, que representa
una quinta parte de la población mundial, se ha
transformado de país semicolonial y semifeudal
en un gran país socialista. Ella y los demás
países socialistas que perseveran en la lucha antimperialista
y antihegemonista, se han puesto firmemente junto
al tercer mundo y constituyen una fuerza inconmovible
dentro de sus filas.
En segundo lugar, los países y pueblos del tercer
mundo son los que en la historia han sufrido la más
profunda opresión y ofrecido la más violenta
resistencia. Lenin dijo: «Las colonias han sido
conquistadas a sangre y fuego». Del mismo modo los
pueblos de las colonias sólo pueden conquistar
a sangre y fuego su liberación completa. El imperialismo
mundial no puede desarrollarse ni subsistir sin saquear
las colonias, las semicolonias y otras naciones y países
oprimidos. La lucha liberadora de los pueblos de las colonias
ha conmovido la base de la cual depende la subsistencia
del imperialismo, y terminará destruyéndola.
Como consecuencia de ésto, el imperialismo hará
desesperados forcejeos.
En el período inmediatamente posterior al término
de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los
países del tercer mundo todavía no habían
logrado la independencia y algunos se encontraban en un
estado de semiindependencia. En aquel entonces, el objetivo
de su lucha era la conquista de la independencia y la
liberación nacionales, y la forma fundamental,
la lucha armada revolucionaria. Estos países eran
universalmente reconocidos como fuerza principal en la
lucha antimperialista de la postguerra. Hoy día,
los pueblos de algunas regiones del tercer mundo continúan
llevando adelante esta lucha armada por la independencia
y la liberación y permanecen en la primera fila
de la lucha antiimperialista y anticolonialista del mundo.
Apoyar resueltamente su lucha es un sagrado deber común
del proletariado internacional y de todos los pueblos
revolucionarios.
En cuarto y último lugar, los ciento veinte y tantos
paises del tercer mundo están ubicados en regiones
súmamente extensas de Asia, África, América
Latina y Oceanía, donde, a juzgar por la situación
en su conjunto, los países imperialistas cuentan
con limitadas fuerzas imperialistas y tienen diversos
conflictos de intereses entre sí, lo cual constituirá
por largo tiempo una condición favorable para el
desarrollo y robustecimiento de las fuerzas revolucionarias
antimperialistas del tercer mundo. Europa, como punto
clave de la contienda entre las dos potencias hegemónicas,
tiene atraídas sobre sí y sujetas sus fuerzas
principales. Esas potencias encuentran imposible ejercer
un control muy estricto sobre muchos de los paises del
tercer mundo y, con frecuencia, no pueden mantener todas
las cartas en sus manos. Habiendo elevado su conciencia
política y fortalecido su unidad en la prolongada
lucha durante los ahos de la postguerra, los paises y
pueblos del tercer mundo han comenzado a explotar conscientemente
este punto débil de sus enemigos, Así como
las contradicciones entre las dos potencias hegemónicas
y los países del segundo mundo y las existentes
entre aquellas mismas; al mismo tiempo, han comenzado
a hacer valer sus propios puntos fuertes para superar
los múltiples obstáculos y llevar adelante,
sin cesar, el movimiento revolucionario antiimperialista
y antihegemonista.
El movimiento obrero en los paises del primero y segundo
mundos y la lucha antimperialista del tercer mundo se
apoyan mutuamente. La clase obrera y las masas revolucionarias
de los paises desarrollados capitalistas han logrado,
en repetidas ocasiones, brillantes victorias en su heroica
lucha, dando duros golpes al imperialismo y al socialimperialismo
y prestando enérgico apoyo a los pueblos del mundo
en su lucha contra el imperialismo y el hegemonismo. De
hoy en adelante, en la medida del desarrollo de la situación,
ellas darán lugar a nuevos ascensos del movimiento
revolucionario y robustecerán continuamente su
propia fuerza en la lucha contra la ofensiva del capital
monopolista, por los derechos económicos y políticos
para sí mismas y para los demás sectores
del pueblo, en oposición a la política de
agresión de las clases dominantes y en apoyo a
la lucha antiimperialista y antihegemonista del tercer
mundo. Sin embargo, debido a la traición de la
camarilla gobernante de la Unión Soviética,
al desbordamiento de la corriente ideológica revisionista
y a la división de las filas de la clase
obrera, el movimiento obrero revolucionario de los paises
capitalistas desarrollados, hablando en general, tiene
que permanecer por el momento en la etapa de reordenamiento
de sus filas y acumulación de fuerzas. Por
ahora todavía no existe en estos paises una situación
revolucionaria que permita tomar inmediatamente el Poder.
En tales circunstancias, cuanto más activamente
desempeñen los paises y pueblos del tercer mundo
su papel de fuerza principal en la lucha antiimperialista
y antihegemonista, tanto más importantes resultarán
su apoyo e impulso al movimiento obrero en los paises
desarrollados.
¿La afirmación de que el tercer mundo es
la fuerza principal en la lucha contra el imperialismo
y el hegemonismo significa o no debilitamiento
de la obligación y el papel del proletariado internacional
en esta lucha? La lucha contra las dos potencias hegemónicas,
parte importante del movimiento socialista del proletariado
mundial, es súmamente difícil y complicada.
E1 proletariado de los diversos países tiene que
estudiar y difundir con empeño el marxismo-leninismo,
jugar el papel de vanguardia y modelo en esa lucha, cumplir
con el deber internacionalista que le incumbe y apoyar
y ayudar sin reservas a todos los pueblos del mundo en
su lucha contra el imperialismo y el hegemonismo, a fin
de asegurar que la lucha avance por un camino acertado
y culmine en la victoria. Pbr consiguiente, el hecho de
que el tercer mundo sea la fuerza principal en la lucha
antimperialista y antihegemonista no debilita en lo más
míni no la obligación y el deber del proletariado
internacional en esta lucha. Cuando Lenin creó
el Ejército Rojo obrero-campesino, los campesinos
pobres constituían su fuerza principial. ¿Acaso
debilitó eso la obligación del proletariado
ruso con respecto al Ejército Rojo? Cuando Stalin
señalaba que la base y esencia de la cuestión
nacional era el problema campesino y que los campesinos
son el ejército básico del movimiento nacional»,
¿olvidó acaso el papel del proletariado
en este movimiento? Cuando el Presidente Mao apuntó
que las amplias masas de campesinos pobres son «el
aliado natural y más confiable del proletariado
y e1 contingente principal en las filas de la revolución
china», ¿no estaba subrayando al mismo tiempo
el rol del proletariado chino en toda la causa revoluciona
ria? Si se toma el papel dirigente del proletariado internacional
como pretexto para formar, en las condiciones históricas
de hoy, un centro de mando desde donde dictar órdenes
a las luchas revolucionarias antiimperialistas de los
pueblos de los diversos paises, e incluso intentar que
estas luchas obedezcan a los intereses egoistas de determinado
país, ello no puede sino perjudicar y socavar la
lucha de los pueblos del mundo y va en contra de los intereses
del proletariado internacional, tal como lo ha demostrado
la práctica en repetidas ocasiones. E1 socialimperialismo
llama «cumplir con el deber internacionalista proletario»
al hecho de organizar mercenarios para realizar intenciones
e invasiones armadas contra otros países; esto
constituye una demagogia descarada y solo puede terminar
en desastrosas derrotas.
¿La afirmación de que el tercer mundo
es la fuerza principal en la lucha antiimperialista y
antihegemonista significa o no que los países
del tercer mundo no presentan diferencia alguna en su
situación social y política y en su comportamiento
en la lucha internacional? A causa de las diferencias
del sistema social y político entre los países
del tercer mundo, de la desigualdad en el desarrollo de
su economía y de los cambios que constantemente
se operan en la situación política dentro
de cada país,Ílas autoridades de unos u
otros países asumen con frecuencia diferentes actitudes
hacia el imperialismo y las superpotencias y hacia sus
propios pueblos Debido a algunas razones históricas
y particularmente a la cizaña que han sembrado
el imperialismo y el socialimperialismo, todavía
existen entre ciertos países del tercer mundo disputas
de uno u otro tipo e incluso conflictos armados. Sin embargo,
vistos en su conjunto, los países del tercer mundo
velan, en su mayoría, una tendencia a combatir
el imperialismo y e1 hegemonismo. Dentro de estos púses
existen, desde luego, luchas entre distintas fuerzas políticas,
que comprenden las fuerzas revolucionarias decididas de
llevar hasta el fn la revolución nacional y democrática,
los distintos tipos de fuerzas progresistas o intermedias,
y también una minoría de fuerzas reaccionarias,
e incluso unos cuantos agentes del imperialismo o del
socialimperialismo.
Mientras existan
las clases, mientras existan el proletariado, el campesinado
y la pequeña burguesía, mientras existan
los diferentes tipos de burguesía; la clase terrateniente
y otras clases explotadoras, la presencia de este fenómeno
será inevitable. Pero estas complicadas circunstancias
no varían el hecho fundamental de que el tercer
mundo es la fuerza principal en la lucha contra el imperialismo
y el hegemonismo. Al enfocar un problema, tenemos que
examinar primero su esencia y su aspecto principal, Así
como los resultados prácticos dentro del balance
general. Las diferencias en cuanto a la situación
política de los países del tercer mundo
no pueden, por muchas que sean, alterar la contradicción
fundamental que enfrenta al imperialismo y al hegemonismo
con los países y pueblos del tercer mundo, ni esta
corriente irresistible de la historia los países
quieren la independencia, las naciones quieren la emancipación
y los pueblos quieren la revolución. A juzgar por
las manifestaciones objetivas de la actuación de
las naciones oprimidas de Asia, África y América
Latina en la lucha política internacional durante
los últimos treinta y tantos años, así
como por su tendencia general, la esencia y el aspecto
principal de esta naciones son revolucionados y progresistas,
e incuestionable su papel de fuerza principal en la lucha
mundial contra el imperialismo y el hegemonismo.
La China socialista forma parte del tercer mundo. El Presidente
Mao señaló: «China pertenece al tercer
mundo, porque en los planos político y económico,
así como en otros terrenos, no se puede comparar
a los países ricos, a las grandes potencias; sólo
puede ubicarse Junto a los países relativamente
pobres». En el pasado, China sufrió la opresión
imperialista y sostuvo luchas contra el imperialismo durante
mucho tiempo, hoy ha establecido el sistema socialista,
pero, al igual que los otros países del tercer
mundo, sigue siendo un país én desarrollo
y enfrenta la tarea de llevar a cabo una prolongada y
resuelta lucha contra las superpotencias imperialistas.
Una trayectoria común, una lucha común y
los intereses comunes que China ha compartido, comparte
y compartirá con ellos durante largo tiempo, determinan
su pertenencia al tercer mundo.
China ha declarado que pertenece al tercer mundo. Esto
demuestra exactamente que ella persiste en el camino socialista
y se adhiere a los principios leninistas. Cuando Lenin
clasificó a Rusia como pús de h misma
categoría que las colonias y naciones oprimidas,
¿olvidaba acaso que la Rusia de aquel entonces
era ya un país socialista? ¿Se podría
decir que, al proceder así, Lenin alteró
el rambo de desarrollo socialista de Rusia? Todo lo contrario.
La posición de Lenin Correspondía por completo
a los intereses de la causa del proletariado internacional
y persistía genuinamente en el rumbo del desarrollo
socialista de Rusia. Hoy día, ÍChina y otros
países socialistas permanecen junto a los demás
países; del tercer mundo y todos se apoyan y ayudan
mutuamente y avanzan hombro a hombro en la lucha contra
el imperialismo y el hegemonismo. Con ello, han heredado
lealmente y desarrollado este gran concepto de Lenin.
El Presidente Mao nos instruyó más de una
vez: «En nuestras relaciones con el extranjero,
los chinos debemos desechar resuelta, definitiva,
cabal y totalmente cualquier manifestación de chovinismo
de gran nación», «debemos de tratar
en pie de igualdad a los países pequeños,
cualesquiera que sean, y no eõguir el rabo con
orgullo», y «no procurar la hegemonía».
Esta es una exigencia absoluta del sistema socialista
de China y de la línea revolucionaria proletaria
del Presidente Mao. Actualmente, China es un país
en desarrollo, pertenece al tercer mundo y está
al lado de las naciones oprimidas. En el futuro, cuando
halla desarrollado su economía, conviertiéndose
en un poderoso país socialista, pertenecerá
igualmente al tercer mundo y será ubicada junto
con las naciones oprimidas. El 10 de abril de 1974, el
camarada Teng Siao-ping, en nombre del Gobierno y del
pueblo de China, declaró solemnemente en la sesión
Extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones
Unidas: «Si algún día China cambiara
de color, se convirtiera en superpotencia y actuara también
en el mundo como déspota, perpetrando en todas
partes atropellos, agresiones y explotación, los
pueblos del mundo tendrían el derecho de pegar
a China la etiqueta de socialimperialista, de denunciarla,
combatirla y unirse con el pueblo chino para derribarla».
Cabe preguntar ¿Existe en el mundo otro país
grande que se atreva a hacer una declaración tan
franca y sincera como ésta?
Sin embargo, la camarilla de renegados revisionistas soviéticos
ha llegado a atacar a China afirmando que ésta
«procura la hegemonía» en el tercer
mundo. Tal ignominiosa difamación es simplemente
ridícula. En el largo curso del desarrollo de las
relaciones de China con los demás países
del tercer mundo y en la ayuda que les viene prestando
en las medidas de sus posibilidades, ¿se ha registrado
algún hecho que pueda corroborar que ella procura
la hegemonía? ¿Ha enviado aunque sea un
soldado a agredir y ocupar territorios ajenos? ¿Ha
que país ha exigido permiso para instalar bases
militares ¿A que país ha arrebatado siquiera
un centavo mediante chantaje y exacción? Al prestar
ayuda a otros países, ¿en alguna ocasión
ha dictado la manera de cómo deben actuar con respecto
de ella? El Presidente Mao siempre sostuvo: ïTodas
las justas luchas de los pueblos del mundo entero se dan
como apoyo mutuo». Nunca hay en el mundo entrega
o recepción de ayuda unilaterales. Está
a la vista de todos que, en sus relaciones con los demás
paises del tercer mundo, China ha promovido y observado
fielmente los afamados Cinco Principios de Coexistencia
Pacifica y los conocidos ocho principios para la ayuda
económica a otros paises. Al tratar así
de sembrar cizaña en las relaciones amistosas del
pueblo chino con los otros pueblos del tercer mundo, la
camarilla de renegados revisionistas soviéticos
no ha hecho más que revelar, una vez más,
su catadura reaccionaria. En verdad, a los ojos de los
hegemonistas de mundo no existe otro tipo de gente distinta
a los que ejercen la hegemonía y a los que están
sometidos a ella. ¡Cuán lamentablemente mezquinos
son estos infieles descendientes de Lenin! No alcanzan
a entender siquiera un hecho tan simple como este: ningún
renegado es capaz de minar la gran unidad entre el pueblo
chino y los demás pueblos del tercer mundo, unidad
sellada con su sangre en el combate común y con
su sudor en el trabajo conjunto.
EL SEGUNDO MUNDO ES UNA FUERZA UNIBLE EN LA LUCHA ANTIHEGEMONISTA
Al referirse a
la situación política mundial en los últimos
años, el Presidente Mao siempre consideró
a los países del segundo mundo como una fuerza
con la cual podemos unirnos en la lucha contra las dos
potencias hegemó nicas. Señaló que
«hay que ganarse a estos países: Inglaterra,
Francia y Alema nia Occidental, por ejemplo».
¿Por qué los países del segundo mundo
son fuerzas unibles en la lu cha antihegemonista? Porque
en los últimos treinta años, la posición
de esto países en las relaciones políticas
y económicas internacionales ha experimentad grandes
cambios.
Tras una lucha de veinte a treinta años contra
el control de EE.UU y explotando los graves reveses que
éste ha sufrido a escala mundial en su políti
ca de agresión, los paises de Europa Occidental
han superado la situación en qu se hallaban en
los primeros años de la postguerra, obligados a
aceptar los dicta dos de EE.UU. Sucede lo mismo con el
Japón. La fundación del Mercado Comú
Europeo, la política francesa de independencia
aplicada por De Gaulle, la actitud pasiva y crítica
adoptada por los paises de Europa Occidental ante las
guerras d agresión de EE.UU. contra Viet Nam, Kampuchea
y Lao, el derrumbe del siste ma monetario del mundo capitalista
con el dólar norteamericano como núcleo
las guerras comerciales y monetarias, cada vez más
agudas, entre Europa
Occidental y el Japón por un lado y EE.UU. por
el otro: todos estos hechos marcan la desintegración
del antiguo campo capitalista antes capitaneado por EE.UU
Es cierto que el capital monopolista de Europa Occidental,
Japón y otros paises aún mantiene múltiples
vínculos con EE.UU. y que, frente a la amenaza
del socialimperialismo soviético, aquéllos
todavía tienen que abrigarse bajo el «paraguas
protector» de EE.UU.; sin embargo, mientras éste
continúe aplicando su política de control,
aquellos no cesarán en su lucha contra este control
ni en su lucha por el establecimiento de relaciones de
socios en pié de igualdad.
Como Europa es el punto clave de la estratégia
soviética para su disputa por la hegemonía
mundial, el mayor peligro que Europa Occidental enfrenta
procede, obviamente, del socialimperialismo soviético.
La Unión Soviética emplaza grandes contingentes
de fuerzas armadas en el este de Europa y en los mares
del Norte y del Sur de este continente, adoptando una
postura tendente a cercar a Europa Occidental. Además,
intensifica sus actividades destinadas a apoderarse de
los puntos estratégicos a lo largo de toda la línea
que va del mar Rojo y el Indico hasta el Este del Atlántico
Sur pasando por el Cabo de Buena Esperanza, con lo cual
flanquea y rodea a Europa y amenaza seriamente las vias
de comunicación de importancia vital para Europa
Occidental. Enfrentados a esta grave amenaza a su seguridad,
los países de Europa Occidental se ven compelidos
a fortalecer su defensa nacional, a coordinar las relaciones
entre ellos, a mantener y reforzar su alianza en lo económico,
en lo político, y en el plano de la defensa. En
el Extremo Oriente, el Japón también encara
una grave amenaza La colosal fuerza militar que la Unión
Soviética tiene acantonada en el Extremo Oriente
está, por cierto, dirigida contra China, pero en
particular contra EE.UU. y Japón. La Unión
Soviética ocupa los territorios y aguas jurisdiccionales
de la parte septentrional del Japón e intensifica
cada vez más su amenaza a ese país, y su
infiltración en él, lo cual ha provocado
enérgica indignación y resistencia de todas
las fuerzas patrióticas japonesas. Por su parte,
Australia, Nueva Zelanda, Canadá y otros paises
han estrechado su vigilancia contra la expansión
e infiltración soviéticas.
En años recientes se han operado, asimismo, nuevos
cambios en las relaciones entre Europa Occidental, Japón
y otros países, por una parte, y el tercer mundo,
por la otra, Es cierto que, bajo las nuevas condiciones
y mediante nuevas formas, Inglaterra, Francia, Alemania
Occidental, Japón y otros países siguen
recurriendo a medios políticos y económicos
en un esfuerzo por mantener su control y explotación
de muchos países del tercer mundo, pero, vista
la situación en su conjunto, han dejado de ser
las fuerzas principales en el control y la opresión
de los paises del tercer mundo y, en ciertas circunstancias,
partiendo de sus propios intereses, incluso se ven forzados
a cederles lel terreno en mayor o menor grado o expresar
cierto apoyo a su lucha antihegemonista o permanecer neutrales.
Por ejemplo, luego de la lucha petrolera de 1973, los
paises del Mercado Común Europeo propusieron recurrir
al diálogo y no al enfrentamiento con los países
productores de petróleo y exteriorizaron algunas
opiniones razonables respecto a la solución del
problema del Medio Oriente. Este año, Francia proporcionó
cierto apoyo logístico a la lucha sostenida por
el Zaire contra la invasión armada instigada por
la Unión Soviética.
Los países de Europa Oriental nunca han cesado
su lucha contra el control soviético. Aún
después de haber sido ocupada Checoslovaquia, la
resistencia de su pueblo ha venido desarrollándose.
En 1976, el pueblo polaco desplegó una ámplia
campaña de protesta contra la introducción
en la nueva constitución de claúsulas referentes
a la alianza polaco-soviética y desató una
oleada de huelgas y manifestaciones con consignas como
«¡Libertad sí!» y « ¡Rusos
no!». Dentro de los gobiernos de algunos países
de Europa Oriental se desarrolla la tendencia a combatir
el control soviético. Ciertos artículos
de la prensa se quejan abiertamente de que «algunos
principios de beneficio mútuo han sido desvirtuados
en parte y en distinta medida»; señalan que
las relaciones de estos países con la Unión
Soviética «no pueden siempre basarse en el
sacrificio de un país socialista por el
bien de otro», y que «el deseo de ïcoordinación
en todoÍ no puede sino conducir en la práctica,
a una ïcoordinación en nadaÍ «,
y exigen la «toma en consideración de los
intereses particulares de todos los países del
Consejo de Ayuda Mútua Económica»
y la defensa de una «economía nacional independiente».
Con la intensificación de su disputa por
la hegemonía mundial, la Unión Soviética
ha convertido a Europa Oriental en línea delantera
de la guerra que viene preparando contra Europa Occidental
y EE.UU. El control y la intervención que ejerce
sobre los países de Europa Oriental mediante la
organización del Pacto de Varsovia se han hecho
cada vez más insoportables. Tal situación
ha motivado mayor preocupación de los pueblos de
esos países y ha avivado su lucha en defensa de
la independencia, seguridad e igualdad de derechos.
Desde luego hay que tener en cuenta que están muy
arraigados a la explotación y el control de muchos
países del tercer mundo y que éstos no desistirán
de ellos fácilmente. La lucha del tercer mundo
por el establecimiento de relaciones de igualdad y beneficio
mútuo con el segundo mundo será todavía
prolongada y seria. Sin embargo, como queda expuesto arriba,
el segundo mundo está sufriendo intervención,
control y atropello por parte de las dos potencias hegemónicas–la
Unión Soviética y EE.UU.- y enfrenta una
amenaza de guerra proviniente de ellas, particularmente
de la primera, lo cual constituye una realidad que es
todavía más grave y se agravará cada
dia más. A1 referirse a la política del
Partido Comunista de China con relación al imperialismo
durante la Guerra de Resistencia contra el Japón,
el Presidente Mao precisó: «Si bien el Partido
Comunista se opone a todos los imperialistas, debemos
disinguir entre el imperialismo japonés, que invade
a China, y las otras potencias imperialistas, que actualmente
no lo hacen; entre los imperialistas alemanes e italianos,
que se han aliado con el Japón y han reconocido
al ïManchukuo,, y los imperialistas ingleses y norteamericanos,
que se oponen al lapón; y también entre
entre la Inglaterra y los Estados Unidos del tiempo en
que seguían la política de un Munich del
Extremo Oriente y socavaban nuestra resistencia al lapón,
y la Inglaterra y los Estados Umdos de hoy, que han renunciado
a esa política y se pronuncian a favor de nuestra
resistencia». Por esa misma razón, hacer
una distinción en cuanto a la manera de tratar
los actuales enemigos principales -las dos potencias hegemónicas–y
a los países del segundo mundo, es un problema
importante y que debe de ser considerado en la 1ucha de
los países y pueblos del tercer mundo. Bajo determinadas
condiciones, la unión con el segundo mundo en la
lucha común contra las dos potencias hegemónicas
no solamente es necesaria sino posible.
En circunstancias en que la Unión Soviética
toma Europa como punto clave de su estrategia, tanto la
parte oriental como la occidental de ese continente son
las primeras en sufrir el impacto; los países de
Allí enfrentan por igual el serio problema de la
salvaguardia de su independencia nacional.
¿Es correcto, desde el punto de vista de los principios,
plantear hoy en los países desarrollados que conforman
el segundo mundo, en particular los de Europa, la consigna
de defender la independencia nacional?
En distintos períodos de la historia contemporánea
de Europa, los clásicos del marxismo-leninismo
demostraron que, aún en los paises europeos desarrollados
e incluso en momentos en que se combatía la utilización
por parte de los oportunistas de la consigna de «defensa
de la patria» para ocultar su traición al
internacionalismo proletario, las guerras por la salvaguardia
de la independencia nacional eran, en determinadas condiciones,
no sólo admisibles, sino necesarias y revolucionarias.
En 1891, cuando Alemania afrontaba la amenaza inmediata
de una agresión rusa, Engels escribió: «El
zarismo ruso es el enemigo de todas las naciones occidentales,
incluso de la borguesía de ellas». «Si
se agrava el peligro de guerra, podemos decirle al Gobierno
que estamos dispuestos, si ésto se nos hace posible
mediante un tratamiento decoroso, a apoyarlo contra el
enemigo exterior, a condición de que el Gobierno
sostenga la guerra sin cuartel con todos los medios, entre
ellos, los medios revolucionarios... Estará en
juego la existencia nacional y, para nosetros, también
el mantenimiento de la posición y las perspectivas
que hemos conquistado».
En 1916, al tiempo que se oponía a que los oportunistas
de la 11 Internacional apoyaran a cualquiera de las partes
beligerantes en la guerra imperialista, Lenin subrayó
la completa justeza de las aseveraciones de Engels arriba
citadas? y expresó que, en la Europa de aquel entonces,
aún era posible que se produjeran guerras nacionales
contra el imperialismo. Dijo: ïlncluso en Europa
no deben considerarse imposibles las guerras nacionales
en época del imperialis mo... Ia ïépocaÍ
no excluye en absolato las guerras nacionales, por ejemplo
por parte de los pequeños Estados (supongamos anexados
o nacionalmente oprimidos) contra las potencias imperialistas,
así como tampoco excluye los movimientos nacionales
de gran envergadura en Europa Oriental». «Las
guerras nacionales contra las potencias imperialistas
no só10 son posibles y probables; son inevitables
y son progresistas y revolucionarias...». Además
Lenin señaló: «Lo característico
para el imperialismo consiste precisamente en la tendencia
a la anexión no sólo de las regiones agrarias,
sino también de las más industriales».
Y expresó: «Si la guerra es por la defensa
de la democracia o contra el yugo que oprime la nación,
yo no me opongo a una guerra de ese tipo; y no temo las
palabras ïdefensa de la patriaÍ cuando éstas
se refieren a esa clase de guerra o de insurrección».
Estas exposiciones de los maestros señalan que
es justa la guerra nacional emprendida por cualquier país,
sea desarrollado o en desarrollo, contra la anexión
y la agresión de una potencia imperialista de las
cuales es víctima, y que el proletariado internacional
debe apoyar y respaldar tal guerra.
En los años 30 del siglo XX, cuando las fuerzas
del fascismo en el mundo se hacian cada vez más
desenfrenadas y la amenaza de una guerra agresiva se agravaba
considerablemente sin que llegara todavía el momento
del estallido, la Internacional Comunista dirigió
un llamamiento a la clase obrera de todos los paíseL
para que se esforzaran por establecer un amp]io frente
único contra el fascismo y la guerra. Una vez iniciada
la guerra de agresión, la clase obrera de los distintos
paises se lanzó activamente a la guerra antifascista
para salvaguardar la independencia nacional y aportó
heróicas contribuciones al triunfo de esta guerra.
Hoy, los primeros paises europeos se hayan frente a la
seria amenaza de la anexión y agresión del
socialimperialismo soviético. En repetidas ocasiones
el Presidente Mao dijo a estadistas de paises de Europa
Occidental lo siguiente. «La Unión Soviética
tiene ambiciones desmesuradas. Pietende apoderarse de
toda Europa, Asia y África». Si los paises
de Europa Occidental caen víctimas del atropello
de la herradura de los nuevos zares soviéticos,
se convertirán en países dependientes, sus
habitantes serán reducidos al estado de ciudadanos
de segunda categoría y sus pueblos sufrirán
la doble opresión de los conquistadores extranjeros
y de los entreguistas nacionales. En su tiempo, Engels
señaló que si la Rusia zarista derrotaba
a Alemania, que contaba con un movimiento obrero relativamente
desarrollado, «entonces el movimiento socialista
en Europa se extinguirá por veinte años».
¡Cuanta conciencia no debe despertar hoy dia esta
severa advertencia de Engels! Las enseñanzas impartidas
por Engels y Lenin hace decenios sobre la guerra nacional
todavía hoy nos obligan ineluctablemente a deducir
lecciones similares! En la actualidad, muchos de los países
europeos otra vez encaran el problema de la salvaguardia
de su independencia nacional, y la clase obrera, el del
mantenimiento de la posición y las perspectivas
que ha conquistado. La guerra nacional contra una agresión,
esclavización y masacre de gran envergadura por
parte de las superpotencias sigue siendo en la Europa
de hoy no solamente posible y probable, sino también
inevitable, progresista y revolucionaria. Por lo tanto,
el proletariado de los países del segundo mundo,
al tiempo que se une con las más amplias masas
populares para desplegar una seria lucha contra la opresión
y explotación de la burguesía monopolista
nacional, en defensa de los derechos democráticos
y por el mejoramiento de las condiciones de vida, no puede
sino enarbolar la bandera de la independencia nacional,
colocarse en la primera fla de la lucha contra la amenaza
de agresión de las dos superpotencias, en particular
del socialimperialismo soviético, y, uniéndose
en determinadas condiciones con todos los que rehúsen
ser manejados y esclavizados por esas dos superpotencias,
dirigir esta lucha con dinamismo o participar activamente
en ella. Esta manera de proceder contribuirá además,
al desarrollo de la situación revolucionaria en
dichos paises.
El marxismo-leninismo siempre concede gran importancia
a la tarea de ganarse a las fuerzas intermedias en la
lucha contra el enemigo. Al hacer esfuerzos por unirse
en mayor o menor grado con los países del segundo
mundo, el teroer mundo está precisamente propinando
golpes directos a la política de agresión,
expansión y guerra de las dos superpotencias hegemónicas,
particularmente del socialimperialismo soviético.
Este califica a las fuerzas antihegemónicas
del segundo mundo de «belicistas» o de «elementos
nacionalistas» «contrarios al internacionalismo»,
precisamente con el propósito de enturbiar el agua
para ocultar su verdadera catadura como el más
peligroso atizador de una guerra mundial. ¿No es
esto sumamente claro?
Sin duda alguna, cuando afirmamos que el segundo
mundo es una fuerza unible en la lucha contra el hegemonismo,
no queremos decir en modo alguno que se pueda pasar por
alto las contradicciones entre los paises del segundo
mundo y los del tercero, así eumo las contradicciones
de clase en el seno de aquellos, ni queremos decir, en
absoluto, que se pueda suprimir la lucha de los países
y pueblos oprimidos contra la opresión y la explotación.
El mundo no puede avanzar sino en medio de luchas, y la
unión no puede alcanzarse sino en el curso de la
lucha. Si la unidad se logra por medio de la lucha, vivirá;
si se logra al precio de concesiones, morirá. Esta
unión y unidad sólo puede lograrse y fortalecerse
de manera gradual en el curso de h lucha contra el entreguismo,
contra la tendencia al apaciguamiento y contra el neocolonialismo,
y en el proceso de la lucha por rechazar la ofensiva de
las fuerzas reaccionarias contra las progresistas.
Los países del segundo mundo, que enfrentan una
amenaza bélica cada vez más seria de las
superpotencias, tienen la necesidad de fortalecer la unión
entre si yÍ la unión con el tercer mundo,
la unión con todo aliado posible, a fin de avanzar
en la lucha contra los enemigos comunes. Para defender
su independencia y existencia nacionales, la lucha unida
es el único camino correcto, aunque seguramente
está rodeado de zarzas y no de rosas.
FORMAR UN FRENTE Único INTERNACIONAL LO MAS AMPLIO
POSIBLE PARA FRUSTRAR EL IlEGEMONISMO DE LAS DOS SUPERPOTENCIAS
Y SU POLlTICA DE GUERRA
La actual lucha
sostenida por los pueblos del mundo entero contra el hegemonismo
de las dos superpotencias y la lucha contra su política
de guerra, constituyen los dos aspectos de un mismo combate.
El hegemonismo esunmedio al que recurren las dos superpotencias
para preparar la guerra y, a la vez, el objetivo que persiguen
es desatarla. El peligro de guerra derivado de la disputa
entre la Unión Soviética y EE.UU. por la
hegemonía mundial amenaza de modo cada día
inás grave a los pueblos del mundo. ¿Que
actitud debemos adoptar ante este problema?
El pueblo chino y los demás pueblos del mundo están
resueltamente por la paz y contra una nueva guerra mundial.
El pueblo chino tiene por delante la grandiosa tarea de
acelerar la contrucción socialista y de realizar
las cuatro modernizaciones, para lo cual necesita apremiantemente
un ambiente duradero de paz. Al igual que nosotros, la
abrumadora mayoría de los paises del mundo se ospone
a la guerra. Una nueva conflagración traería
indudablemente a la humanidad catástrofes de gran
magnitud, y nadie la quiere excepto el exíguo número
de maniacos belicistas, que tratan de implantar su dominación
exclusiva en el mundo. El Presidente Mao siempre dijo
que nuestra actitud frente a una guerra mundial consistia
en dos puntos: En primer lugar estamos en contra; en segundo,
no la tememos. Decimos que no tememos la guerra, y ésto,
no porque ella sea de nuestro agrado ni porque creamos
que sus destrucciones no son graves, sino porque el miedo
no resuelve ningún problema y porque estamos firmemente
convencidos de que la guerra jamás podrá
acabar con la humanidad, y, en cambio, ésta podrá,
sin duda, hacer que aquella desaparezca.
¿Cuales
son, entonces, nuestras tareas?
Primero, debemos advertir a los pueblos del peligro de
la guerra. Las dos superpotencias están movilizando
con frenesí todas sus fuerzas en preparación
de una guerra. Porqué lo hacen Así? Lenin
ya respondió hace tiempo: La guerra se desprende
de la naturaleza misma del imperialismo. «El dominio
mundial es el contenido de la política imperialista,
cuya continuación es la guerra imperialista».
Eh una conversación con un dirigente de un país
del tercer mundo, sostenida en 1974, e1 Presidente Mao
puntualizó: «En el mundo existe el imperialismo.
En nuestra opinión, Rusia se llama socialimperialismo,
y éste sistema social está preñado
de guerra. No se trata de que ustedes, ni nosetros, ni
el tercer mundo, ni los pueblos de los paises ricos queramos
una guerra mundial, sino que ésta es una cosa independiente
de la volumtad del hombre». No somos fatalistas
pero creemos que el desarrollo de la historia se rige
por leyes que le son propias. Puesto que la guerra contemporánea
es el producto del imperialismo, no es posible eliminar
la guerra mundial sino llevando a cabo una revolución
que derroque el sistema imperialista. Si se produce en
los territorios de las dos superpotencias una revolución
social que las convierta en dos países socialistas,
la conflagración mundial será sin duda eliminada.
Tal revolución se producirá tarde o temprano,
pero, ya que todavía no se ha realizado, no tenemos
razón alguna para aflojar nuestra vigilancia frente
a una guerra mundial.
Como la disputa
de las dos potencias hegemónicas -la Unión
Soviética y EE.UU.–se hace más y más
enconada y, sobre todo, como el socialimperialismo se
halla a la ofensiva en esta contienda, sus conflictos,
al fin y al cabo, no pueden ser zanjados por medios pacíficos.
En el curso de la enconada disputa de las dos superpotencias,
a veces es posible que lleguen a cierto acuerdo para un
fin determinado. El Presidente Mao dijo: «Puede
haber acuerdos, pero, a mi modo de ver, no serán
tan sólidos. Seran temporales y, al mismo tiempo,
engañosos. En el fondo mismo la disputa sigue siendo
lo principal». Y esta disputa conducirá inevitablemente
a la guerra. En la actualidad, van en notable aumento
los factores de guerra. Las dos potencias hegemónicas
intensifican sus respectivos preparativos bélicos
al mismo tiempo que cantan a voz en cuello viejas cantinelas
como «distensión» y «desarme».
Cabe preguntar: ¿No sería mejor que en lugar
de cantar esas viqas cantinelas destruyeran lisa y llanamente
todo el gigantesco arsenal de que disponen? Pero, por
el contrario, ellas hacen cuantiosas inversiones para
seguir investigando y fabricando nuevas armas nucleares,
y misiles, y para desarrollar las armas químicas
y biológicas, del mismo modo que otras armas de
mayor eficacia y capacidad mortífera. Las fuerzas
armadas de la una y la otra han tomado las disposiciones
necesarias para entrar en guerra y realizan constantemente
toda clase de maniobras militares. Ambas partes tienen
emplazadas en Europa Central sendas fuerzas de centenares
de miles de efectivos. En los océanos, sus flotas
navales se vigilan mutuamente. Enviando de manera constante
nuevos espías a lo largo de la Tierra, poniendo
contínuamente en movimiento nuevos submarinos en
las profundidades de1 mar y lanzando sin cesar nuevos
satélites militares al espacio exterior, cada parte
realiza labores de reconocimiento para descubrir los secretos
militares de la otra y se haya lista para destruir de
modo definitivo sus fuerzas bélicas. Todo
ello pone en plena evidencia que las dos superpotencias
están preparándose actívamente para
una guerra total y que, en las actuales condiciones históricas,
no existe la posibilidad de una paz duradera, siendo inevitable
una nueva conflagración mundial.
Segundo, debemos
de hacer todos los esfuerzos por intensificar la
lucha antihegemonista, o sea, luchar por postergar la
guerra y reforzar en esta lucha las propias fuerzas de
defensa de los pueblos.
Las dos potencias hegemónicas están empeñadas
actívamente en los preparativos para una nueva
conflagración y en la disputa por la hegemonía
mundial. Esta es su orientación, la que no cambiará
en absoluto, y nadie debe forjarse la ilusión al
respecto. Sin embargo, no les resultará fácil
salirse con la suya, pues no pueden por menos de tropezar
con toda clase de serias dificultades y obstáculos.
En comparación con las guerras del pasado, una
guerra contemporánea de gran envergadura no es,
ni mucho menos, un simple problema militar aislado, y
su preparación no puede sino estar estrechamente
entrelazada con los factores de política interna,
finanzas, economía, relaciones exteriores,
etc. Al expandir frenéticamente su costosa maquinaria
de guerra, la Unión Soviética y los EE.UU.
vienen acrecentando, como algo inevitable, la opresión
y explotación de sus pueblos, lo cual agrava sus
respectivas contradicciones económicas, así
eomo las contradicciones de clase y las contradicciones
entre nacionalidades dentro de uno y otro país.
Al perpetrar por todas partes actividades de agresión
y expansión y acelerar sus disposiciones de estrategia
global, vienen violando por doquier los derechos soberanos
y los intereses de otros países, haciendo recrudecer
así las contradicciones entre ellas y esos países
y pueblos. Por tanto, en el curso para su preparación
para la guerra, sus crisis, tanto de orden interno como
de orden externo, no pueden sino ir agudizándose.
Todo ésto terminará inevitablemente por
desbarajustarse el horario de su preparación para
desatar la guerra.
El Presidente Mao
dijo: «EE.UU es un tigre de papel No crean en él
pues se romperá de una estocada La Unión
Soviética revisionista también es un tigre
de papel». LÍa polítiea del imperialismo
norteamericano destinada a establecer la hegemonía
en el mundo ha sido objeto, desde hace mucho, de una heroica
resistencia de los pueblos de los diversos países.
Ahora, EE.UU. sigue haciendo lo imposible para defender
sus intereses creados en todos los continentes. Ya que
tiene tantas cosas que defender, la línea de su
frente es demasiado larga y, «sujetando diez pulgas
con los diez dedos»–como lo describía
el Presidente Mao-, ha quedado estratégicamente
en la pasividad. El socialimperialismo soviético
se halla, en cambio, a la ofensiva, pero, ïia ofensiva
a que se encuentra entrana la derrota». Allí
donde sus garras de agresor permanecen extendidas por
cierto tiempo, indudablemente se pone al descubierto su
máscara y se levanta una lucha contra él.
En los últimos años, a efectos de su disputa
por las alas de Europa, gastó ingentes energías
en el mar Mediterráneo, el Medio Oriente, la zona
del Mar Rojo, las costas del este y oeste de África
y las orillas del oceáno Indico, pero terminó
en sucesivos y deshonrosos fracasos. Su desembozada política
de fuerza y su diplomacia de cañoneros ha tropezado
con la creciente oposición de los pueblos del mundo.
No obstante haber hecho los máximos esfuerzos por
la expansión armamentista y los preparativos bélicos,
la Unión Soviética, que abriga tan enormes
ambiciones, «es incapaz de hacer frente a Europa,
el Medio Oriente, Asia Meridional, China y el Océano
Pacífico» y, sin lugar a dudas, «su
fuerza está por debajo de su veracidad».
Los tropiezos y
reveses que han sufrido las dos potencias hegemónicas
demuestran que, en medio de esta excelente situación
internacional, redoblar la lucha antihegemonista, desbaratar
cada una de las disposiciones de guerra de las dos potencias
hegemónicas y aplazar el estallido de una guerra
mundial, no sólo es el deseo común de todos
los pueblos del mundo, sino que cuenta con posibilidades
reales. La guerra mundial es inevitable, pero puede ser
aplazada. A fin de prevenirnos contra el ataque sorpresivo
de los incendiarios de esa guerra, es indispensable exigir
que nuestro trabajo de defensa esté listo para
enfrentar una guerra que se desencadene pronto y a gran
escala, pero ésto no quiere decir que la guerra
vaya infaliblemente a estallar mañana mismo. Para
retardar la guerra, el quid de la cuestión no reside
en las negociaciones y acuerdos que tanto pregonan ciertas
gentes, sino de la lucha antihegemonista que sostienen
unidos los pueblos de los diversos países.
La historia ha
comprobado repetidas veces que la lucha conjunta de los
pueblos constituye la fuerza principal para hacer fracasar
a los incendiarios belicistas. Siempre que los pueblos
de los diversos paises se esfuercen por intensificar los
preparativos de orden material y organizativo para enfrentar
la guerra de agresión, sigan de cerca y se empeñen
en frustar las actividades de agresión y de expansión
de las dos potencias hegemónicas –la Unión
Soviética y EE.UU.-, sin permitirles que violen
la soberanía de su propio país ni de los
demás países, sin permitirles que ocupen
su territorio, sus aguas jurisdiccionales, y los lugares
y vías estratégicos ni recurren a la fuerza
armada, la amenaza con la fuerza armada u otros medios
para intenenir en sus asuntos internos, y siempre que
se precavan rigurosamente contra las maquinaciones subversivas
de esas potencias y contra las intrigas militares, políticas
y económicas, encubiertas por la «ayuda»
y no les dejen establecer, expandir, repartirse y disputarse
esferas de influencia en ningún logar del mundo,
podrán aplazar de seguro el esta11ido de una guerra
mundial por parte de las dos potencias hegemónicas,
y, en caso de que se desate ésta, encontrarse en
una situación de suficiente preparación
y una posición relativamente favorable. A éste
efecto, todos los países y pueblos del tercero
y segundo mundos, que son objeto de la amenaza de las
dos potencias hegemónicas, deben, ante todo, elevar
el espíritu de intrepidez, tener la seguridad de
que cualquier superpotencia, por arrogante que sea, puede
ser derrotada, no temer al chantaje ni dejarse engañar,
persistir en salvaguardar su propia independencia, sus
intereses y seguridad, apoyarse principalmente en sus
propias fuerzas y, al mismo tiempo, reforzar enérgicamente
el apoyo mútuo en pie de igualdad y unirse con
todas las fuerzas unibles para llevar hasta el fin la
lucha antihegemonista.
Tercero, es imperativo
intensificar la lucha contra la política
de apaciguamiento, porque esta política no puede
sino acelerar el estallido de la guerra. En Occidente
hay quienes aplican tal política para con la Unión
Soviética. Algunos de ellos pretenden por todos
los medios encontrar una fórmula «ideal»
que se base en compromisos y concesiones ante la expansión
y la amenazas soviéticas, poniendo por delante
postulados como la «doctrina Sonnenfeldt»,
con la ilusión de satisfacer así las ambiciones
de los agresores y conseguir, al menos, una tranquilidad
pasajera; otros piensan en utilizar cuantiosos préstamos,
un comercio de gran volumen, explotación conjunta
e intercambio tecnológico para dar una «base
material» a la llamada cooperación pacífica
destinada a evitar la guerra; otros más intentan
derivar hacia Oriente el peligro que encierra la Unión
Soviética y deshacerse de él sacrificando
la seguridad de otros países. Sin embargo, ¿no
son todas estas estratagemas copia de férmulas
ya empleadas en la historia de la guerra que resultaron
completamente fallidas? En su tiempo, Chamberlain, Daladier
y sus semejantes cocinaron el Acuerdo de Munich sacrificando
a Checoslovaquia; pero, ¿lograron con ello detener
o aflojar los pasos de Hitler, que procuraba una yarda
después de haber tomado una pulgada? Si es cierto
que Hitler invadió Polonia drigiéndose hacia
Oriente, ¿no lo es igualmente que, acto seguido,
ocupó Francia volviéndose hacia Occidente?
Los EE.UU., Inglaterra y Francia transfundieron sangre
e insuflaron aire a Alemania y al Japón, proporcionándoles
ayuda y préstamos y vendiéndoles material
de guerra, y ¿acaso esto los condujo a presenarse
a sí mismos? Por supuesto, las negociciones norteamericano-soviéticas
sobre el desarme, las negociaciones sobre el desarme en
Europa Central, la conferencia sobre seguridad y cooperación
de Europa, así como otras actividades semejantes,
son hoy día más frecuentes que antes de
la Segunda Guerra Mundial No obstante, con la intensificación
de los esfuerzos por estas conferencias y negocios ¿acaso
se ha relajado y no agravado la crisis de guerra en Europa?
¿Acaso se ha reducido y no incrementado la cantidad
de todo tipo de armas amontonadas a ambos lados del frente
europeo? Mientras más grata suene al oído
la cantinela sobre la distensión, y más
intensas sean las actividades de apaciguamiento, mayor
será el peligro de guerra. Esto no es sensacionalismo
de nadie, sino una verdad que ha sido corroborada numerosas
veces por la historia. Ya es hora que despejen su cabeza
esos partidarios del apaciguamiento.
Si, finalmente,
estalla la guerra, el resultado no será, sin lugar
a dudas, conforme al deseo unilateral de los incendiarios
de la guerra, sino al revés. En la actualidad,
cada una de las dos potencias hegemónicas se prepara
para recurrir a ataques sorpresivos en la guerra a fin
de eliminar de un golpe las fuerzas bélicas de
la otra. Sin embargo, su objetivo es muy difícil
de conseguir, ya que ambas partes han venido realizando
intensos preparativos para prevenir este tipo de ataques.
En el curso del desarrollo de la guerra, ineluctáblemente
ocurrirán, en diversas partes del mundo, numerosos
cambios, que serán difíciles de preveer
y controlar por las dos potencias hegemónicas,
y los pueblos de diversos países encontrarán,
sin duda, muchas ocasiones para organizar guerras contra
la agresión Estas impetuosas guerras contra la
agresión no podrán ser sofocadas, y los
pueblos del, mundo, mediante sus prolongados esfuerzos
aunados, eliminarán finalmente a los incendiarios
de la guerra. Justamente como señaló el
Presidente Mao, «puede afionarse que si, a pesar
de todo, los imperialistas desencadenan una tercera guerra
mundial, como resultado de ésta otros centenares
de miUones pasarán inevitablemente al lado del
socialismo, y a los imperialistas no les quedará
mucho espacio en el mundo; incluso es probable que se
derrumbe por completo todo el sistema imperialista».
En resumidas cuentas, quien quiera que se atreva a provocar
una conflagración mundial, será objeto de
la más fiane oposición y los más
resueltos golpes por parte de los pueblos del mundo entero,
así como del pueblo de su propio país, y
se hundirá irremediablemente en la hecatombe defmitiva.
Ya en 1968 el Presidente
Mao indicó: «El revisionismo soviético
y el imperialismo norteamericano han perpetrado tantas
fechorías e infamias que los pueblos revolucionarios
del mundo entero no los perdonarán. Están
alzándose los pueblos de los diversos paises. Ha
comenzado un nuevo periodo histórico, el de la
lucha contra el imperialismo norteamericano y el revisionismo
soviético» Actualmente, se robustecen diariamente
las fuerzas mundiales que se oponen al hegemonismo de
las dos superpotencias y está tomando cuerpo un
amplisimo frente único internacional antihegemonista.
En este frente, los países socialistas y el proletariado
internacional se hallan en las primeras filas de la lucha,
denuncian y combaten fírmemente la política
de agresión y guerra de las dos potencias hegemónicas
y respaldan los esfuerzos aunados de todos los paíseh
y pueblos víctimas de su agresión y amenaza.
Los numerosos países y pueblos del tercer mundo,
en salvaguardia de su independencia, soberanía
y seguridad, están sosteniendo una lucha de medida
por medida contra las superpotencias. Los pueblos del
primero y segundo mundos también experimentan un
creciente despertar y despliegan luchas de múltiples
formas contra las dos potencias hegemónicas. Cobra
impulso la lucha de los países del segundo mundo
contra el control de las potencias hegemónicas,
la Unión Soviética y EE.UU., particularmente
contra la amenaza bélica de la primera, y se acentúa
la propensión de aquellos países a su propia
cohesión y a su unión con el tercer mundo.
Todo esto evidencia que la unión de todas las fuerzas
mundiales que se oponen a las dos potencias hegemónicas,
unión destinada a reforzar su lucha, constituye
la tendencia principal en el desarrollo de la actual situación
internacional. Esta tendencia viene demostrando cada día
más la justeza de la teoría del Presidente
Mao sobre los tres mundos y su poderío como pensamiento–guía
para el proletariado internacional en sus esfuerzos por
confommar, junto con los pueblos del mundo entero, un
amplisimo frente único antihegemonista.
Formar un frente
único lo más amplio posible en la lucha
revolucionaria a escala mundial para atacar al enemigo
principal es una política revolucionaria seguida
de manera consecuente por el proletariado internacional.
Lenin enseñó: «Sólo se puede
vencer al enemigo mas poderoso poniendo en tensión
todas las fuerzas y aprovachando obligatoriaimente
con el mayor celo, minuciosidad, prudencia y habilidad
la menor fisuraÍ entre los enamigos, toda
contradicción de intereses entre la burguesía
de los distintos países, entre los diferentes grupos
o categorías de la burguesía en el interior
de cada país; hay que aprovechar asimismo las menores
posibilidades de lograr un aliado de masas, annque sea
temporal, vacilante, inestable, poco seguro, condicional.
El que no comprende esto, no comprende ni una palabra
de marxismo ni de socialisrno científico, contemporáneo,
en general». La experiencia de la revolución
del proletariado y de las naciones oprimidas ha probado
reiteradas veces que solo aplicando correctamente esta
política se puede poner en acción un gigantesco
ejército revolucionario de millones y millones
de hombres, de tal modo que se concentren las fuerzas
para golpear al enemigo principal y conseguir la victoria
de la revolución. Actuar en contra de esta política
significaría empujar a las fuerzas ganables hacia
el bando enemigo, engrosando así las filas de éste
y aislándonos a nosotros mismos, lo que conduciria
la revolución al fracaso.
La camarilla de
renegados revisionistas soviéticos ha calumniado
de modo virulento el empeño de establecer un frente
Único internacional en contra de las dos potencias
hegemónicas, la Unión Soviética y
EE.UU., tildándolo de «organizar un bloque
y una alianza político-militar con el imperialismo
y todos los demás reaccionarios». Tales calumnias
comprueban desde el ángulo adverso, la justeza
de esta política. Dicha camarilla tiene mucho miedo
a que los pueblos del mundo se valgan de esta arma mágica
revolucionaria–el frente único–para
enfrentarla a ella. Con palabras seudorrevolucionarias
intenta inducir a los pueblos revolucionarios a adoptar
una actitud de «puertas cerMdas», que descartan
a los aliados. En vísperas de la Guerra de Resistencia
contM el Japón, el Presidente Mao les hizo ya críticas
penetrantes, puntualizando: «En cambio, la táctica
de ïpuertas cerradasÍ es la del ïaislamiento
imperialÍ. La actitud de ïpuertas cerradasÍ
empuja a los peces hacia las aguas profundas y los pájaros
hacia el bosqueÍ: ella empuiará a los ïmmones
y millones de hombres de las rnasas popularesÍ,
a ese ïgigantesco ejércitoÍ. hacia
el bando enemigo, ganándose Así el apleuso
de éste». Estas criticas a la actitud de
«puertas cerradas» fueron cálidamente
apoyadas por todo el pueblo chino. Pero los trostkistas
salieron a la palestra para lanzar ataques, alegando calumniosamente
que la política de frente único nacional
antijaponés del Partido Comunista de China significaba
«reclamar ïun frente unidoÍ con los
burócratas, los politicastros, los caudillos militares
y hasta con los verdugos de las masas», «abandonar
la posición de clase» y otras cosas por el
estilo. El gran pensador Lu Sin los reprendió poniendo
el dedo en la llaga «La ïteoríaÍ
de ustedes, es, efectivamente, muy superior a la del señor
Mao Tse– tung y compañeros, y más
que superior, resulta sencillamente que la una está
en el cielo, mientMs la otra está en la tierra.
No obstante, por más admiración que esta
superioridad despierte, es lamentable que quienes la acogen
sean nada menos que los agresores japoneses. Por consiguiente,
es inevitable que esta superioridad calga del cielo para
ir a parar al más inmundo lugar de la tierra...
Me permito advertirles que esa suprema teoría de
ustedes no será acogida por las masas populares
de China y que sus acciones contrarían la norma
de virtud que hoy observan los chinos». A1 releer
hoy las sentencias de Lenin, del Presidente Mao y de Lu
Sin, ¿no percibimos que las afiladas puntas de
sus lanzas están penetrando justamente en las entrañas
de los renegados revisionistas soviéticos?
La teoría
del Presidente Mao sobre los tres mundos ha atraído
grandemente la atención de todas las fuerzas del
mundo que se oponen a las superpotencias. ¿A qué
se debe ésto? Se debe, primero, a que ella infunde
gran confianza al proletariado internacional y
a los pueblos de los países socialistas, pemlitiéndoles
ver con nitidez la relación fundamental que existe
entre los tres tipos de fuerzas en el mundo actual, es
decir, la relación entre nosotros–el proletariado-,
los amigos y los enemigos, y pemmitiéndoles, al
mismo tiempo, vislumbrar las perspectivas de la victoria
de la lucha antiimperialista y antihegemonista y de la
causa del comunismo; segundo, a que comunica gran confianza
a las amplias masas populares y a los numerosos paises
del tercer mundo, ayudándoles a ver su extraordinaria
fuerza y a comprender que en su lucha no sólo cuentan
con el seguro apoyo de los paises socialistas y del proletariado
internacional y con la solidaridad de los pueblos del
primer mundo y del segundo, sino que también pueden
procurar cierta cooperación de los paises del segundo
mundo y explotar las contradicciones existentes entre
las dos superpotencias; y tercero, a que, adem$ de transmitir
grandes esperanzas a las masas populares del primero y
segundo mundo, esta teoría señala una salida
a todas aquellas fuerzas políticas de los países
del segundo mundo, que, amenazadas por la agresión
de las dos superpotencias, se esfuerzan por salvaguardar
los derechos soberanos y la existencia de sus naciones.
En fin, la fuerza de esta teoría proviene
del hecho de que corresponde a la realidad objetiva de
la política mundial e ilumina el hermoso futuro
de la humanidad.
E1 Presidente Mao
siempre depositó ilimitadas esperanzas en los pueblos
de los diversos paises del mundo. Dijo: «Las vastas
masas populares de la Unión Soviética, la
inmensa mayoría de los miembros de su partido y
de sus cuadros, son buenos y quieren la revolución;
la dominación de los revisionistas no durará
mucho tiempo». En otra ocasión expresó:
«Deposito gran esperanza en el pueblo norteamericano».
Con respecto al pueblo japonés, el Presidente Mao
afirmó: ïYÍor más sinuoso que
sea el camino de su lucha, es luminoso el ponenir del
pueblo japonés». En una entrevista con personalidades
de África y América Latina, manifestó:
«Estando todos nosatros en un mismo frente de combate,
es imprescindible que nos unamos y nos apoyemos».
«Los pueblos del mundo, mcluido el pueblo norteamericano,
son todos amigos nuestros». Es obvio que por los
pueblos del mundo el Presidente Mao se refería,
ante todo, al proletariado internacional.
Hace más
de un siglo, Marx y Engels, grandes maestros de la revolución
proletaria mundial, señalaron en su Manifiesto
del Partido Comunista que «la burguesía produce,
ante todo, sus propios sepultureros». Para cumplir
su gran misión histórica de sepultar el
sistema capitalista, que frecuentemente fabrica guerras
mundiales, hoy el proletariado internacional tiene que
hacer los mayores esfuerzos por formar, consolidar y ampliar
el frente único internacional en contra de las
dos potencias hegemónicas, la Unión Soviética
y los EE.UU., y desempeñar plenamente, dentro de
este frente, su papel de núcleo. Marx y Engels
dijeron «Los comunistas luchan por alcanzar los
objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero,
al mismo tiempo, defienden también, dentro del
movimiento actual, el porvenir de este movimiento».
La victoria de la lucha mundial antihegemonista y la victoria
de la lucha del proletariado internacional por la causa
del socialismo y el comunismo son idénticas en
sus intereses fundamentales. El capitalismo ha entrado
en su fase de moribundo y decadente imperialismo y las
dos superpotencias, manchadas de sangre, se han precipitado
al fondo de la gigantesca red que ellas mismas han tendido
en todo el globo. Ya no está muy lejano el día
en que el proletario internacional, sepulturero de la
burguesía, y sus íntimos aliados–los
pueblos y naciones oprimidos- se despojen de sus cadenas
y ganen todo un mundo.
¡Proletarios
y naciones oprimidas de todo el mundo, uníos! Paises
víctimas de la agresión, intención,
control, subversión y atropello de las dos potencias
hegemónicas, la Unión Soviética y
EE UU, uníos! ¡La victoria será de
todos los pueblos del mundo en lucha contra las dos potencias
hegemónicas!