Omnia Consumata Sunt
1. Las Medidas
Por coincidencia, el viernes
24 de agosto, el mismo día en que la administración
Gaviria promulgara el decreto 1926, con el cual
quedaron convocados para el próximo 9 de diciembre los
comicios sobre la Constituyente, el Comité Ejecutivo
Central de nuestro Partido se reunió con el objeto de
adentrarse en las presentes circunstancias del país,
que, tras el relevo de posta en el Palacio de Nariño,
se vuelven por instantes más comprometidas y menos
sosegadas. Teniendo apenas a la mano los anuncios
oficiales acerca de las múltiples innovaciones
previstas en cada una de las arterias vitales de la
economía, y pese á que el mandato recién impuesto sólo
llevaba dos semanas de vida, llegamos en el acto a una
primera y tremenda conclusión: todas las cosas están
consumadas.
El lunes anterior se había
conocido la increíble noticia de que se privatizaría
Telecom, o las telecomunicaciones, o que se permitiría
la gestión privada en ese engranaje del progreso, que
para el caso da igual, pues se trata de la injerencia
incontrovertible de las poderosas compañías
trasnacionales del ramo, así los voceros del gabinete
juren que buscan con ello el fortalecimiento o la
modernización de la empresa estatal, cual lo afirman
asimismo, teóricamente, del resto de las actividades
amenazadas con el aluvión de las medidas permisivas de
la apertura económica.
Sin intervalos ni paréntesis,
los medios informativos dieron cuenta de otra bomba:
que las labores del agro, además de perder el soporte
de los créditos de fomento y de los precios de
sustentación, tendrían que enfrentarse a la
competencia devastadora de los suministros
extranjeros. El actual gerente del Idema, Darío
Bustamente Roldán, egresado de la Universidad de los
Andes como muchas de las nuevas figuras que aspiran
desde los altos puestos a ganarse el título de Padres
Destructores de la Nación, fue el encargado de exponer
el desmantelamiento del Instituto, cuyas ejecutorias
se irán limitando a "las regiones apartadas", en
procura de que "gradualmente y sin traumatismos", "los
agentes particulares se hagan cargo de las
importaciones de alimentos".
Luego el ministro de
Hacienda, Rudolf Hommes, ateniéndose también a
semejante lógica, dijo haber descubierto en la entrada
masiva de los bienes foráneos el remedio jamás
aplicado contra la perpetua carestía, y de la cual
hizo unilateralmente responsables a los empresarios
que elevan los importes de sus artículos por encima de
los índices de la inflación. Pero lo más sorprendente
estriba en que las autoridades, tan interesadas en la
internacionalización del aparato productivo, no den
señas concretas de querer perfeccionar los
tradicionales instrumentos de las exportaciones
colombianas, que a través de los años han demostrado
una muy discutible eficacia; y circunscriban la
apertura justamente a eso, poner el mercado interno a
disposición de los emporios industriales del mundo.
Y los precipitados e
injustificables ajustes propuestos a las Cámaras sobre
el régimen cambiario contribuirán de seguro a encender
el debate y a confirmar las sospechas. Para quienes
desprevenidamente les han rastreado la huella, incluso
en discordancia con la propia posición militante, al
modo de un Abdón Espinosa Valderrama, por ejemplo, no
habrá duda de que se continúa disparando hacia un solo
flanco: reducción de normas y aranceles; allanamiento
de los obstáculos o de las limitantes que regulan las
inversiones procedentes del exterior; ampliación de
las facilidades para el envío afuera de pagos y
remesas; tránsito hacia la dolarización de la economía
en su conjunto; ventajoso acceso de la banca y de las
corporaciones financieras a la compra y venta de
divisas, y, en líneas generales, apuntalamiento de las
atribuciones del Ejecutivo en tomo a los asuntos de
importancia que contempla el mencionado estatuto de
cambios y de comercio internacional.
Debido a que el máximo
desatino de la última década del último siglo del
milenio, la aplaudida política del neoliberalismo
económico, presupone sobre todo la presencia tangible
en el Tercer Mundo de los capitales de las metrópolis,
que no arribarán en gran manera sin estímulos ciertos,
al gobierno aperturista no podía faltarle, entre su
variado repertorio, una reforma laboral tendiente a
reducir a extremos inconcebibles la paga de la mano de
obra. Y la defendida por el ministro Posada de la Peña
escamotea sin miramientos los derechos adquiridos por
las masas laboriosas en duras, largas e históricas
contiendas. Sus distintas cláusulas o formalidades
buscan no sólo extender sino encubrir el abatimiento
físico y moral de la clase obrera. Hacia la
inconfesable meta se encauzan la supresión de la
retroactividad de las cesantías, el fin del fuero para
quienes cumplan los diez años de trabajo, la
legalización del empleo temporal y, por supuesto, la
artimaña de "las 36 horas". Son tiranías que, en
síntesis, colocan en peligro la existencia del
sindicalismo colombiano y regresan las relaciones
obrero-patronales a sus estadios más primitivos.
Igualmente trascendió que los
asesores del Ejecutivo elaboraron para el Conpes,
Planeación y la Junta Monetaria los programas de
vivienda subsidiada sobre la base de entregarles a las
Corporaciones de Ahorro y Vivienda la totalidad de las
partidas oficiales de dicho rubro, que el régimen hará
crecer con los cuantiosos aportes extraídos a las
Cajas de Compensación Familiar y con la venta de los
activos o posesiones que aún le quedan al Instituto de
Crédito territorial. Las inversiones forzosas en vez
de ir del sector privado al público de aquí en
adelante correrán a la inversa. Que las Cajas auxilien
a las Corporaciones y no éstas a aquéllas. Que el
quebrado ICT responda con sus pertenencias, tal y como
las repúblicas insolventes cubren las anticresis de
sus acreedores enajenando los haberes estatales. En
este punto vale la pena recordar que después del
estallido de la crisis de la deuda latinoamericana en
los albores de los ochentas, Fidel Castro, con la
intención de sacarle jugo a la coyuntura y de pasada
reverdecer sus marchitos furores de líder radical, se
inventó la tesis de que la cesación de pagos no era
una consigna sino un hecho irreversible, pues los
gobiernos no contaban ya con qué sufragar las
respectivas amortizaciones. Sin embargo, el reino de
los negocios se parece bastante a la caja de Pandora,
en donde se hallan encerrados todos los infortunios
del hombre a la espera de que alguien los suelte; si
no que hablen los mexicanos, los argentinos 0 los
brasileños, cuyos mandatarios, al unísono, sin excluir
claro está a nuestro Gaviria, comienzan a vender los
muebles de la casa para quedar bien con los
prestamistas internacionales. En el terreno económico
cualquier falencia, acucia, trampa, inflación,
desempleo, ruina, por grave que parezca, siempre será
susceptible de recrudecerse. Y los pueblos,
sabiéndolos exprimir, pagarán cuanto deban. Con
fundamento en tales intuiciones el Fondo Monetario
Internacional y su Banco han diseñado la incoherente
pero obligada estrategia del mercado libre. En
relación con Latinoamiérica, ya verán sus numerosos
habitantes hasta dónde los empréstitos han sido el
origen tanto de sus daños pasados como de sus males
futuros.
Tal cual se ha visto, en el
espectáculo reformista hay de todo como en el buen
teatro, desde tramas que sacuden los ánimos hasta
escenas que mueven a risa. Ante los reporteros, el
ministro de Hacienda, en una recreación rabelesiana,
hizo la promesa de desbastarse la barriga para inducir
a los hambrientos a que se aprieten más el cinturón.
En otra comparecencia les dijo a los desempleados que,
aprovechando el desbarajuste de Europa Oriental,
traería de aquellas latitudes emigrantes entendidos
con el fin de "ahorrarse dinero en la inversión de
capital humano altamente capacitado". Y le notificó al
país que se subiría del 10 a1,12 por ciento el IVA, o
sea, el impuesto al consumo global, en compensación
por la merma de los recaudos ocasionada por las bajas
en los aranceles de las importaciones y en los
gravámenes de los giros al exterior. En otras
palabras, que los sacrificios fiscales de la apertura
serían compensados con los recargos a las ventas y,
por ende, con más trabas a- la circulación de las
mercancías. La liberalización del comercio se
promovería entonces con su restricción.
Entre el rosario de
incongruencias sobresalen el estudio ordenado por la
Aeronáutica Civil tras el objetivo de llegar cuanto
antes a los "cielos abiertos' y el decreto 501 de este
año, de Barco, con el cual se le puso realmente
término a la reserva de carga de la Flota Mercante
Grancolombiana; dos resoluciones que de llevarse a
cabo sellarán la suerte de nuestra navegación aérea y
marítima, con las implicaciones no remotas de colocar
por completo en manos extranjeras el transporte
internacional del país y hasta su turismo. Por ahora,
el presidente de la Flota Mercante le solicitó permiso
al ministerio de la Defensa para deshacerse de algunos
buques, o matricularlos bajo las banderas de otras
nacionalidades, y por este mediohabilidoso, o
vergonzoso, conseguir el disfrute de las condiciones
propicias que el gobierno le concede a la competencia.
2. El Relevo
Asistimos a uno de esos
remezones sociales tan comunes en nuestra crónica
republicana, que sin implicar una revolución, ni
siquiera un avance, precipitan, junto con el eclipse
de criterios o esquemas administrativos, la caída de
los hombres que los esgrimieron y el ascenso de
aquéllos que por fuerza de las circunstancias están
llamados a llenar el vacío. Los César Gaviria
hormiguean por doquier, en las juntas, en las
comisiones, en las consejerías, a lo largo y ancho del
organigrama burocrático del Estado, y algunos de ellos
ya brillan con luz propia, cual acaba de evidenciarse
con la actuación del presidente de Fenaleo, Sabas
Pretelt de la Vega, durante el curso de su congreso en
Cali, que mereció la especialísima concurrencia de la
plana mayor del gobierno, incluido, el primer
magistrado. Apenas obvio que el vocero de los
comerciantes, disputándoles a los dirigentes de los
otros estamentos del área productiva el mucho o poco
prestigio que todavía ostentan, se haya convertido,
dentro del conjunto de las agrupaciones gremiales, en
el más entusiasta e influyente exégeta de la nueva
Biblia. A nadie mejor que a la gran asociación de
compradores y vendedores le han de convenir "las
libertades" en el régimen de cambios y en la ley de
importaciones; o parecer razonables los argumentos que
se agiten a favor de ellas: el alivio sobre las
"monetizaciones crecientes", el "descenso en los
costos de producción de bienes", el "efecto
antiinflacionario", etc.
Estamos pues a las puertas de
un período en que la exactitud o la vigencia de las
categorías económicas se medirán más que en ninguna
otra ocasión por las tasas de ganancia que a su sombra
se obtengan. Es la apertura, una modificación al fin y
al cabo, imposible de darse sin el gavirismo, pero a
la cual éste le debe su surgimiento. Así se ha
conformado un equipo peculiar, diverso, sin causas
aparentes, a cuyo enigmático arbitraje quedaron
sujetas, de pronto, las aparatosas cuestiones de la
cosa pública. Una orden de privilegiados que cifran su
éxito en la mistificación del saber y de la técnica,
aunque exhiban insuficiencias naturales, cual les
sucede a las empresas que quieren destruir. Si están
en Bogotá nada los coarta para acometer sus estudios
investigativos, redactarlos y absolverlos en los
simposios con doctas disertaciones; mas si vuelan a
Washington en misión diplomática enmudecen, se
paralizan, y en cambio de sacar la cara por la tierra,
hacen lobby, una modalidad gringa del tráfico de
influencias que Ernesto Samper calificó de
"indispensable" después de su primera gira ministerial
por los Estados Unidos. Para darle un toque científico
a su actitud política, el ministro recalcó: "Se
necesitan unos conocimientos técnicos muy especiales,
además de dominar a fondo la legislación comercial y
económica", de ese país, se sobreentiende.
La suplantación ha llegado
hasta el terreno de las enmiendas jurídicas, un
ejercicio en el que los colombianos casi siempre
dispusieron a sus anchas de los aportes de las
personalidades duchas en la materia. Descartando la
confusión desencadenada, los acondicionamientos
constitucionales que se encuentran en camino no podrán
menos de proporcionarles un marco legal apropiado a
los oscuros incidentes arriba descritos, y, por lo
tanto, obedecen también a la colonización económica de
la América pobre que los dueños de medio planeta
impulsan en todos y cada uno de los aspectos del
acontecer social. Por más que la propaganda repique
sobre un supuesto aireamiento de los trajines
políticos, lo que los aperturistas procuran, mediante,
el ataque al Congreso, la humillación a la Corte y el
acoso a los llamados barones electorales de los
partidos liberal y conservador en beneficio del M-19,
es apartar de su ruta a las fuerzas o baluartes que
posean algún arraigo o entronque con la nación o con
su historia. Pretensiones que concreta el gobierno
desgarrando la constitución y escudándose tras las
fantasmagorías del constituyente primario. "Dime quién
es el hombre y te diré cuál es la ley", recuerda un
antiguo proverbio. Faltando todavía por saberse la
composición exacta de la asamblea por la cual se
votará en diciembre, y no obstante que sus
deliberaciones sobre los innumerables temas habidos y
por haber le coparán seis meses según la convocatoria,
hay ya muchas cuestiones decididas, diríamos que las
esenciales, si apreciamos el panorama desde un ángulo
más estratégico.
El ambicioso plan que se puso
sobre el tapete hacia la mitad del cuatrienio de
Virgilio Barco, con una abultada sugerencia de ciento
ochenta y un artículos, ha sido intencionalmente
expuesto a un tortuoso itinerario.Entre 1988 y 1989
hubo cuatro o cinco coaliciones de diferente cariz y
envergadura alrededor de la iniciativa oficial, cuyos
"principales escollos fueron, primero, el naufragio de
la alianza con la corriente pastranista, a raíz de la
providencia emitida hace dos años y medio por
Guillermo Benavides Melo, un simple componente del
Consejo de Estado que le restaba legitimidad a la vía
plebiscitaria; y segundo, la decisión de la
presidencia de retirar el texto íntegro de las
modificaciones en diciembre del año pasado, cuando
aquél había cumplido ya las dos vueltas reglamentarias
y ante el hecho de que el órgano legislativo no
comulgaba con la extradición. Se mantenía una línea
errática, como si a la facción gobernante la tuviese
sin cuidado el apoyo que se le brindaba, el
procedimiento a seguir, o la cruenta lucha contra el
narcotráfico, que con el decreto 2074 Gaviria suavizó,
contando con la tolerancia de George Bush, a quien
esta vendetta le ha servido de mampara para amedrentar
a los regímenes de Latinoamérica, invadir a nuestros
vecinos panameños, tejer dentro del continente las
redes del Pentágono y levantar fortificaciones en los
campos de Perú y de Bolivia. En todo caso la reforma
arranca de verdad cuando la conspiración palatina se
arribaa con el momento preciso, el conducto indicado y
el socio ideal.
A la Corte Suprema de
Justicia le cupo la distinción histórica de refrendar
el golpe. Con su fallo del 21 de septiembre, no sólo
se desconceptúa a sí misma sino que convalida la
utilización del estado de sitio para ventilar los
cambios constitucionales; renuncia al concepto de la
normatividad, convirtiendo la constitución en un mero
juguete de la intriga política, y dota al Ejecutivo de
poderes inconmensurables, puesto que nadie sabe dónde
comienzan ni dónde concluyen. No en vano ha hecho
carrera el "revolcón", un evidente equívoco en el
lenguaje del relator número uno de la futura Asamblea
Constitucional, quien pese a las críticas sigue
insistiendo en confundir la idea de transformar la Ley
Suprema con la acción de revolcarla. Este es el fondo
del relevo ocurrido en el mando, un fenómeno que se
incubaría bajo el ala protectora del gobierno anterior
y con el patrocinio distante pero vigilante dé la Casa
Blanca.
En la misma forma en que
Gaviria cuida hoy del prestigio de Navarro Wolf,
Virgilio Barco condujo a Gaviria a través de los
escalones del gabinete hasta las más altas dignidades
de ministro delegatario. Hundiéndolo en la plutocracia
lo hizo imprescindible, así como a Aquiles su
progenitora lo volvió invulnerable al sumergirlo en
las aguas del Estigia. Con el sol de la fortuna a las
espaldas, se apresta a culminar el arreglo del país
que se alquila, blandiendo el 121, la única
prescripción de la Carta que en realidad respeta. Por
eso da risa ver al mamertismo reclamando un aumento de
sus posibles butacas en la Asamblea Constitucional y
una mengua de las facultades de excepción del primer
mandatario, concesiones que sólo los jefes de esa
tendencia no aciertan a captar que se excluyen entre
sí.
3. Los Orígenes
De lo examinado se desprende
que la apertura económica no significa un compendio de
formulaciones a las cuales pueda acogerse o no una
determinada república, en un momento dado de su
desarrollo; ni configura, sin más, una concepción
académica cuya validez esté por demostrarse. Lejos de
eso, consiste en una política global del imperialismo,
especialmente de los Estados Unidos, que abarca
problemas y envuelve intereses demasiado claves.
Algunos economistas, de buena o mala fe, y hasta
ciertos industriales despistados, creen que la nación
haría bien en aceptarla, tomando desde luego las
correspondientes precauciones en cuanto atañe al
fortalecimiento de su capacidad productiva. No pocos
llegan a proponer los correctivos necesarios, o a
describir con rigurosidad las fallas de la
administración pública que de inmediato debieran
superarse, pero sin parar mientes en que los
imperiosos recursos financieros prosiguen en manos de
quienes apuestan a nuestra bancarrota, o en que
transcurren tiempos difíciles, caracterizados por el
agudo estancamiento, las alzas inflacionarias, los
crecidos déficit. Nosotros nada compartimos de ella,
salvo su denominación de apertura, para identificarla
de algún modo, aunque comprendemos que tras el
eufemismo lo que se esconde es la más grande ofensiva
de colonización económica sobre Colombia, pues tiene
que ver con la suerte de la industria y el agro, la
penetración indiscriminada de las trasnacionales, la
absoluta libertad comercial y cambiaria, el
embotellamiento o confinación del país a la
"microempresa", el envilecimiento de la clase
trabajadora, la entrega de la banca al agio y a la
especulación internacionales, la enajenación del
sector estatal de la economía, las larguezas de la
reforma financiera, la carestía automática e
incontrolada y la enmienda regresiva y despótica del
régimen jurídico. Hay muchas y variadas pruebas de
esto, que nos impiden pensar lo contrario.
Mencionaremos tres de indiscutible trascendencia.
En primer término, las
toneladas de análisis, informes, "cartas de intención"
y demás avenencias comprometedoras con las cuales el
Fondo Monetario Internacional y su Banco, en forma
cínica y seudocientífica, nos aleccionan para que
cambiemos la pesada carga de los empréstitos, la
reduzcamos, o la tornemos manejable, firmando la
liberalización en cada uno de los puntos indicados. En
su anárquico desenvolvimiento, la deuda externa acabó
apuntalando su doble importancia como idóneo canal de
extracción de la riqueza de los pueblos y como eficaz
medio de imposición de medidas a los Estados, valga
decir, el desvalijamiento y el vasallaje.
Desde 1984, para darle pista
al crédito Jumbo, el Fondo y el Banco pusieron el
requisito del desmonte de la restricción a las
importaciones, amén de otros ajustes que el gobierno
de Betancur rechazó airado de palabra tras haberlos
admitido, "gradualmente", en la mesa de negociaciones,
lo que se garantizaba con una monitoría de sus
agentes, tan acuciosos e inconmovibles como los
comisarios de la tenebrosa Inquisición. Y al crédito
Challenger también se le expidió el permiso en los
últimos días de 1988, no sin que antes el gobierno
anterior se aviniera a las demandas de revivir los
trabajos preparatorios de la apertura, en su esencia
definida ya en los compromisos contraídos por el país
desde 1985. Aunque no lograría culminarla, Barco la
inició y, sobre todo, se la dejó lista a su sucesor.
No en otra forma se explica cómo el ministro Casas
Santamaría haya podido, en menos de una semana de
posesionado, armar los cuatro minuciosos decretos
modificatorios de las comunicaciones colombianas que
su despacho promulgó al mismo tiempo. Y con toda
seguridad aún reposan en las gavetas de las oficinas
públicas muchas disposiciones que solamente aguardan
la rúbrica de los funcionarios para salir a la luz.
La segunda prueba radica en
una casualidad que no lo es tanto. La abrumadora
mayoría de los gobiernos latinoamericanos, tal vez con
la única omisión cierta de Cuba, ya se hallan, en un
sentido u otro, matriculados en la nueva escuela. Unos
empezaron temprano, como Chile, y otros más tarde,
como nosotros, pero en todos los países el pensamiento
dominante renegó de cuanto estaba aplicándose,
directrices que si no favorecían el desarrollo de los
pueblos, al menos reservaban al control discrecional
de los Estados determinadas parcelas de la economía.
Esta uniformidad de opiniones y conductas clama por un
factor cohesionante que la dilucide, el señalamiento
del poder superior que gobierna los poderes menores.
Ese no es otro que Estados Unidos, cuyos dictámenes
prevalecen en América Latina desde la época de la
desmembración de Panamá y con una solvencia que jamás
disfrutara en región alguna del globo. Ahora le urge
afianzarse en su retaguardia continental, con el fin
de hacerle frente a la guerra económica que le han
declarado las otras potencias. Los basamentos de la
vieja integración de las repúblicas del área, caso
Pacto Andino, Mercado Común Centroamericano y hasta la
misma Alalc, volaron por los aires. Al igual que en
Colombia, caudillos sin trayectoria asumieron en todas
partes los retos del mando, con la excepción de un
Carlos Andrés Pérez, el veterano presidente de
Venezuela que, por lo demás, también abre las
fronteras, vende los muebles de la casa y parla la
misma jerigonza. Con todo, el "revolcón" del
Continente no hubiera sido posible sin la nueva
hornada de ideólogos de la burguesía, de los cuales
nos ocupamos atrás; salidos por lustros de ilustres
claustros, y colocados en los centros donde se
ambientan o toman las decisiones. Son los masteres que
nos pintan con agudeza Jorge Child y Rodrigo Llorente
en sus columnas periodísticas y que acuden por miles a
engrosar esa horda de intelectuales encargados de
ponerles el uniforme de moda a las ideas, a las actas
y a las costumbres en nombre del capitalismo moderno.
Cuando menos en sus episodios preliminares, la lucha
contra la privatización de América la perdimos con el
auge de la educación privada.
Y en tercer término, tenemos
el discurso con el que George Bush efectuara la
presentación formal de su famosa Iniciativa para las
Américas, un documento básico porque simboliza, de una
parte, el canto de victoria tras el intempestivo giro
que vienen adquiriendo los atropellados
acontecimientos mundiales en los últimos meses, y de
la otra, sintetiza las miras estratégicas del
presidente norteamericano que, aun cuando no hace
mucho prestó su juramento, estuvo estrechamente
vinculado a la administración Reagan durante dos
períodos. Los síntomas de desintegración que acusa el
temido imperio soviético los toma como augurios de un
cambio bendito en la correlación de las fuerzas
mundiales, dentro del cual el poderío norteamericano
pasaría del repliegue al contraataque. Eso lo dio a
entender el 27 de junio en dicha alocución y ya en
agosto sus tropas estaban hollando las quemantes
arenas del Medio Oriente, con el asentimiento unánime
del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y con
la complicidad, a veces franca y a veces tácita, de
las capitales europeas, de Tokio, de Moscú y hasta de
Pekín, un desenlace que no se presentaba en décadas.
Sin embargo, tales toques a somatén los encuadra
dentro del conflicto que el mundo trae larvado desde
cuando la recuperación de los protagonistas de la
Segunda Guerra Mundial dejó de ser una conveniencia
para convertirse en un antagonismo insalvable, ante lo
cual no encuentra solución diferente a la del "mercado
libre". Considera que este modelo de desarrollo, que
en su opinión se fortalece con las tragedias de la
Perestroika, forja la "llave" con que los hombres
entrarán al nirvana de la "estabilidad política y
económica". Así piensa proporcionarle a su país el
ambiente propicio que el ajuste de cuentas con sus
enriquecidos adversarios precisa. Y a la América
Latina le promete la felicidad si se unce a su carro
de batalla. Habrá préstamos frescos y algunas rebajas
para los endeudados pueblos que remuevan los
"impedimentos a la inversión internacional" y
erradiquen en la práctica las "erradas nociones de que
la economía de un país necesita protección con el fin
de desarrollarse". No sabemos cómo le irá próximamente
al señor Bush en el campo de Agramante, en su
Parlamento, o en las bolsas del mundo, pero estamos
convencidos de que América Latina rueda hacia el
abismo de su plena colonización económica y quienes no
partan de este punto de vista no comprenderán ninguna
de las polifacéticas y absurdas consecuencias de los
factores enunciados, y acaso ni su propio drama.
4. El Porvenir
Dentro del desconcierto
prevaleciente se escuchan voces que, no obstante su
inconciencia, destapan en unos cuantos señalamientos
aspectos sustanciales de la verdad oculta. Después de
echarle un vistazo a la creciente fragmentación
económica universal y de tomar nota de los rumores
pesimistas que bullen en los pasillos de las difíciles
negociaciones comerciales del Gatt, llevadas a efecto
al otro lado de la frontera, en la célebre Ronda de
Uruguay, El Mercurio, de Chile, en sus glosas
editoriales del 8 de octubre último, se quejaba de
"dos fenómenos" que "marcan" una "tendencia mundial":
"El primero es el mayor proteccionismo que amenaza la
política de libre intercambio, a la cual obedece la
enorme prosperidad económica vivida en las últimas
décadas en el mundo industrializado. El segundo es la
formación de bloques comerciales que agrupan a
determinados países para establecer un comercio libre
intrarregional y, en ciertos casos, armonizar incluso
las políticas económicas". Llama la atención que
semejantes deducciones provengan del país piloto de la
apertura. No es que el diario ya no crea en ella;
sencillamente ha empezado a objetar, un tanto tarde y
a la buena de Dios, de qué modo las metrópolis les
instilan a los pueblos expoliados el liberalismo
económico de nuevo cuño, mientras entre ellas levantan
murallas férreamente proteccionistas. Una
contradicción obvia, comprensible y explicable.
Entre nosotros también han
surgido comentarios adversos al proyecto aperturista,
siendo que aún no hemos padecido sus calamidades.
Desde cuando encumbrados funcionarios dieron como un
hecho irreversible que la agricultura colombiana
habría de sufrir, sin atenuantes, el hostigamiento de
los competidores foráneos, el doctor Gabriel Rosas
Vega, basado en su experiencia, se opuso y trajo a
colación que las sociedades altamente industrializadas
de Estados Unidos y de la Comunidad Europea gastan
decenas de miles de millones de dólares en subsidios
con los cuales sostiene el rendimiento de su
producción agrícola, sin que ello sea óbice para
aconsejarle al Tercer Mundo que elimine los suyos. A
su turno, muchos sectores gremiales que se mueven
entre la incertidumbre y la esperanza han puesto en
circulación sus críticas, sus reclamos, sus falencias.
Coinciden todos en que hay una infinidad de problemas
represados, debido a la acción indolente de
administraciones sucesivas, para que la actual salte
hoy a escena con un montón de programas improvidentes
cuyo efecto inevitable sería la desaparición de los
frutos del trabajo de varias generaciones colombianas.
Y la clase obrera ha declarado para este 14 de
noviembre un paro cívico nacional contra la apertura
económica, contra la privatización de las entidades
del Estado y en defensa de sus caras conquistas
sindicales, objetivos que por sí solos hablan tanto de
la claridad y de la decisión de los trabajadores como
de su patriotismo. Las fuerzas sociales que velan por
la soberanía de Colombia contribuirán a esta pelea
histórica que se nos ha impuesto, pero al proletariado
le corresponden el deber y la distinción de
encauzarla.
Una advertencia a manera de
epílogo. Los representantes del gobierno han creado
falsas expectativas en torno al eventual aumento de
las inversiones extranjeras que registraríamos, si
llevamos sin vacilaciones y hasta las últimas
consecuencias la apertura económica" Pero al margen de
cualquier otro análisis, el flujo de aquéllas, grande
o pequeño, no elevará realmente el nivel de vida de
nuestra población. Como su movimiento está determinado
por la ley de la máxima ganancia, y al país vienen a
resolver no las dificultades ajenas sino las propias,
agravadas con la agudización de la competencia
mundial, se concentrarán en los negocios que más
reditúen y con las condiciones previstas dentro de la
reforma laboral, o sea la utilización de la mano de
obra menos cara posible.
Por los días de agosto en que
los colombianos supimos con sorpresa que las
telecomunicaciones serían privatizadas de inmediato,
el doctor Emilio Saravia Bravo, aún presidente de
Telecom, en enhiesta posición y patriótica actitud de
rechazo a las medidas, hizo hincapié en un par de
consideraciones fundamentales: que no se podía
"desaprovechar una infraestructura montada por el
Estado durante cuarenta años"; y que si se pierde esa
fuente de ingresos tendrían que "revisarse planes de
alcance social indiscutible como el Plan Nacional de
Telefonía Rural". Seguramente sin proponérselo, el
doctor Saravia traza la única línea válida de
desarrollo para el pueblo colonibiano: hacer valer lo
suyo y vincular al progreso las zonas atrasadas. Mas
eso no lo lograremos sin las denigradas partidas de
apoyo a los frentes de la producción con mayores
penurias, sin el llamado "crédito de fomento", y, en
suma, sin que destinemos parte de la acumulación
nacional al adelanto de los sitios relegados pero que
entrañan enormes potencialidades para el porvenir de
la nación entera. El doctor Saravia concluye:
"Lloverán propuestas para prestar los servicios
rentables, pero se dejarán de lado las comunidades que
no disponen siquiera de un teléfono y a las que se
llega con pérdidas." Los capitales imperialistas, a
los que atribuimos no sin razón las más maravillosas
realizaciones en los anales de la industria moderna,
no logran suprimir el desequilibrio secular entre los
centros ricos y la periferia pobre. Al contrario,
erigen su esplendor sobre el ahondamiento de aquellas
desigualdades, tanto dentro de las repúblicas que los
acogen como a escala internacional. Quienes creen que
la ley de la rentabilidad decide desde el nacimiento y
muerte de las fábricas hasta el "auge y caída de las
grandes potencias", abrazan el más grosero economismo.
Si hay alguna actividad en la que se den cita tarde
que temprano las influencias del resto de las
funciones sociales, sin excluir la enseñanza, el arte
de gobernar, el ordenamiento del pueblo, o la guerra,
esa es la producción, que
proporciona los bienes materiales y sostiene al
hombre. De las incidencias de tales elementos y de sus
relaciones, que con el avance se tornan más y más
complejas, depende la evolución de la sociedad. De ahí
que al Estado moderno le corresponda un creciente
papel en la conducción económica, que con toda certeza
no habrá de desaparecer por la apertura. Las mismas
trasnacionales necesitan de la capacidad económica de
los gobiernos, sin la cual no habría quién atienda los
frentes no rentables, que en materia de servicios o
infraestructura, por ejemplo, son imprescindibles en
el desarrollo productivo. La solvencia oficial se
requiere igualmente, y en alto grado, como garantía de
cumplimiento de los compromisos bilaterales o
multilaterales acordados entre las naciones por
diversas causas; y para que la administración pública
vele por los pobres, quienes van pasando poco a poco
de la "formalidad" a la "informalidad", y habida
cuenta de que las revoluciones también repercuten en
la economía. Por lo que respecta al descontento del
pueblo, éste impedirá que la privatización abarque a
muchas empresas estatales. Y si la preocupación
estriba en las malas, administraciones, procuremos
designarlas buenas.
Lo curioso de este complicado
asunto radica en que a pesar de todo la tasa de
ganancia de las trasnacionales seguirá descendiendo y
los problemas propiamente obreros se propagarán sobre
la superficie del orbe. Los costos de producción en
los países semiindustrializados del Sudeste Asiático,
en donde floreció primero la subcontratación
internacional, han ido incrementándose por variados
motivos, entre los cuales se destacan las luchas de
los sindicatos. Los monopolios norteamericanos y
japoneses buscan otras naciones receptoras, baratas,
como Tailandia, Filipinas, Malasia y el mismo México.
La internacionahzación del capital acabará
entrelazando al mundo en tal forma que la división del
trabajo propia de las grandes factorías se efectuará a
través de países y de continentes y no ya bajo un solo
techo. Unos producirán las partes o los componentes de
los productos y otros los acabarán o ensamblarán,
ahondándose las desigualdades entre la porción
desarrollada del mundo y la indigente. Las
contradicciones entre los bloques económicos tampoco
conocerán límites; la crisis se extenderá con todos
sus estragos, y la clase obrera se hará sentir en
grande.
Notas:
(*)
Contraria contrariis curantur. Las cosas se curan por
medio de las contrarias.
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Publicado
en El Tiempo de noviembre 10 de 1990.