Combatir el oportunismo y orientar a las masas despistadas

La situación de confusión y de oscuridad política e ideológica que impera en Colombia nos obliga a reafirmar nuestra posición de plantear como tareas principales del orden del día, el señalamiento de las verdaderas causas de los males que aquejan a la nación y la lucha contra el oportunismo de la “izquierda” colombiana que ha facilitado la aplicación de la política neoliberal de apertura económica,  con las funestas consecuencias sufridas por el pueblo en las casi tres décadas de su aplicación. Se equivocan los oportunistas, los timoratos o los ilusos cuando atribuyen los gravísimos quebrantos de nuestra nación a otras causas aleatorias como la corrupción, mientras se agazapan tras paliativos engañosos con la inconfesable intención de capitular ante los enemigos de la patria. ¿Acaso no se palpan las gravísimas consecuencias de la política neoliberal implementada por el imperialismo a través de los gobiernos de turno?    

Desde los inicios de la apertura económica, los gobiernos de Virgilio Barco, César Gaviria, de ahí para acá, todos los lacayos de turno han implementado en la medida que lo exija el imperialismo norteamericano y el capital financiero internacional formas más sofisticadas y perversas de recolonización, y saqueo de nuestras riquezas, de entrega del mercado, del patrimonio público y de todo  vestigio de soberanía nacional: Los tratados de  libre comercio  produjeron la quiebra de la producción nacional, el envilecimiento de las condiciones laborales de los trabajadores, la privatización de los servicios públicos de la salud, la educación y la cultura, el aumento de la deuda pública, créditos usurarios, compromisos leoninos, y el degeneramiento espiritual de la sociedad a niveles que aterran hasta las mentes de los más “libres pensadores”. Acondicionaron el país y las leyes acorde con el apetito y las necesidades del gran capital para afianzar y resguardar el patio trasero de Estados Unidos frente a las amenazas de las otras potencias imperialistas, inicialmente frente a los rusos y posteriormente con los chinos y demás bloques expansionistas. La oligarquía se valió del oportunismo de izquierda; convocaron la constituyente espúrea de 1991, que daría forma a la nueva constitución política de la república neoliberal: se sentaron en la mesa los designados de los partidos tradicionales y los recién reinsertados del M-19 y el partido de las Farc, la UP, y toda la “izquierda” colombiana, menos el MOIR orientado por Francisco Mosquera. Amoldaron el país a un nuevo orden jurídico constitucional, a través de leyes, decretos y resoluciones, entregaron “legalmente” la soberanía, la producción, la salud y la educación y los bienes del Estado a los capitales extranjeros y privados a cambio de los embelecos de “la participación ciudadana”, “el control social” de los servicios públicos, la estratificación, el sisben y la tutela. Con el nuevo escenario constitucional que el oportunismo ayudó a armar, acondicionaron el Estado, crearon más burocracia y corrupción: la fiscalía, la defensoría del pueblo, la corte constitucional; independizaron el Banco de la República, montaron las superintendencias de salud y de servicios públicos, como entes de vigilancia y control cuyos directores son nombrados por el presidente de la república, financiados con los aportes de las empresas y las EPS.

 En el preludio de la era neoliberal, en el gobierno del “salto social” surge del interior del MOIR una nueva tendencia liberal y oportunista, con un discurso mucho más académico y descrestador. Renegaron del marxismo, de la revolución y del partido; trocaron el porvenir revolucionario de los obreros y campesinos por posibles advenimientos con sus eventuales socios de la burguesía nacional y del resto de tendencias reformistas. Pretextando la defensa de la “soberanía nacional” convocaron a la unidad de la oligarquía y la “izquierda” colombianas para defender a ultranza el crédito del recién elegido presidente en medio de una campaña financiada por el narcotráfico. Con lo cual el gobierno norteamericano montó toda una comedia, para condicionar aún más su política de recolonización y sometimiento en Colombia. Caso sobre el cual, la prensa internacional registró, entre otros, estos episodios: “En junio de 1994, al visitar nuevamente la capital del imperio, en la ya tradicional presentación del presidente electo ante sus patrones, dos altos funcionarios de la Casa Blanca, Chris Arcos y Michael Skoll, le reiteraron la acusación y, “él negó que había recibido esos dineros y nosotros le dijimos que lo había hecho (...) El acuerdo básico fue que si se comportaba como si no los hubiera recibido (...) podríamos trabajar juntos”. (El Tiempo, febrero 5 de 1996). Asimismo, según un despacho de la UPI de junio de 1994, el Secretario de Estado, Warren Christopher; aseveró: "No podemos evitar que [Samper] se convierta en presidente. Así que trabajaremos con él y lo observaremos muy de cerca. El sabe que lo que se haga será determinante en las relaciones”. En este aparte, dejamos públicamente claro, por qué vino la hecatombe del MOIR y la desintegración de numerosos movimientos antimperialistas en Colombia, en cuanto que los arribistas se plegaron al gobierno de turno con la falsa creencia y el argumento de que Estados Unidos derrocaría a Samper ([1]). Es conocido que los norteamericanos derriban gobiernos, pero no a los proclives a sus intereses sino a quienes, alteran en grado significativo, sus intereses; así procedieron contra Zelaya, Lugo, Dilma y otros tantos mediante leguleyadas, pero este no es el caso, porque Samper fue uno de los presidentes más generosos con la cuota de privatizaciones y entregas de nuestro patrimonio: Su gobierno aprobó la ley 226 de 1995 sobre privatizaciones, liquidó la salud (acabó con los fondos y cajas), privatizó a  Telecom, la Televisora Nacional, las telecomunicaciones satelitales, larga distancia, primeros puertos y aeropuertos, concesiones viales, primeras ventas de empresas de energía.

Hoy, la desgracia se repite como comedia: la oposición, y la derecha echan mano de la participación ciudadana, y aprueban una reforma anticorrupción en plena campaña electoral de 2018, para embellecer el sistema y cambiarle los dientes a una justicia que por su naturaleza de clase siempre muerde a los de ruana y actúa de acuerdo a los intereses económicos y de clase. De otra parte, ¿no es doble moral, y demagógico plantear una rebaja tan insignificante al exorbitado salario de los congresistas y de los altos funcionarios del Estado? Los mal llamados y mal acostumbrados padres de la patria estarían dispuestos a ir al congreso hasta sin honorarios con tal de seguir gozando del blindaje parlamentario y el resto de privilegios y prebendas que tienen con el solo hecho de estar allí apuntalando los grandes negocios y el estado oligárquico proimperialista, bajo el manto de la corrupción y la amoralidad. Además, de los honorarios mensuales los congresistas reciben una prima de mitad de año de 12 millones de pesos, una prima de navidad por 24 millones de pesos, pueden contratar asesores por 37 millones de pesos, camionetas blindadas y sistemas de seguridad, plan de 900 minutos para el celular y tiquetes en primera clase en vuelos nacionales. Adicionalmente, ante tantas necesidades de la población, $300.000 millones del costo de la consulta es una cifra que golpea al ciudadano. ¿No es demagogia y oportunismo, acudir a las masas despistadas y encantadas a pan y circo para evitar que la hediondez del estado social de derecho traspase los linderos de la plaza de Bolívar?

En el actual proceso de paz firmado en el mandato de Santos, se aseguraron con las FARC de no tocar la base económica de los grandes burgueses, los intereses de los terratenientes y los basamentos de la apertura económica, las privatizaciones y las turbias alianzas de los capitales privados con el Estado, en otras palabras, atendieron a los “enmontados” con privilegios, que nos han negado siempre a los ciudadanos del común.

El oportunismo en Colombia ha logrado confundir a las masas, haciéndoles ver que la causa de los graves padecimientos de la nación colombiana es la corrupción. No, la corrupción simplemente forma parte del sistema de rodamiento de la máquina estatal y acciona como lubricante para que funcione al servicio del imperialismo norteamericano y el capital financiero internacional que saquean y someten a Colombia, manipulan el complejo engranaje del Estado, con el cual manda, legisla, ejecuta, juzga, hace y deshace a través de la gran oligarquía liberal conservadora, hoy escindida por el reforzamiento de la tecnocracia privatizadora y los centros de pensamiento sobre los partidos: La crisis política, se manifiesta entonces, en grupúsculos y sectores que disputan la gobernabilidad del Estado, los privilegios y las gabelas que se desprenden de éste. La burocracia estatal, otra lacra de la sociedad, también es un premio para los lagartos de la clase política colombiana, y hay, de la persona del común que caiga en manos de un funcionario público. Hasta para acceder a un sisben, o a un cupo en un colegio público tiene que valerse de un concejal o de la esposa del alcalde. La justicia a cualquier instancia condena o absuelve de acuerdo a la “libre interpretación de la ley”. El estado funciona así desde su aparición, como una máquina de dominación. El capitalismo, por sus necesidades naturales agranda o achica la máquina estatal, cambia las funciones y sofistica su engranaje.

Cada administración nueva es peor que la anterior, los apetitos y los abusos se multiplican, estén más a la derecha o a la “izquierda”, su tarea es llenar de más privilegios a los grandes capitalistas y terratenientes, tomar de la pobrería hasta el último aliento para poder pelechar a costillas de los trabajadores del campo y la ciudad, de los productores de la ciencia, la tecnología y la cultura. De antemano Duque junto con el gobierno de Santos han anunciado la nueva reforma tributaria, el desavalijamiento de las pensiones, entre otras lesivas medidas; los linces del capital están apertrechados con sus dos nuevos aparatos de control y expoliación la OCDE y la OTAN. Avisoramos la puja que se viene, no sólo es en Colombia; los pueblos despiertan, los países buscan su liberación de las diferentes formas de colonización y los migrantes de las guerras y los saqueos, buscan con sus familias conseguir en donde mejor puedan asegurar su presente y su futuro.

La labor de los trabajadores, el pueblo, los forjadores de la nueva democracia y los revolucionarios debe ser la de aprovechar la tribuna parlamentaria o los pocos espacios que brinda la democracia burguesa para explicarle a la gente que estamos votando cada cuatro años para elegir unos funcionarios públicos que viven a expensas del Estado, legislan y gobiernan en contra de los intereses de la inmensa mayoría y a favor de las clases dominantes. Crear ilusiones a las masas en el actual estado “social de derecho” creando reformas, remozando el “equilibrio de poderes”, o señalar únicamente las lacras como la corrupción, ocultando las verdaderas causas del atraso y la pobreza, es aguar la rebeldía y por consiguiente traicionar las causas del pueblo y por tanto la revolución.

Proponemos la preparación y la organización de un gran movimiento de protesta nacional contra el gobierno nacional y el imperialismo norteamericano principales enemigos de la nación, retomando el camino de la resistencia ciudadana ([2]). Con un programa nacional y democrático: Por la independencia de Colombia, la defensa de la soberanía y la producción nacional, por los derechos democráticos de los trabajadores y de todas las personas, el derecho a la organización y la protesta, por educación, salud y protección social pública y estatal. La defensa de nuestros recursos naturales y el patrimonio público. Por la entrega de la tierra para los campesinos que la trabajan y por programas de fomento y mercado asociativo para el campo, por una educación nacional, científica al servicio del pueblo que defienda el arte y la cultura nacionales.  Impulsar la solidaridad con las luchas de los trabajadores en el país y establecer lazos de amistad y solidaridad con los trabajadores de los países capitalistas y con los pueblos oprimidos por el imperialismo. En general, luchar por la independencia, la soberanía nacional, la revolución y el socialismo. Abogar por relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con todos los países del mundo con base a los principios universales de igualdad, respeto mutuo y beneficio recíproco.

Comité por la reconstrucción del Partido de la Clase Obrera y del Frente Unico del Pueblo

Bogotá, Julio de 2018

 

[1] La Crisis Señala el Camino al Proletariado. Periódico El Fogonero No. 1, Noviembre 10 de 1996.

[2] ¡Por la soberanía económica, resistencia civil! Artículo de Francisco Mosquera, 1° mayo de 1992, publicado en el libro Resistencia Civil, 1ª edición, enero de 1995, de textos compilados en homenaje póstumo.