El camarada
Francisco Mosquera Sánchez nació en
Piedecuesta, Santander, el 25 de mayo de
1941. Desde su infancia hasta el día de su
muerte dejó impreso el testimonio de su
inquebrantable vocación revolucionaria, y
sembró a lo largo de su fructífera vida
entre sus familiares, sus amigos y sobre
todo entre sus copartidarios y discípulos,
la simiente de la insumisión, de la lealtad
con los desposeídos y de la fe indeclinable
en el triunfo de los ideales proletarios que
supo encarnar como nadie, hasta el punto de
haberse convertido en el más grande
marxista-leninista que haya conocido la
historia de Colombia.
Un rebelde
precoz
Nuestro Pacho fue el mayor de los cuatro
hijos, tres varones y una mujer, de don
Francisco Mosquera Gómez y doña Lola
Sánchez. Su padre, un educador, autor de
varios textos y manuales pedagógicos,
también se desempeñó como visitador escolar.
razón por la cual la familia se trasladaba
casi anualmente de lugar en lugar del
departamento: San Gil, Vélez, Málaga,
Barrancabermeja, Socorro, Zapatoca,
Floridablanca, fueron las poblaciones que lo
vieron crecer y estudiar la primaria. Su
primera maestra, la que le enseñó a leer y a
escribir, se llamaba Carmen de Tirado. Los
cuatro años iniciales del bachillerato los
cursaría en Tunja, en los colegios de los
jesuítas y de los padres salesianos.
A los ocho
años ya se manifiesta su instinto insumiso.
Su padre recuerda haberle descubierto un
texto escrito de su puño y letra en papel
sellado, en el cual manifestaba el deseo de
luchar por los pobres de Colombia; recuerda
también que, en una ocasión en la cual ganó
un "5 y 6", y antes de conocer el monto del
premio, que a la postre no bastó para cubrir
el gasto de la reposición, le regaló su cama
al hijo de una humilde celadora, que era su
amigo, vecino y compañero de juegos y que
dormía entre cartones; igualmente que
"hablaba de .todo como un hombre maduro", y
que siempre guardaba con disciplina estricta
algunas horas de cada día para la lectura y
el estudio. Muy joven comenzó a ejercer el
periodismo, vinculado a una emisora de la
capital boyacense.
De regreso a
Bucaramanga, Mosquera estudió los últimos
dos años de secundaria en el Colegio
Santander. En sus aulas inició la carrera de
dirigente político, cuando se puso al frente
de una huelga estudiantil que logró
involucrar a muchos otros colegios y hasta a
la Universidad Industrial de Santander, UIS.
Fue tal la trascendencia de esta batalla,
que lo convirtió, con apenas dieciocho años
de edad, en líder de las juventudes
liberales santandereanas; en orador, junto a
Carlos Lleras Restrepo y Augusto Espinosa
Valderrama, en la concentración realizada
como homenaje a la memoria de Jorge Eliécer
Gaitán; en candidato a la Cámara de
Representantes y en columnista diario del
periódico Vanguardia Liberal, que orientaba
Alejandro Galvis Galvis, en cuyas páginas
publicó durante un par de años la columna
"Ocurrencias", en la que siempre apeló a la
opinión pública como respaldo a los
conceptos que planteaba.
La ruptura
de Mosquera con el liberalismo tenía que
precipitarse porque sus ideales chocaban con
las concepciones y prácticas de los
políticos de la burguesía, y se produjo muy
pronto. El día de su graduación como
bachiller, mientras la familia y los
compañeros lo esperaban, llegó tarde, y en
un volante impreso que repartió entre todos
los asistentes, titulado "Yo protesto",
anunciaba que de manos de los represores y
reaccionarios se negaba a recibir su
diploma. Viajó a Bogotá, donde inició la
carrera de Derecho en la Universidad
Nacional, trabajó fugazmente en El
Espectador y tomó contacto, casi
simultáneamente, con la ideología marxista.
Tras una huelga en respaldo a los obreros de
Ecopetrol fue expulsado de la universidad y
estudió luego por un breve período en el
Externado de Colombia. En 1961, con motivo
del "Día del Padre", Pacho le escribe al
suyo una carta en la cual, entre muchas
otras consideraciones, solicitaba que si no
cumplía con dedicar su vida a la causa de
los explotados y oprimidos de su patria, no
se inscribiera sobre su tumba nombre alguno.
Tenía apenas veinte años y ya encaraba su
vida como un compromiso profundo con el
futuro de su nación y de su pueblo.
El MOEC, su
Primera Batalla
Tan pronto como los guerrilleros de la
Sierra Maestra se tomaron el poder en Cuba,
el 1º de enero de 1959, en toda América
Latina brotaron los grupos que quisieron
emularlos. Era evidente el carácter
conciliador y revisionista de los llamados
partidos comunistas, y nuevas fuerzas,
provenientes de la pequeña burguesía,
querían recorrer otros senderos para
acelerar la revolución. El primero de ellos
surgió en Colombia, seis días más tarde, en
un momento en el cual se agudizaba el
desprestigio del Frente Nacional. Se trataba
del Movimiento Obrero Estudiantil Campesino
7 de Enero, MOEC, fundado por Antonio
Larrota, que despertó el entusiasmo de
amplios sectores de la juventud estudiantil.
En 1963, Francisco Mosquera fue admitido
como su militante. Unos meses después lo
enviaron a Cuba, al frente de un grupo de
diez personas, para recibir un entrenamiento
político-militar que, en verdad, resultó ser
sólo militar. Al regreso puso de manifiesto
su desacuerdo frente al gobierno de Fidel
Castro, frente a su promoción del foquismo,
así como frente a los farragosos y poco
sustanciales discursos de Fidel, que
pretendían sustituir la política y la teoría
revolucionarias.
En el seno
del MOEC, que venía de sufrir incontables
descalabros militares, bajas y divisiones
internas, Mosquera desata entonces una
batalla ideológica enarbolando las banderas
del pensamiento de Mao Tse-tung. En abril de
1964, en el Segundo Congreso, lo eligieron
como tesorero del Comité Ejecutivo Nacional.
Fiel a su convicción de que un partido
proletario debe sostenerse por sí mismo para
poder ser independiente, logra que Corea del
Norte, China, Albania, Cuba y otros países
suspendan los envíos de dinero al MOEC,
caudal que dirigentes corruptos venían
dilapidando. Son éstos quienes lo amenazan
de muerte y lo expulsan acto seguido de sus
filas, junto con unos treinta camaradas que
lo respaldan. Con ellos crea el lº de
octubre de 1965 el núcleo de nuestro
Partido, del cual es elegido Secretario
General, en una reunión que aprueba su
documento titulado "Hagamos del MOEC un
auténtico partido marxista-leninista", el
cual constituyó la base ideológica interna
para la derrota del oportunismo de
"izquierda". El documento reivindicaba la
necesidad de crear un partido de carácter
proletario, la del sustento ideológico
marxista- leninista, la dirección de la
clase obrera, la obligatoria vinculación de
los cuadros a las masas y el
autosostenimiento económico, cimentado en
los propios esfuerzos y en el respaldo del
pueblo.
El mismo
Pacho caracterizaría al MOEC, años más
tarde, como "un grupo conspirativo de
intelectuales, obreros y campesinos,
honestos pero equivocados", al cual con su
lucha transformó en "un núcleo
marxista-leninista, con una estrategia y una
táctica acertadas de la revolución
colombiana y cada vez más vinculado e
identificado con las más amplias masas
populares"
Surgimiento
del MOIR
Desde ese momento, Mosquera cumple una vez
más con lo que pregona: se vincula como
funcionario al Sindicato de las Empresas
Públicas de Medellín, y desde ese cargo
comienza a difundir su pensamiento; el
bautizo de fuego de su experiencia
sindicalista lo tuvo en la huelga de una
mediana empresa productora de calzado,
Creaciones Italianas. De escaramuza en
escaramuza, va asimilando a las condiciones
del país los postulados del
marxismo-leninismo, y pronto logra el
prestigio necesario para crear un
movimiento, inicialmente limitado a
Antioquia, pero que cuenta con destacamentos
obreros tan importantes como los de Coltejer
y Vicuña, movimiento que enfrenta el manejo
gremial y proimperialista de la UTC y la
CTC, por entonces enseñoreadas de las
organizaciones sindicales. Bajo su
dirección, el Bloque Sindical Independiente
de Antioquia sienta un ejemplo que muy
pronto halla eco en el Valle y en Santander,
e inclusive en la Unión Sindical Obrera,
USO, a la cual muchos años más tarde
Mosquera calificaría como "la niña de mis
ojos".
A la
expansión de esta fuerza obrera
independiente de los partidos tradicionales
y de la influencia norteamericana contribuye
de muy notable manera la huelga que
Francisco Mosquera dirige personalmente en
las minas de carbón de Amagá, pertenecientes
a las empresas Industrial Hullera y Carbones
San Fernando. Se trató de una prolongada
batalla que alcanzó a paralizar la industria
del departamento, durante la cual los
patronos y el gobierno recurrieron a las
provocaciones violentas a través de antiguos
chulavitas. Los obreros resistieron con
ejemplar valentía, y ante la presencia de
mil efectivos de la policía encendieron tres
mil hogueras de protesta. Cuando las fuerzas
militares llegaron buscándolo, arrojados
trabajadores dieron el paso al frente
diciendo que eran Pacho, hasta cuando
nuestro camarada dijo que sólo él, ningún
otro, era Francisco Mosquera. Lo llevaron
detenido a Medellín, pero la presión de los
mineros y de los demás proletarios del
Bloque Sindical Independiente obligaron a su
liberación, la cual fue celebrada en Amagá
por una multitud que lo aclamó. Hoy por hoy,
los compañeros que, vivieron a su lado
aquella experiencia la recuerdan como uno de
los momentos más fructíferos de su vida.
Así, en la
lucha contra el oportunismo "izquierdista"
de dentro y de fuera de sus filas, se fraguó
esta etapa de la construcción de nuestro
Partido, siempre bajo la guía de Mosquera.
Paulatinamente nuestros cuadros se
vincularon cada vez más estrechamente con la
clase obrera, y la militancia toda fue
aprendiendo el marxismo y desarrollándolo al
calor de luchas concretas. En lo táctico,
Pacho desplegó una audaz política de
alianzas, tantas como fueron necesarias para
el avance de la revolución. En el marco de
este proceso, 1969 resultó ser un momento
significativo.
Entre el 12
y el 14 de septiembre de aquel año se
realizó en Medellín, en la sede de la
Universidad Autónoma Latinoamericana, el
Encuentro Nacional del Sindicalismo
Independiente, al cual concurrieron
representantes de todas las fuerzas
políticas de la izquierda, personalidades
democráticas y hasta los trotskistas y
algunos delegados sindicales del
guerrillerismo. Al término de este Encuentro
se protocolizó la fundación del Movimiento
Obrero Independiente y Revolucionario, MOIR,
que aglutinó al Bloque antioqueño, al de
Santander, al Frente Sindical Autónomo del
Valle, a la USO, a Fenaltracar y a
Fedepetrol, con el carácter de "organización
obrera a escala nacional, surgida de la
necesidad de la participación y el
desarrollo políticos de importantes
organizaciones sindicales, cuya lucha
reivindicativa se enfrenta cada vez más con
el Estado bajo el dominio del imperialismo:
petroleros, carreteras, servicios públicos,
etc. Es un instrumento de lucha para
unificar a la clase obrera organizada en el
cumplimiento de su misión histórica, para
llevarla a que se dé su organización
política nacida de ella misma y ponerla en
aptitud de conquistar la dirección de la
revolución (...) dentro del frente de
liberación que debe construirse y
organizarse con las demás clases populares
de la sociedad."
Durante los
meses previos y posteriores al Encuentro,
Francisco Mosquera recorrió el país para
preparar reuniones obreras en Cali e Ibagué,
fusionar con el Partido a varios grupos de
los entonces llamados maoístas, provenientes
todos de la pequeña burguesía y hasta
entonces cautivos del extremoizquierdismo;
firmó en Villavicencio un acuerdo con los
curas rebeldes del grupo de "Golconda",
concurrió a un encuentro de dirigentes
universitarios en el cual se gestó el
aguerrido movimiento estudiantil de los tres
años posteriores, y redactó "¿Qué es el
MOIR?", texto que sirvió como editorial al
primer número del periódico Frente de
Liberación aparecido el 20 de julio de 1969.
En medio de
todas estas contiendas, el Partido logró
determinar cómo en Colombia existe una
burguesía nacional, y estableció el carácter
progresista de misma, en virtud de las
contradicciones objetivas que tal clase
tiene con el imperialismo norteamericano.
Esta tesis, aplicada a las condiciones del
país, es un desarrollo de la teoría marxista
de nuestra revolución, pues abrió una nueva
ruta en el proceso revolucionario
democrático, particularmente a través, de la
estrategia de la conformación de un frente
único.
Además
durante aquel período Pacho entró en
contacto con numerosos compañeros obreros
campesinos, estudiantes, intelectuales y
artistas que simpatizaban con los ideales
revolucionarios, logró aglutinarlos
alrededor de tesis, y en muchos casos
vincularlos al Partido. Algunos se
marginarían después, pero sin excepción
recuerdan a Mosquera con especial cariño y
admiración, en particular por su lúcida
visión de la realidad colombiana, por sus
aciertos tácticos por su fraternal
tratamiento hacia todo aquel que dejase
asomar así fuese una mínima simpatía por la
causa del proletariado.
El Paro
Nacional Patriótico
Desde 1968 el gobierno de Lleras Restrepo
lanzó una ofensiva, destinada a cercenar los
derechos democráticos conquistados por la
clase obrera colombiana, tales como la
organización sindical, la huelga, la
contratación colectiva, las libertades de
movilización, expresión, particularmente
lesiva para los trabajadores del servicio
oficial, a los cuales clasificaba como
empleados públicos, aquellos "de libre
nombramiento y remoción". Mosquera inició su
ataque a esa política y el MOIR convocó, en
enero de 1970, el Encuentro Nacional de
Trabajadores del Servicio Público, al cual
asistieron más de mil delegados provenientes
ciento dos organizaciones sindicales,
quienes aprobaron la realización de un Paro
Nacional Patriótico para rechazar tales
medidas.
En aquel
momento, los partidos tradicionales ya
fraguaban la componenda electoral por medio
de la cual le escamotearon el triunfo a
Rojas Pinilla, maniobra que Mosquera previó
y sobre la cual alertó a los dirigentes de
la Anapo, con quienes pactó una alianza. A
raíz de ello, los grupúsculos trotskistas y
demás oportunistas de "izquierda", incluidos
algunos integrantes de nuestras propias
filas, desertaron de los acuerdos previos,
aprovechando la difícil situación. Desde
entonces, el nombre del MOIR, por esos ires
y venires de la historia, pasó a ser el de
nuestro Partido como organización política.
Se había cumplido el ciclo de las necesarias
alianzas con la extrema izquierda, pues ya
lo que hacía ésta era obstaculizar el avance
de la revolución.
El paro se
intentó el 24 de abril, luego del
escandaloso chocorazo que llevó a la
presidencia de la República a Misael
Pastrana, y fue aplastado por la violencia
militar preventiva y por el sabotaje de los
extremoizquierdistas; sólo se llevó a cabo
parcialmente en Antioquia, y no logró
recabar el respaldo de las indignadas masas
anapistas, abandonadas por sus propios
dirigentes. En su balance de la jornada, sin
embargo, Mosquera consignó: "El paro no era
un fin, ni jamás se planteó como alternativa
la toma del poder, ni siquiera la inmediata
solución de los problemas de represión
sindical que lo determinaron". Pero advirtió
que su objetivo adicional de protesta contra
el fraude y la represión militar le
conferían al MOIR "un título más para
participar en la lucha del proletariado". En
octubre de ese mismo año, en una finca
cercana al municipio de Cachipay, tiene
lugar un evento que marcaría la culminación
del período de nuestra formación partidaria,
cuando un histórico Pleno del Comité Central
del Partido aprueba por unanimidad, tras
meses de estudio y discusiones, los
proyectos de Programa y Estatutos que han
orientado nuestras luchas desde entonces. El
Pleno de Cachipay formaliza la fusión con
los grupos que coincidieron con nuestros
postulados y aclama a Francisco Mosquera
como su Secretario General.
En 1971
estalla a nivel nacional el movimiento
estudiantil más importante de la historia
nacional, de carácter resueltamente
antimperialista, al cual Pacho logra
orientar en denodada batalla contra los
oportunistas de derecha y de "izquierda",
con quienes al mismo tiempo se efectuaron
alianzas, imponiendo la consigna de luchar
por una cultura nacional, científica y de
masas. Las fuerzas de la entonces naciente
Juventud Patriótica, JUPA, organización de
los jóvenes moiristas, resultan elegidas
para los cargos en los organismos de
dirección de las más importantes
universidades del país. Igualmente se
organizan contingentes de intelectuales y de
artistas, que publican manifiestos y se
suman a las lides revolucionarias de las
masas. Muchos de los dirigentes de aquellas
jornadas se convirtieron en cuadros que han
cumplido destacado papel en la historia del
MOIR.
Al año
siguiente, el MOIR, bajo la orientación de
Mosquera, les asesta el golpe de gracia a
las tendencias abstencionistas del
infantilismo de "izquierda", al proclamar la
concurrencia a las elecciones. Ello
significó "una mayor comprensión de los
principios marxista-leninistas", y otra
derrota de las desviaciones que habíamos
venido combatiendo. En alianza con el Frente
Popular, librando una contienda en las más
precarias condiciones y poniendo de
manifiesto la tenacidad y el entusiasmo de
nuestros militantes, obtuvimos diecinueve
mil pundonorosos votos, que se convirtieron
en paso decisivo para nuestro posterior
desarrollo político. A partir de esta
campaña, el Partido comienza su extensión
hacia las zonas rurales, fraguando la
alianza de la clase obrera con el
campesinado.
La Prensa
Revolucionaria
El 20 de julio de 1971 salió a la calle el
primer número del órgano político del MOIR,
Tribuna Roja. Artesanalmente impreso en el
taller de E. Salazar F., de Bogotá, circuló
a un costo de cincuenta centavos el ejemplar
con un editorial escrito por Mosquera, que
proclamaba: "Luchemos por una política
proletaria". Desde entonces hasta la fecha
de la aparición de este número 57, en el
cual rendimos homenaje a Pacho con motivo de
la inaceptable realidad de su desaparición,
el periódico se convirtió en el vehículo
principal de la irradiación de su
pensamiento.
A comienzos
de 1976, Mosquera amplió la comisión de
Tribuna y gestó la etapa de formación de un
grupo de periodistas que salieron a cubrir
para las páginas de nuestra prensa la vida,
la historia y los combates cotidianos de los
habitantes de las riberas del río Magdalena,
de los cultivadores de algodón, de los
mineros del carbón y del oro, de los
cosecheros del café, de los tabacaleros, de
los campesinos invasores de tierras, de los
vendedores ambulantes de las ciudades, de
los proletarios de los cañaduzales
vallecaucanos, de los madereros de la Costa
del Pacífico, de los obreros ferroviarios.
Aparte de ello, en la comisión se forjó todo
un estilo periodístico caracterizado por el
rigor que siempre mantuvo Pacho en todos los
campos; grandes debates hubo, partiendo de
la precisión en el enfoque político de
cualquier fenómeno nacional o internacional,
pasando por la diagramación y el
aprovechamiento del más mínimo espacio para
la difusión de las ideas revolucionarias, y
llegando hasta la corrección del estilo
literario, acudiendo a la consulta del más
variado tipo de gramáticas y diccionarios.
Desde
entonces hasta marzo de 1986 el
"esporádico", como terminamos llamando a
nuestro "periódico", logró persistir en tal
línea editorial. En determinado momento se
imprimieron hasta trescientos mil ejemplares
de un solo número, y se publicó por pocos
meses con frecuencia quincenal. La palabra
de Mosquera, la línea y los postulados del
MOIR, alcanzaron a llegar en aquellos días
hasta apartados rincones, pues nuestra
tribuna viajaba en avión, en tren, en bus,
en mula y en canoa, transportada por cuadros
que la leían, analizaban, vendían y
explicaban a obreros, campesinos y
estudiantes.
Después de
ello, frente al auge de las consignas por
una "paz" a la cual éramos tan ajenos corno
a la "guerra" que se intensificó durante los
gobiernos de Betancur y de Barco, y ante las
dificultades vividas por nuestra
organización como consecuencia de la
"política paz", Mosquera debió apelar
durante varios años a la publicación de
comunicados pagados en las páginas del
diario El Tiempo para orientar al Partido y
a la clase obrera. Hasta el 29 de julio de
1993, cuando en un "nuevo intento" se
reanudó la circulación de este vocero de los
intereses del proletariado colombiano.
Unidad y
Combate, Combate y Unidad
En diciembre de 1972, nuestro Secretario
General lanzó la consigna de acercar el
mayor número posible de fuerzas políticas
para acordar con ellas un ataque unificado
contra los enemigos principales del pueblo.
La tarea se concentraba en dos objetivos:
una central obrera y un frente electoral, en
procura de los cuales se realizó la alianza
con el Partido Comunista de Colombia. Tal
colaboración fue favorecida por el hecho de
que las centrales sindicales de la burguesía
pretendían fusionarse y de que la Anapo no
sólo se debilitaba sino que rechazaba
cualquier programa antiimperialista, lo cual
la dividió y permitió la formación del
Movimiento Amplio Colombiano, MAC, un grupo
de importantes parlamentarios permeables a
la unidad con las fuerzas de izquierda.
Tras
numerosas reuniones sindicales y políticas,
la alianza cuajó en la disposición de forjar
una nueva central obrera, y en la Unión
Nacional de Oposición, UNO, que obtuvo
ciento sesenta mil votos en las elecciones
de marzo de 1974 y le permitió al MOIR tener
un representante a la Cámara y un concejal
en Bogotá. Con todo, el PCC claudicó luego
del ascenso de Alfonso López Michelsen a la
presidencia de la República y, seducido por
la engañosa concertación del "pacto social",
se dio a tartamudear y maniobrar y
claudicando en el frente sindical; respaldó
la ofensiva expansionista de la Unión
Soviética, incluida la invasión de Angola, y
trató de imponer el respaldo a Cuba como
condición para cualquier acuerdo, hasta
provocar la ruptura de la alianza. La
ruptura se hace patente en la carta abierta
que Francisco Mosquera le dirige al Partido
Comunista el 12 de septiembre de 1975,
titulada "Una posición consecuentemente
unitaria"; en los numerosos materiales que
escribe por esos años aclara cómo debe ser
el combate contra el reformismo, cuál es la
naturaleza del Estado y la de la democracia
burguesa, las inconsecuencias escudadas en
la defensa de los llamados "derechos
humanos", la validez del principio de la
autodeterminación de los pueblos.
Bajo el
precepto del no alineamiento internacional,
Mosquera logra en 1977 crear el Frente por
la Unidad del Pueblo, FUP, continuando así
nuestra política antiimperialista unitaria,
amplia y democrática. Con Jaime Piedrahita
Cardona como candidato concurre el FUP a las
elecciones presidenciales del 4 de junio de
1978. En el curso de la campaña señala
Mosquera que: "La revolución colombiana
necesita estructurar, bajo la dirección del
proletariado, el más abigarrado frente que
aglutine a todas las clases, capas y
sectores revolucionarios, democráticos y
patrióticos. (...) La principal
reivindicación consiste en barrer la
sojuzgación neocolonial de los Estados
Unidos e instaurar una república popular,
democrática y realmente soberana, requisito
imprescindible para satisfacer el resto de
peticiones e ir desbrozando la senda del
socialismo".
Pacho
realiza en el mismo período la primera de
sus tres visitas a China, por invitación del
Partido Comunista de ese país. En Pekín se
entrevista con Chi Tengkui, viceministro y
miembro del buró político, por medio de
quien envía un saludo solidario al entonces
presidente Jua Guofeng. Por aquellos días,
un par de representantes de la primera
manifestación interna que sufrimos del
cretinismo parlamentario, quienes pretendían
sacrificar el internacionalismo proletario
en aras de los resultados electorales,
abandonaron las filas del MOIR, hecho
representativo de la lucha librada contra el
revisionismo y el liberalismo en el seno del
Partido.
No en vano
había declarado Mosquera que "las filas del
MOIR se inficionan a menudo de las
posiciones ideológicas y políticas de las
clases y tendencias no proletarias, lo cual,
agregado a la presencia abundante de cuadros
provenientes de la pequeña burguesía,
configura un caldo de cultivo para toda
especie de oportunismos", y que "la unidad
del Partido no se hace haciendo la unidad',
dando a entender que no bastan los buenos
deseos ni la aceptación mecánica de la
disciplina", pues "el Partido sólo se une y
se templa en la lucha de clases que se da
fuera y dentro de él". Poco después, como
respuesta a la consecuente línea demostrada
por nuestra acción política, un par de
fogueados contingentes marxista-leninistas,
el MIR y los CDPR, entraron a hacer parte
del MOIR, fortaleciendo su presencia en
nuevos frentes de las luchas del pueblo.
Con los Pies
en la Tierra
En 1975, después de la campaña de la UNO,
Mosquera captó que había llegado el momento
de consolidar la influencia del Partido en
el campo, y diseñó entonces la política que
conocemos como "de pies descalzos." En
virtud de ella, decenas de camaradas
abandonaron las ciudades y se instalaron en
los más estratégicos lugares del país, con
el objetivo de servir a las masas,
vincularse a su producción material, conocer
y sopesar la importancia estratégica de
zonas y poblaciones, determinar los sectores
sociales más significativos para la
construcción y desarrollo del Partido, y
desplegar nuestra política de frente único.
Con los "pies descalzos" el MOIR amplió su
influencia y su extensión, echando profundas
raíces en las clases fundamentales de la
sociedad colombiana.
Es imposible
narrar las experiencias de nuestra
militancia descalza. Para cada compañero
habría que dedicar un periódico, si no un
libro entero. Mosquera siempre saludó con
emoción a los creadores de cooperativas de
consumo y producción, a los médicos
dedicados a servir a nuestro pueblo, a los
dirigentes de paros cívicos y contiendas
obreras y campesinas. Su lección es
imperecedera en la mente de todos los
moiristas.
Sin embargo,
la polémica que se había entablado con el
Partido Comunista, que inicialmente se
mantuvo dentro del campo de las ideas, se
tornó violenta a medida que la Unión
Soviética desplegaba su política de
expansión socialimperialista. Primero fueron
pequeñas batallas callejeras, durante la
campaña electoral de 1977; vinieron luego
verdaderas broncas en las asambleas
sindicales, y finalmente varios de nuestros
más queridos camaradas, destacados en
regiones campesinas, fueron intimidados por
las armas, y algunos asesinados. Comenzaba,
pues, en los albores de la década de los
ochentas, el paso del desierto para nuestras
huestes.
Contra el
Socialimperialismo
Luego de la invasión del ejército de la URSS
a Afganistán, iniciada el 27 de diciembre de
1979, Mosquera escribe sobre la necesidad de
crear un frente mundial contra el
socialimperialismo. En enero de 1980 dice:
"El hegemonismo soviético es un problema de
todos los pueblos, y por ende a éstos
corresponde resolverlo, promoviendo la
conformación del más amplio frente de
combate jamás conocido, en el que
participen, en una u otra forma, desde los
países atrasados y dependientes del Tercer
Mundo, las repúblicas socialistas y las
naciones más ricas del Segundo Mundo, hasta
los Estados Unidos". Por otra parte, preveía
la debacle del revisionismo y sus palabras
sobre el derrumbe del socialimperialismo
resultaron proféticas.
Esta década fue pletórica en contactos
internacionales. Mosquera volvió a China,
donde se entrevistó con el vicepresidente Li
Xiannian; organizó una reunión en Bogotá con
camaradas de partidos revolucionarios de
Perú, Venezuela, México, Noruega y
Argentina; recibió con honores a una
delegación de la resistencia afgana; viajó
al Perú, por invitación del movimiento
"Patria Roja", y en un discurso exaltó la
memoria de José Carlos Mariátegui y se
pronunció acerca de las crisis en Polonia,
Cuba, Afganistán, Angola y otros países. Su
posición puede resumirse con las palabras
con las cuales defendió la vigencia
histórica del marxismo: "A los cien años de
la muerte del convicto de Bruselas y del
exiliado de Londres, y simbólicamente desde
su tumba florecida, los revolucionarios de
las más diversas nacionalidades les espetan
a los socialrenegados de hoy, en todas las
lenguas: ¿será socialismo los patíbulos
soviéticos en Afganistán, los cadalsos
vietnamitas en Kampuchea y Laos, los
paredones cubanos en Angola? ( ... ) ¿Puede
el proletariado triunfante de un país
imponer la felicidad a otro país sin
comprometer su victoria? ¿No forja sus
propias cadenas el pueblo que oprime, a otro
pueblo?"
Durante los
ochentas, igualmente, concurrimos a unas y
otras elecciones, con resultados magros,
pero siempre llevando adelante la política
de frente único, desenmascarando el
expansionismo soviético y sus repercusiones
en Colombia; lo hicimos en alianza con
liberales, conservadores y con los más
diversos sectores sociales del país. En 1983
nos negamos a formar parte de la "Comisión
de Paz" en la cual se nos asignó un cupo de
manera inconsulta, desconociendo que el MOIR
nunca ha estado levantado en armas. En 1990,
cuando el gobierno de César Gaviria,
pisoteando la Carta, al Congreso y a las
autoridades judiciales, convocó a elecciones
para una Asamblea Nacional Constituyente,
Mosquera ordena la abstención, tras un
lúcido análisis de las condiciones que le
imponía al Partido la caótica situación en
aquel momento. Demostraba con ello una vez
más su gran capacidad de adaptar las
tácticas del Partido a las variables
exigencias de la lucha, cualidad
indispensable para cualquier dirigente que
busque el avance de la revolución.
Se trató
también de un período al principio del cual,
en 1981, el MOIR logró deshacerse de una
minúscula fracción que venia oponiéndose
sistemáticamente a las políticas y tareas
del Partido, que aprobaba las decisiones en
los organismos de dirección y salía a
predicar lo contrario, en un claro acto de
sabotaje al centralismo democrático.
En otros
campos, Mosquera organiza con científicos
militantes o cercanos al MOIR, médicos,
biólogos, físicos, en fin, los Ateneos de
Medellín y Cali, donde se discute acerca de
astronomía, una de sus aficiones, biología,
medicina, ingeniería genética, los nuevos
aportes de la ciencia, la dialéctica de la
naturaleza.
Para que
pudiésemos vislumbrar "la luz al final del
túnel", Francisco Mosquera trazó en la
segunda mitad de la pasada década un
programa de cuatro puntos necesarios para la
conformación del frente único. Tales
aspectos eran la defensa de la actividad
productiva nacional frente a las
imposiciones del Fondo Monetario
Internacional y los consorcios extranjeros;
el apuntalamiento de la autodeterminación
nacional frente a Estados Unidos, las otras
metrópolis occidentales y las acechanzas del
expansionismo soviético; el rechazo al
terrorismo, la coacción y el asesinato como
herramientas de la lucha política, y la
atención a las demandas de las masas
trabajadoras y del pueblo en procura de
libertades públicas efectivas y de mejores
condiciones de existencia.