¡Por la Soberanía Económica,
Resistencia Civil! (*)
I
Ante la severa retracción de
su economía y la aguda competencia que
le plantean Europa y Japón, dos de los
poderosos bloques del momento, Estados
Unidos desea salir de la encerrona
centuplicando primordialmente la
explotación de los países pobres que
están bajo su yugo, incluida la
totalidad de América Latina y, por
supuesto, Colombia.
Se registran muchos síntomas
perturbadores en la vida de la
superpotencia. Son cerca de
veinticuatro meses consecutivos de
recesión, más profunda que la de
comienzos de los ochentas, y la cual
arroja índices pronunciados sobre la
merma de las ganancias o el incremento
de las pérdidas de las principales
empresas, la estrechez de los
mercados, los déficit en las cuentas
nacionales, el paro forzoso de un
notorio número de asalariados y el
rezago en la capacidad productiva de
la compleja industria, acrecido en
estos tiempos duros de pelar. Aunque
se reaviven pronto los negocios, sus
desajustes estructurales de vieja data
sólo continuarán reportándole
desventajas de sumo cuidado.
El imperio del Norte desempolva los
artículos de fe del neoliberalismo, a
los cuales encomienda los saqueos de
su recuperación, una estrategia que no
abandonará por las buenas, aun a costa
de arrasar el Continente. Por eso la
contradicción se torna antagónica e
inevitable. Y se equivocan los ilusos
o los timoratos cuando atribuyen los
gravísimos quebrantos de nuestra
nación a otras causas aleatorias,
mientras se agazapan tras paliativos
engañosos con la inconfesable
intención de capitular ante los
enemigos de la patria. ¿No tiende
acaso la tan zarandeada apertura hacia
la plena colonización económica de
Latinoamérica? ¿No nos vaticina daños
sin cuento, como las quiebras en la
incipiente producción; la subasta de
los bienes públicos; el apoderamiento
de recursos, servicios y plantas
fabriles por parte de los monopolios
extranjeros; la supresión de las
reivindicaciones laborales; los
despidos sin tasa ni medida en los
sectores público y privado; el
endémico y doloroso espectáculo de las
bautizadas ocupaciones informales; el
establecimiento de las tenebrosas
maquilas; la dolarización de la
economía; la eliminación de aranceles
junto a la consiguiente alza de los
impuestos indirectos, antitécnicos y
regresivos, y, en fin, la ruina, con
su rostro macabro?
Si los colombianos anhelan preservar
lo suyo, sus carreteras, puertos,
plantaciones, hatos, pozos petroleros,
minas, factorías, medios de
comunicación y de transporte, firmas
constructoras y de ingeniería, todo
cuanto han cimentado generación tras
generación; y si, en procura de un
brillante porvenir, simultáneamente
aspiran a ejercer el control soberano
sobre su economía, han de darle
mayores proyecciones a la resistencia
iniciada contra las nuevas modalidades
del vandalismo de la metrópoli
americana, empezando por cohesionar a
la ciudadanía entera, o al menos a sus
contingentes mayoritarios y decisorios
que protestan con denuedo pero en
forma todavía dispersa. Entrelazar las
querellas de los gremios productivos,
de los sindicatos obreros, de las
masas campesinas, de las comunidades
indígenas, de las agrupaciones de
intelectuales, estudiantes y artistas,
sin excluir al clero consecuente ni a
los estamentos patrióticos de las
Fuerzas Armadas, de manera que,
gracias a la unión, los pleitos
desarticulados converjan en un gran
pleito nacional.
II
No transijamos con ninguna
de las disposiciones lesivas al
bienestar supremo de Colombia.
Rechacemos en los diversos foros la
grosera interferencia de Washington,
cuyo Departamento de Comercio nos
tilda de «proteccionistas», cuando a
nuestra marioneta la obsesionan los
caprichos del librecambio requerido
por el Fondo Monetario Internacional.
Salgámosle al paso a cada
intimidación, como la proferida por el
Procurador de la justicia estadinense,
quien notificó que su gobierno
secuestrará en el exterior a cualquier
sospechoso, un típico desmán
imperialista, recién ensayado en
tierras panameñas, y con el cual se
apuntala el dominio no únicamente
militar sino económico. Tomemos nota
también del plan del Departamento de
Defensa yanqui, cuyo resumen fuera
publicado por The New York Tinws, y
dentro del cual se subraya cómo
Estados Unidos debe «prevenir
cualquier desafío que emerja de Europa
Occidental, Asia (en particular Japón)
o de las repúblicas de la extinta
Unión Soviética», es decir, volver a
la hegemonía total, erigirse de nuevo
en el único árbitro nuclear del mundo,
valiéndose para ello del intempestivo
desenlace de la llamada Guerra Fría e
importándole un bledo los desamores de
los aliados de ayer.
Escuchemos la voz de El Espinal, desde
donde los empresarios del campo
denunciaron la crisis sin precedentes
de la agroindustria, «un cuadro que
puede derivar en movimientos
unificados de imprevisibles
consecuencias», según advirtieron.
Allí, en concreto, se propuso por
algunos sacar a las vías, en vez de
las cacerolas venezolanas, los
equipos, maquinarias y automotores
para exigir un cambio en la pérfida
actitud del régimen. Lo mismo que
hicieran a principio del año los
algodoneros del Cesar, quienes
bloquearon con sus tractores y
vehículos la transitada arteria entre
Bosconia y Codazzi, tras el
incumplimiento de las promesas
gubernamentales.
Hagámonos eco de la inconformidad de
los cafeteros que, desde los ricos
hasta los pobres, ven con sorpresa e
ira los propósitos de la panda,
gavirista de los Andes, pues se hallan
en peligro los haberes de la
Federación, comenzando por el banco de
sus transacciones, transfigurado en
sociedad mixta conforme al decreto
1748 de mediados de 1991. Se trata de
un «irrespeto y una burla», según la
enardecida polémica de los caldenses.
Resulta obvio que sin aquellos
instrumentos o instalaciones,
levantados piedra a piedra, durante
lustros, dentro y fuera de nuestros
linderos, no podría Colombia influir
en la comercialización del grano ni
negociar con medios eficaces un nuevo
pacto mundial del café en Londres.
Seamos solidarios con la mediana y
pequeña industria, en especial con las
declaraciones de los dirigentes de
Acopi, mediante las cuales aquellos
vastos sectores, uno de los más
golpeados y dispuestos a no asumir una
posición «acrítica y pasiva»,
coadyuvan, deliberada o
indeliberadamente, a exacerbar los
ánimos de la sufrida población.
Recojamos, en cuanto rezuman validez,
los múltiples pronunciamientos del
prepotente gremio de la ANDI acerca
del irregular manejo monetario y
tributario, la escasez de crédito y
estímulos, la competencia desleal
foránea, los malos convenios
internacionales y el resto de
desatinos de la administración. Así
esos estratos altos crean en las
supuestas bondades de determinadas
medidas del modelo neoliberal, como el
flujo franco de las inversiones
imperialistas, la privatización de las
empresas del Estado o el retroceso en
las relaciones obrero-patronales, sus
reclamos también caen y caben en la
retorta de la resistencia colectiva.
Hasta las asociaciones financieras,
los pulpos de la construcción y el
gran comercio se quejan y temen.
Este último, no obstante haber
aplaudido a rabiar la baja o la
eliminación de aranceles, la libertad
de importaciones y las demás gabelas
que le favorecen de la Iniciativa para
las Américas, esbozada por George
Bush, acabó haciendo una oposición
acérrima contra las secuelas o puntos
a su juicio adversos de dicho proyecto
aperturista, particularmente la
proliferación y el acrecentamiento del
IVA, por los que clama el ministro de
Hacienda, y el consabido descenso de
las ventas. Fenalco les sugirió a los
afiliados colocar en sus almacenes y
en sus casas «cintas verdes», a manera
de «símbolo de descontento». ¡Quién lo
creyera!
En esta dramática contienda la
burguesía personificará siempre al
elemento vacilante; pero el
proletariado, por esencia, no. A él le
corresponde entonces la orientación y
animación del movimiento.
III
El círculo gobernante es
débil, no solamente por sus felonías,
engaños, chamboneos, chanchullos,
ineptitudes, deshonestidades, sino
porque desde antes de su posesión ha
estado fletado por Washington para
festinar a Colombia y servir
lacayunamente a los sórdidos fines del
imperio.
Sus imberbes integrantes alardean de
inmaculados, mas las gentes supieron
ya que se roban un hueco, uno de los
frutos positivos del encarcelamiento
del alcalde de Bogotá, incurso en el
delito de «peculado por apropiación
indebida», y de cuya sospecha no se
eximen concejales, funcionarios y
asesores.
En aras de la austeridad recortan la
nómina de los servidores públicos, y
el presidente emprende continuos y
hasta inútiles viajes a otras
latitudes con numerosas comitivas;
ejercita el buceo bajo las cálidas
aguas de la Costa Atlántica en
compañía de los Ganímedes de Palacio;
arma rumbas estrepitosas en la Ciudad
Heroica en donde deleita a los áulicos
bailando o cantando bellas canciones
como Caribe Soy; monta con ayuda de
las transgresoras autoridades
bogotanas monumentales espectáculos
rockanroleros en el estadio de El
Campín...
Exaltan los derechos de los niños
mientras a sus padres los arrojan de
los puestos de trabajo; o el director
de Bienestar Familiar socava los
principios morales de los colombianos,
al argüir que «el homosexualismo no
debe ser impedimento para poder
adoptar», o el ministerio de Salud
pennite impudicias semejantes con la
disculpa de prevenir el Sida.
Siguen ufanándose de demócratas
aunque, desconociendo hasta la propia
palabra empeñada, hubieran revocado el
anterior Congreso; aplicado la
«emergencia social» durante un día
para suspenderles atribuciones a los
actuales parlamentarios, y sustituido
las reglas establecidas por la
conveniencia de los «acuerdos
políticos», sin pararse en pelillos
normativos ni en la cacareada igualdad
de las personas ante la Ley.
Cabe traer a la memoria cómo López
Michelsen, uno de los jefes del
liberalismo que ha secundado toda la
patraña, llamaba la atención hacia
finales de su «mandato claro» sobre el
riesgo de hundir el andamiaje
institucional si se alteran «las
reglas del juego».
Pese a mostrarse interesados en la
efeméride del Quinto Centenario del
Descubrimiento, remueven de la
dirección del comité preparatorio al
maestro Germán Arciniegas, y en su
lugar, merced a la misma decisión, se
apoltrona allí la mujer de Gaviria,
recibiendo de ese modo un ultraje
inaudito la inteligencia y la cultura
del país.
A todo mundo le piden eficiencia, pero
marchamos sin correctivos válidos
hacia las tinieblas bíblicas de antes
de la creación, debido al colapso
energético, no por culpa de las
diabluras de Dios, sino de los
cohechos, imprevisiones y torpezas
propios de la arrogante burocracia
encargada de los respectivos
suministros, siendo que gozamos de las
cuencas de tres cordilleras enormes, y
el aprovisionamiento eléctrico absorbe
más del 35% de la onerosa deuda
externa. Además, el apremio le
proporciona a la cleptocracia la
excusa perfecta para privatizar las
operaciones del ramo, apropiarse de
los activos de éste y luego transarlos
a título de pago de los empréstitos en
mora de cubrirse.
Quiebran la producción o la enajenan
escondiéndose tras el sofisma de
atender las urgentes necesidades
sociales. E insisten, por más que la
experiencia de siglos enseñe que sin
desarrollo industrial, y autónomo, no
habrá nunca una mayor riqueza, y mucho
menos para repartir.
A las muchedumbres desocupadas las
consuelan pintándoles el paraíso de
las actividades informales, como si
recogiendo basuras, lavando botellas,
fritando empanadas, ofreciendo
baratijas en casetas callejeras o
vendiendo limones por las esquinas,
logre alguien contribuir al
crecimiento material de la patria u
observar los compromisos familiares.
Enumerar la lista completa de los
embustes y embelecos sería una labor
interminable.
IV
Por otro lado, señalaremos
lo que no pocos ignoran: el
desprestigio del gobierno cunde parejo
con la vertiginosa propagación de la
crisis más profunda de la historia de
Colombia. En escasos meses, desde las
postrimerías de 1991 a esta parte, se
han presentado alteraciones de
innegable trascendencia en el pugilato
político, tanto nacional como
internacionalmente. Periódicos que
alababan el neoliberalismo económico
ahora ponen en salmuera aspectos
esenciales de éste. Parlamentarios
elegidos bajo las banderas de la nueva
ola saltan afanosos en defensa de sus
fueros conculcados, o se rehusan de
frente a aprobar algunas iniciativas
de los conculcadores. Comentaristas de
oficio de la panda mudan de opinión y
uno que otro ha llegado al colmo de
hacer circular peticiones de renuncia
al presidente.
En el concierto latinoamericano los
gobiernos que, en búsqueda de una
rápida imposición de la apertura, han
patrocinado enmiendas a la Carta, como
el nuestro, e inclusive los que aún no
lo han hecho, pisotean sus
constituciones y no alcanzan a evitar
que los minen los progresivos
encontronazos entre sus pretensiones y
las de sus cámaras legislativas. Menem
le usurpa potestades al Congreso,
Pérez lo sitia, Fujimori lo clausura,
Borja lo reprende, Gaviria le decreta
la emergencia... A Color de Mello, que
mira impotente cuánto decaen sus
acciones, el reformismo tampoco le ha
ayudado a conjurar la postración de
Brasil. Algo parecido acontece con las
restantes repúblicas del hemisferio.
La integración latinoamericana
principia a resquebrajarse, en un
lapso menor de lo esperado. Ante la
agresividad imperialista los regímenes
dependientes se hacen cada día más
insolidarios. ¡Sálvese quien pueda!
Antes de concluir enero de 1992 los
mandatarios de Venezuela y Colombia
firmaron la unión aduanera; y, menos
de una semana después, con el intento
de golpe de Estado en el hermano país,
Carlos Andrés Pérez quedó atado de
pies y manos, sin posibilidades de
maniobra para cumplir lo convenido,
perjudicando naturalmente a la
contraparte, su socio colombiano. Este
ejemplo habla por sí solo de cuán
deleznables lucen los mezquinos
entendimientos de las oligarquías
vendepatria. Lo único duradero y
necesario será la identidad de miras e
intereses de las naciones expoliadas.
V
Las desavenencias entre los
órganos legislativos y ejecutivos de
la zona, o de los Estados entre sí,
significan apenas una causa, pero una
causa internacional del caos hacia
donde rueda fatalmente la
administración Gaviria. Hay otras no
menos dignas de tomarse en serio.
La corrupción se explaya en las
cumbres del Poder, dando al traste con
las hipócritas campañas de
moralización, las ingenuas esperanzas
sobre la «nueva Colombia» o el
«bienvenido al futuro» y, de pasada,
con la credibilidad en los designios
de los neófitos gobernantes.
Los cortes de luz han llegado a
límites intolerables, desesperando a
los habitantes de urbes y poblados.
Luego de los incontables percances
ocasionados por los reordenamientos
más restrictivos, retardatarios y
antinacionales de que tengamos
noticia, los racionamientos
energéticos le propinan el golpe de
gracia a la producción agrícola e
industrial.
Ningún fenómeno retrata mejor la
vacuidad de Gaviria que el manejo
complaciente y equívoco otorgado a la
pacificación, cuyos diálogos ni
adelantan ni concluyen. En la ronda
inicial, llevada a efecto en
territorio venezolano, se adoptó
cualquier suerte de temas, económicos,
políticos, filosóficos y bélicos,
dejándose en el aire justamente uno,
el que preocupa a las distintas clases
y capas: la cesación del terrorismo,
el desarme, el reintegro de los
alzados a la vida civil. Pero no. Esas
partidas de insurrectos errantes
persisten en el truco de concertarlo
todo para no atenerse a nada si se
altera algo. Lo cual viene ocurriendo
desde los primeros contactos en el
período de Turbay. Entre tanto el país
contempla atónito cómo se secuestra a
granel, se mata a seres inocentes y se
destruye con saña la infraestructura
de las áreas productivas.
Los repetidos atentados contra la
clase obrera, con su sartal de
nefastas repercusiones en el
sindicalismo, el empleo, el consumo,
el desarrollo, etc., fuera de nublar
los oscurecidos asuntos de incumbencia
común y estremecer la solera de la
sociedad, a la larga terminarán
sacando de sus goznes a la vetusta
república.
La reforma tributaria se ha ganado el
repudio general. Muchos de sus acerbos
críticos la encuentran, además de
injustificada, demostrativa del
despilfarro del Ejecutivo, que no
amolda sus gastos a su labia, sobre
todo tras los gravosos ajustes de la
Ley 44 de diciembre de 1990. «¡No
huele!», rezongaba el emperador
Vespasiano al percatarse de que no
aparecía el dinero del gravamen a los
urinarios públicos.
Salvando las distancias, hoy entre
nosotros acontece lo mismo, que los
recaudos de los múltiples impuestos
indirectos desaparecen antes de
cumplir los objetivos para los cuales
fueron arbitrados. Pero así como la
gran burguesía sueña financiar los
placeres de la apertura con el hambre
de las masas, éstas le quitarán a la
vez el apetito, cobrándole igualmente
caro cada una de las arbitrariedades
perpetradas.
Las cuestiones referidas atrás
compendian seis de los factores que
más inciden en la anárquica situación
de la hora. Los focos de tensión
abundan, los bandos en conflicto se
exasperan, sobran los indicios de que
a la plena neocolorilzación económica
de América Latina se le dará curso
forzoso, por encima del querer y el
sentir de las abrumadoras mayorías,
con o sin Constitución, cuando no hace
ni un mes el director del Fondo
Monetario Internacional destacaba «que
no es un accidente que el progreso
económico logrado por la región haya
coincidido con su avance democrático».
Veremos quién prevalecerá, si Gaviria
con su cantinela o el pueblo con sus
proclamas. A la granizada gringa
responderemos con una tormenta
tropical.
Movimiento Obrero
Independiente y Revolucionario MOIR
Comité Ejecutivo Central
Francisco Mosquera
Secretario General
Primero de Mayo de 1992
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(*) Mensaje de Francisco
Mosquera el primero de Mayo de 1992,
para conmemorar el Día Internacional
de la clase obrera.