Viene de Parte Dos: Criterio
Mercenario. En esta Sección Parte Tres: Teoría
Revolucionaria
Capítulo III
FALLAS CONSIDERABLES EN LA
CREACIÓN DE UNA TEORÍA REVOLUCIONARIA
Hemos dicho que el tercer
problema fundamental que afronta al Movimiento es la
falta de una teoría revolucionaria estructurada, que
sea fruto de nuestra práctica concreta y de las
condiciones colombianas. Aunque consideramos básico
este problema lo colocamos deliberadamente en tercer
término porque comprendemos que la orientación teórica
que necesita el Movimiento revolucionario colombiano,
no puede estructurarse de un momento a otro, sino que
es el resultado de una larga experiencia de lucha, y
de un análisis muy objetivo de estas experiencias, de
la situación real del país, de las distintas formas y
etapas por las que ha pasado el proceso revolucionario
y el grado de participación que en el han tenido las
distintas clases. En nuestro caso concreto no
podríamos esperar obtener una teoría elaborada de la
revolución colombiana en los primeros días de la
fundación del Movimiento y acaso no la tendremos hasta
dentro de mucho tiempo. Ni tampoco podemos obtener una
teoría “acabada” de la revolución sería
anti-dialéctico porque la teoría se va conformando y
enriqueciendo día a día la práctica revolucionaria y
solo con la mayoría con la práctica revolucionaria.
Lenín aseguraba que en la
lucha revolucionaria tanto las masas, como las clases,
los partidos y los jefes aprenden. Toda teoría
revolucionaria que aspira al acierto de contemplar las
enseñanzas obtenidas por las masas en su lucha contra
el imperialismo y las oligarquías. Conocer las
experiencias de las masas en su lucha práctica exige
ante todo una estrecha ligazón con ellas, que sólo la
puede dar una actividad revolucionaria cotidiana. Por
eso, quien, preciándose de teórico marxista, mantenga
una conducta de divorcio con las masas y con la
práctica revolucionaria, no pasará de ser un
charlatán. Quien se aparta de las masas, es aparta de
verdad de la lucha revolucionaria.
En la tarea por la creación
teórica los revolucionarios colombianos en su inmensa
mayoría repetidores de lo que dicen los auténticos
ideólogos del marxismo-leninismo en la revolución
anti-burguesa. Esta clase de “teóricos” ha contribuido
indudablemente al estudio de la experiencia universal
del proletariado, pero desgraciadamente han sido muy
escasas sus incursiones en la historia de Colombia y
sus investigaciones de nuestras condiciones
particulares. La controversia ideológica internacional
forma parte en que las fuerzas marxista desenmascaran
la traición de algunos contemporáneos, ha contribuido
notablemente a precisar conceptos y principios a estas
por estos a prueba por los partidos comunistas del
mundo. En esta gran discusión los chinos han tenido
una participación de vanguardia en defensa al
marxismo-leninismo, al que enriquecen, además, con el
aporte del complejo proceso revolucionario, sino, en
el que el elemento campesino ocupa lugar estratégico
especial. Las obras teóricas de los dirigentes chinos,
especialmente las del camarada Mao Tse Tung, sobre
prácticas, verdaderos pilares del marxismo, se
difunden ampliamente en los círculos revolucionarios
de sectores importantes del Movimiento y que son los
llamados, a no dudarlo, a enrumbar la organización por
los caminos de la victoria. Estos sectores marxista
del Movimiento tendrán que estudiar critica y
científicamente nuestra historia para saber si hemos
sido acertados y sobre todo para recoger el fruto que
dejan los fracasos.
Esta tarea fundamental, que
es una especia de inventario que las organizaciones
revolucionarias deben realizar periódicamente, no se
han cumplido dentro del MOEC. Por eso no sabemos
muchas veces si determinadas orientaciones
estratégicas y tácticas que el impartido la
organización son justas, o si determinadas consignas
para guiar la lucha de las masas dan resultados
favorables. En el pasado no realizamos a cabalidades
tarea de causa del bajo nivel ideológico. Ha habido
incluso en el Movimiento manifestaciones abiertas de
rechazo a la labor teórica. Muchos compañeros han
confundido el estudio del marxismo y los pocos
intentos teóricos dentro del Movimiento como brotes
“derechistas” en nuestras filas y se les oye calificar
en la lucha interna a elementos oportunistas, creando
animadversión por la teoría revolucionaria. Algunos
dicen: “Yo me encargo de la acción, otros se encarguen
de la teoría”.
Todos estos militantes no
comprenden que nuestro Movimiento no puede realizar
una labor revolucionaria en cualquier terreno, militar
o político, organizativo o educativo, sin ciertas
normas generales que guíen nuestra práctica, que
unifiquen nuestro criterio, que arroje luz a nuestras
acciones. Sin las orientaciones teóricas, nuestro
Movimiento será una organización de anarquistas,
divididos por las más disímiles y aberrantes
concepciones de la lucha. Precisamente una de las
causas directas de las actuales divisiones dentro del
Movimiento está en las fallas en la elaboración de una
teoría colombiana de la revolución, que nos une en la
práctica correcta. Apartar la teoría de la práctica es
realmente no entender ninguno de estos dos términos.
La teoría revolucionaria surge de la práctica
revolucionaria o es la síntesis de esta. La teoría son
las experiencias ordenadas y sistematizadas para
orientar la lucha revolucionaria. Un partido
revolucionario sin teoría revolucionara es como un
hombre ciego que puede caminar, pero sin saber por
dónde, a tientas, y a riesgo de sufrir tropezones. “La
base de la teoría es la práctica, y la teoría, a su
vez, sirve a la práctica”, dice el camarada Mao.
En este material no
pretendemos hacer un estudio de todas las concepciones
teóricas aprobadas por el Movimiento y practicadas por
sus militantes a través de estos siete años de lucha.
Hemos precisado, eso sí, que las desviaciones
ideológicas y políticas del oportunismo contemplan
criterios equivocadas sobre muchos aspectos capitales
y que ya estudiamos en los capítulos anteriores. Por
ahora queremos limitarnos a la visible despreocupación
por el análisis profundo de nuestras experiencias. Los
fracasos militares del MOEC, por ejemplo, no han
recibido la atención que merecen por parte de nuestros
compañeros para perfeccionar nuestra línea política y
militar futura. Los congresos y plenos del Movimiento
por lo general han hecho caso omiso de todos los
problemas organizativos y de dirección que tenemos y
que hemos señalado atrás. Por otra parte se han
probado orientaciones subjetivas y lanzado consignas
equivocadas sobre la lucha armada y la construcción
del partido que no han sido objeto a una acuciosa
revisión.
EL MOEC O LA LUCHA ARMADA
Cuando la traición y el
fracaso de las direcciones seudo-marxistas en señalar
un camino claro para la liberación de nuestro pueblo
eran evidentes, apareció el MOEC enarbolando una
bandera: La lucha armada. Por primera vez en la
historia de la teoría revolucionaria de Colombia esta
tesis de la lucha armada aparecía unida a un
Movimiento político como fundamento central de su
programa revolucionario. Esta tesis de la lucha armada
se ha venido desarrollando con la práctica consecuente
de los revolucionarios; también, por otra parte, se le
han querido limitar, sus alcances en las
especulaciones “teóricas”, se le han dado falsas
interpretaciones y hasta se ha pretendido desviar sus
objetivos, pero lo cierto es que desde entonces es una
solución para la liberación de nuestro pueblo, como
línea estratégica fundamental de la revolución
colombiana que contempla nuestras condiciones de país
semi-feudal y semi-colonial de la órbita imperialista.
Con la gloriosa victoria de
los guerrilleros de la Sierra Maestra y el
enrumbamiento socialista y proletario de la Revolución
Cubana, se abrió una nueva etapa en la lucha
revolucionaria de América Latina. Quedaba comprobado
el aguerrido pueblo chino en Asia, que “el
imperialismo yanqui es un tigre de papel”. La lección
la aprendería los sectores progresista de los pueblos
de América Latina. El triunfo de los pueblos sobre los
guerreristas y explotadores norteamericanos era
posible en estas tierras de Bolívar y Martí; ahí
estaba Cuba victoriosa, un pequeño y grande pueblo de
apenas seis millones que expulsó de su territorio al
Tío Sam con todos sus cohetes intercontinentales, con
todas sus bombas atómicas, con todas sus flotas de
guerra, a sólo 90 millas de Miami. Un reducido grupo
de guerrilleros, con Fidel y Guevara a la cabeza, fue
la chispa que prendería la llama de un gigantesco
movimiento antiyanqui, en Cuba primero y en América
Latina entra después. Las oleadas de este Movimiento
continental contribuirían a limpiar el horizonte
revolucionario de Colombia, de los planteamientos
vacilantes y reformistas del revisionismo criollo y a
levantar más alta la bandera estratégica de la lucha
armada guerrillera.
La Revolución Cubana es uno
de esos jalones en la historia que deja rezagados a
los falsos transformaciones de la sociedad. Por encima
de las maniobras diplomáticas y del lenguaje
demagógico acomodado a la nueva situación,
independientemente de la voluntad de dirigentes y
partidos, la Revolución Cubana es un hecho histórico
que impulsa la revolución continental, desenmascara a
los social-reformistas y que señala seriamente la vía
guerrillera como la única solución para la inmensa
mayoría de los pueblos latinoamericanos.
Las fuerzas honestas y
consecuentes del Movimiento se echaron sobre sus
espaldas la tremenda responsabilidad de llevar a la
práctica la salida guerrillera, improvisando la
táctica y divorciadas de las masas, por lo que sus
acciones, aunque son experiencias importantes que
enriquecen nuestra teoría revolucionaria. Estos
intentos de crear frentes guerrilleros se han sucedido
uno tras otro, cobrando vidas valientes de lo más puro
de la juventud revolucionaria de Colombia. Nuevas
organizaciones surgieron bajo la orientación de la
lucha armada como forma principal de lucha y
enrumbaron sus esfuerzos hacia la apertura de frentes
guerrilleros. La concepción teórica central de la
lucha armada, se ha venido popularizando y afianzando
en considerables sectores de las masas. Posteriormente
con la adopción de la ofensiva guerrillera por parte
del Movimiento campesino de Marquetalia y con la
irrupción del Ejército de Liberación Nacional en
Simacota, Santander, esta tesis toma forma en la
práctica y ha correspondido a estos compañeros en
armas asestar los golpes más duros al enemigo.
Sin embargo la concepción de
la lucha armada, a través de su desarrollo, como línea
estratégica de la revolución colombiana, ha sufrido
limitaciones en la interpretación y aplicación que de
ellas hacen las direcciones revolucionarias, con lo
que se recorta su verdadero sentido estratégico y su
gran valor político. Una de estas limitaciones es el
criterio militarista con que se enfoca la lucha
armada, que consiste en subestimar el papel de la
dirección política y reducir la colaboración con la
lucha armada a la participación en el aparato
clandestino y a las acciones militares. En estos
errores se ha incurrido por la falta de experiencia de
los grupos revolucionarios que están a la vanguardia
de la lucha popular.
El problema no consiste en
averiguar si la lucha armada es o no la forma
fundamental de lucha de nuestro pueblo, ni de si
debemos impulsar o no la lucha armada. En este punto
básico estamos identificados los movimientos
revolucionarios de vanguardia; el problema radica en
como desarrollar mejor la lucha armada, en como
orientarla para que desempeñe con toda efectividad su
papel estratégico central, en como vincularla
progresivamente a la lucha de las masas y en como
combinar las diversas formas de lucha en apoyo de las
fuerzas armadas revolucionarias. Es un problema de
dirección acertada, de interpretación acertada de la
situación en su conjunto y de aprobación acertada en
la practica de las concepciones y soluciones, lo que
es un criterio militarista, reducido, no podremos
alcanzar.
La dirección revolucionaria
no se debe limitar a atender y solucionar únicamente
los problemas propios del desarrollo militar, sino que
debe también darle la importancia que le corresponde a
los problemas políticos, a aquellos que son producidos
por un auge de la lucha armada y el resto que incide,
en una forma o en otra, en el feliz avance de las
fuerzas armadas revolucionarias. El éxito de la lucha
armada no depende exclusivamente de las victorias
militares, sino que depende también, y en gran medida;
de las victorias políticas, mucho más en esta etapa
inicial del desarrollo de la guerra popular y de
debilidad relativa de nuestras fuerzas armadas
revolucionarias, en la que la lucha política juega un
papel de primer orden en apoyo de la principal forma
de lucha, la lucha armada.
Debido a nuestra
inexperiencia, concretamente en el caso del MOEC, no
hemos cumplido a cabalidad con los deberes de
dirección y orientación de la lucha popular. Hemos
alcanzado la consigna de la lucha armada, pero no le
hemos resuelto a las masas de la organización a creer
que la única forma de apoyar la lucha armada es
perteneciendo al aparato clandestino y militar y que
esta actitud define al revolucionario. Con este
criterio se menosprecia la importancia de la lucha
política de las masas, se priva a las fuerzas armadas
revolucionarias del apoyo masivo de amplios sectores
revolucionarios, a la vez que se cae en el error de
abandonar las masas a la espontaneidad. Podríamos
citar varios ejemplos de este criterio militarista y
reducido, de culto a la espontaneidad, con el que se
aísla a la lucha armada revolucionaria; a este caso
corresponde muchas de nuestras consignas alejadas de
toda realidad, que las masas ni física ni
políticamente podrían cumplir en la situación actual,
como esa popularización por el Movimiento de “Cambia
tu voto por fusil”.
Expliquemos un poco. La
abstención ha sido para el Movimiento una línea a
seguir que se deduce del régimen electoral
antidemocrático de nuestro país. Las salidas
electorales de la burguesía colombiana, que son parte
de sus “comedias democráticas” con las que pretende
engañar al pueblo sobre el verdadero carácter
dictatorial y pro-imperialista de sus gobiernos, son
cada vez más entrabadas con talanqueras
constitucionales y regulaciones discriminatorias para
impedir el acceso al parlamento burgués de los
representantes de las clases explotadas. La entrega
económica y política de nuestro país a los Estados
Unidos, cada día más acentuada, que efectúan las
oligarquías lacayas, por una parte, y el auge de las
luchas populares ante el aumento acelerado de su
explotación y su miseria, por la otra, son factores
determinantes que obligan al régimen a hacer recortes
considerables a la legalidad burguesa. Prueba de ello
es que en Colombia solamente dos partidos (conservador
y liberal) ambos oligárquicos y pro-yanquis, están
reconocidos legalmente. De tal manera que todo
candidato del proletariado o de los demás extractos
populares, para poder ser elegido al parlamento, debe
inscribirse en los partidos oligárquicos y apoyar y
comprometerse con sus programas liberales o
conservadores. Además el régimen parlamentario, sus
disposiciones internas antidemocráticas, impide que se
pueda desarrollar dentro de su seno cualquier lucha
popular de ciertas proyecciones por parte de los
congresistas de avanzada. El parlamento colombiano ya
no es una tribuna desde la cual se logre crear
conciencia a las masas e impulsar la revolución. De lo
que sucede en el parlamento se entera el pueblo a
través de las informaciones suministradas por los
aparatos propagandísticos de la burguesía. Así las
voces democráticas del escasísimos número de
parlamentarios progresistas que se pueda colar al
Congreso, son ahogadas por las toneladas de mentiras
de las grandes rotativas y demás medios publicitarios
del régimen. Ninguna ventaja, en estas condiciones,
ofrece al pueblo colombiano la lucha electoral. Y como
si esto fuera poco, el peligro de un golpe de estado
“gorila” por orden del Pentágono, se blande
permanentemente como una espada de Damocles sobre la
atolondra cabeza de la democracia representativa.
Casos del desconocimiento del resultado de las urnas
los tenemos por montones en América Latina y se
seguirán repitiendo en aquellos países en donde el
dividendo electoral no satisfaga los propósitos del
imperialismo.
La abstención ha sido un
planteamiento político defendido por el movimiento
como uno de sus puntos polémicos en las discusiones
públicas con los seudo-marxistas del Partido Comunista
y que ha servido para diferenciar los revolucionarios
de los conciliacionistas y traidores. Con la consigna
“no vote” se lucha efectivamente contra el régimen
oligárquico y se ataca una de sus bases más podridas.
La abstención se ha convertido en una pesadilla para
la clase dominante. El aumento del índice
abstencioncitas mide el aumento de la indiferencia
popular hacia las “soluciones” de sus grandes
problemas que le ofrece la oligarquía por intermedio
de sus políticos. Cuando un pueblo deja de creer en
los cauces legales para continuar sus luchas contra
los enemigos de clase, necesariamente empieza a pensar
en otros medios que le proporciones mejores resultados
en la ofensiva como en la defensiva. No es por lo
tanto en Colombia una coincidencia el fenómeno del
aumento paralelo de dos formas de lucha populares: la
abstención y la lucha armada.
Pero de estas consideraciones
que hemos hecho no hay material de juicio para decirle
al pueblo que “cambie su voto por un fusil”. Esta
consigna desconoce la situación real de nuestro
pueblo, desconoce su grado de conciencia y la
correlación actual existente entre las fuerzas del
enemigo imperialista y oligárquico y de las masas
explotadas. Por lo tanto consignas de este tipo caen
al vacío, porque el pueblo no está en condiciones de
levantarse al unísono en armas. En el país existen
muchos obreros, muchos campesinos, muchos
intelectuales y estudiantes revolucionarios que están
de acuerdo con la lucha armada y desean empuñar el
fusil, sin embargo no pueden abandonar el taller, la
oficina, el aula, para lanzarse en armas a la montaña,
porque las condiciones objetivas del desarrollo de las
fuerzas revolucionarias no dan aún para insurreccionar
a todo el que quiera irse a pelear por el monte. Lo
irracional del asunto es que la dirección
revolucionaria no resuelva el problema de la
colaboración efectiva de estos sectores progresistas
con la lucha armada revolucionaria, cuando ésta
necesita del respaldo amplio y de la solidaridad
decisiva de las fuerzas revolucionarias y patrióticas.
Si no se dan orientaciones acertadas, si
irresponsablemente se agita por agitar y se lanzan
consignas extremistas, sin sentido, las masas quedan
en manos de su propia espontaneidad y enredadas en su
propio desconcierto. Al profundizar en estas
consideraciones encontraremos mas clara la necesidad
de una dirección política, que valore en toda magnitud
la nueva etapa del proceso revolucionario que vivimos
y que exige una combinación al máximo de la lucha
política con la lucha armada, la dirección
revolucionaria debe trabajar ahincadamente por
conseguir el apoyo de las masas a la lucha armada,
aplicando una línea de unidad en torno a los frentes
guerrilleros existentes. Ninguna lucha de las masas,
política o económica, tendrá sentido revolucionario en
esta hora, sino está orientada en el fondo a brindarle
solidaridad a las fuerzas armadas revolucionarias. Las
huelgas de los obreros, las invasiones de tierras ,
las luchas estudiantiles. Los paros cívicos, deben
tener por decirlo así, ese sello insurreccional de
apoyo consciente a la lucha armada y de debilitamiento
político de las oligarquías. El pueblo debe entender
progresivamente, y para ello hay que desarrollar una
política de dirección acertada, que allá en las
montañas de su patria se están gestando sus fuerzas
reales, su poder real, su brazo armado que dará al
traste algún día con todos sus explotadores y
verdugos. Para lograr esto hay que fortalecer la lucha
política de las masas.
Existe dentro de ciertos
sectores revolucionarios confusión sobre la
interpretación del verdadero papel estratégico de la
lucha armada. Esta confusión se manifiesta en el
divorcio que hacen de la lucha armada al margen de las
otras formas de lucha del pueblo y de las grandes
tareas revolucionarias como la de creación de la
conciencia revolucionaria de nuestra clase obrera.
Para la dirección seudo-marxista del Partido Comunista
de Colombia esta confusión ha sido línea política
peculiar. La necesidad de la lucha armada se desprende
de las condiciones concretas de nuestro país, del
juzgamiento económico y político que el imperialismo
yanqui ejerce violentamente sobre nuestro pueblo y de
nuestra condición de país semifuedal, y
semicapitalista. La oligarquía colombiana, traidora de
los intereses nacionales y entregada a los
imperialistas, contribuye a la dominación política y
militar de nuestro pueblo, a la deformación de sus
sentimientos patrióticos y a la agresión directa y
brutal contra todas sus manifestaciones populares y
anti-yanquis. La situación lamentable de nuestra clase
obrera, débil numérica y políticamente, prosternada
ante la ideología de la clase dominante, le ha
impedido jugar su papel histórico de clase
revolucionaria de vanguardia en Colombia. La lucha de
los campesinos por la tierra en manos de los
terratenientes vendidos al amo yanqui, y el estado de
abandono y subdesarrollo en general de las zonas
rurales, hacen del campo un escenario de la necesidad
de la lucha armada revolucionaria como forma
estratégica principal de lucha, y fundamental la
orientación campo-ciudad de la dirección
revolucionaria. La lucha armada revolucionaria
desencadenará las condiciones favorables para la
vinculación de nuestra clase obrera a la lucha
revolucionaria de Colombia y mediante el
fortalecimiento de la lucha armada del pueblo se oirá
logrando la unidad popular y el aislamiento político
progresivo de los agresores yanquis y sus lacayos
nacionales. La lucha armada revolucionaria
radicalizará la posición imperialista, reaccionaria y
la posición popular revolucionaria. La lucha armada
revolucionaria impulsará al máximo la lucha política
de nuestro pueblo y obligará a los imperialistas a
quitarse su careta de “embajadores del progreso y de
la paz”. En este sentido la lucha armada
revolucionaria es la línea política más justa de la
revolución colombiana y el deber de todos los
revolucionarios es impulsar y fortalecer esta línea.
Sin embargo la dirección
seudo-marxista le quita a la lucha armada todo su
valor estratégico y político, cuan la mira como un
hecho aislado, campesino, cuando se le explica
únicamente como la forma de lucha de determinadas
organizaciones campesinas, que se han visto obligadas
a pasar de la “autodefensa” a las acciones ofensivas
de tipo guerrillero como consecuencia de la violenta
represión del gobierno contra dichas organizaciones.
Para los seudo-marxistas la lucha armada
revolucionaria no es una línea estratégica y política
de la revolución colombiana, es el producto espontáneo
de determinadas regiones campesinas, porque en ellas
se dan las condiciones, para que aparezca la lucha
armada. En este sentido la lucha armada no es un
camino definid y claro para la liberación de nuestro
pueblo, no es una necesidad que se desprende de todas
las condiciones de nuestro país semifeudal y
semicapitalista de la órbita del imperialismo
norteamericano. Para los seudo-marxistas la lucha de
las masas a nivel nacional las huelgas de los obreros
y de la pequeña burguesía baja, como los médico y
maestros, los sabotajes espontáneos de la población
contra las grandes propiedades, las invasiones de
tierra, el movimiento estudiantil revolucionario, la
aparición de organizaciones revolucionarias que
orientan sus trabajos
…...........................................................................................
y demás protestas y manifestaciones populares, como
los paros cívicos, al reducir en ahondamiento de la
crisis económica y política del sistema, ni para
comprender que estas luchas populares debilitan al
enemigo y proporcionan una colaboración definitiva a
las fuerzas armadas revolucionarias. El gobierno
lacayo no solamente tiene que gastar gran cantidad de
esfuerzos económicos y militares en la persecución de
fuerza para reprimir los movimientos huelguísticos en
las ciudades, para defender a sus elecciones, a sus
políticos de la furia del pueblo, para vigilar y
asesinar al estudiantado, etc. Es decir, un aumento de
la lucha popular significa un aumento de la debilidad
política y militar del enemigo y mayor desahogo para
nuestras fuerzas armadas revolucionarias. Sobre estas
bases concretas de la lucha popular, sobre la
descomposición económica y política del régimen, es
que está basada la lucha armada y sus posibilidades de
desarrollo y de victoria final.
Los seudo-marxistas no han
hecho jamás estos planteamientos justos y como la
concepción de la lucha armada revolucionaria se abre
paso cada día entre más importantes sectores
revolucionarios y en innegable ya en la teoría y en la
práctica, tenían que acomodar su charlatanería
revolucionaria a la nueva situación y a admitir,
obligados, la lucha armada como un hecho cumplido,
innegable, y no como una línea estratégica. El Partido
Comunista habla de combinar las distintas formas de
lucha, pero no define sus relaciones dialécticas, ni
sus prelaciones, y en este sentido la combinación de
las distintas formas de lucha es una orden para que el
Partido Comunista participe en las distintas formas de
lucha del pueblo, inclusive en la lucha armada,
parceladamente, sin cumplir su papel de dirección y a
los vaivenes de las espontaneidad de las masas. En
esta forma se comprende por qué ante el fracaso de la
línea sindicalista del Partido par crear una auténtica
conciencia de clase a nuestro proletariado, no ha sido
reconsiderada ni corregida aún esta línea, a pesar de
que se habla en sus filas de la lucha armada; y se
comprende también por qué el Partido contribuye a
debilitar cada una de estas formas de lucha del
pueblo, frente a un solo enemigo que practica una sola
política de explotación y violencia. Las consignas del
Partido “mamerto” son: “salvemos al Partido”,
“acomodemos a la nueva situación”. Por eso su teoría
de la revolución es una colcha hecha a tetazos a la
que ha que quitar o agregar un pedazo de acuerdo con
lo que “nos convenga”. Así un partido revolucionario,
que aspire a la victoria, no podrá cumplir su gran
tarea de orientador y directos del proceso
revolucionario, por más temporalmente o en un momento
dado aparente que le va muy bien.
El hecho de que en la Sabana
de Bogotá no se pueda crear en estos momentos una
guerrilla y en Marquetalia o en Simacota si, no
autoriza a los revolucionarios para concluir que en el
país no existen condiciones favorables para el
fortalecimiento de la lucha armada revolucionaria, o
para decir que el éxito de la lucha armada
revolucionaria, su aparición concreta como forma de
lucha popular, depende de las condiciones
excepcionales y exclusivas de ls zonas campesinas
donde operan los guerrilleros. Si así fuera, la
expansión de la lucha guerrilera, la formación del
ejército popular y el desarrollo de la guerra
prolongada del pueblo, estarían limitados a los marcos
reducidos de ciertas regiones campesinas y su
porvenir, por lo tanto, sería incierto y su valor
político menguado. La lucha armada ganará amplios
sectores de las masas y será la forma más generalizada
de lucha de nuestro pueblo, no solo del campesinado
agredido, de los guerrilleros insurreccionados, sino
del proletariado, de las inmensas mayorías
pequeño-burguesas, del pueblo entero, en una palabra.
La vinculación de la lucha
armada y de la lucha política del pueblo es
indisoluble, ambas se relacionan y se impulsan, y el
papel de la dirección revolucionaria no se limita a
participar en cada una, sino que, además esto, debe
orientarlas a ambas, luchar por hacerlas más fuertes y
más estrechamente unidas y saber utilizarlas para el
fortalecimiento de nuestras fuerzas armadas
revolucionarias.
IMPROVISACIÓN Y TERGISACIÓN
Ha sido tradicional dentro
del Movimiento improvisar en materia de orientación
teórica y tergiversar los hechos pasado para acomodar
las interpretaciones y experiencias a los intereses
personales o de grupo. Limitémonos en esta oportunidad
a leer el último documento publicado oficialmente por
la organización y extractar de el algunos apartes. El
último documento publicado por el Movimiento es el
“Manifiesto marxista-Leninista” del III Plenum
(Octubre de 1964). El manifiesto se remite a la
Resolución Política aprobada por el I Congreso y la
ratifica por considerarla acertada: “La sociedad
colombiana actual, dice el manifiesto, es todavía una
sociedad semifeudal y semicolonial, se está
desarrollando el capitalismo a una velocidad
sorprendente; que la vida económica, política,
cultural y social del país, se halan sometida al doble
control tiránico de las oligarquías nacionales y
extranjeros de acuerdo con lo anterior, el MOEC
pregona que la revolución colombiana, es en su etapa
actual, una revolcón NACIONAL Y POPULAR, pero eso sí,
esta revolución nacional y popular DEBE ESTAR DIRIGIDA
POR EL PROLETARIADO.
Esta definición del carácter
nacional y popular de la revolución colombiana en su
etapa actual contempla las condiciones nuestras de
Colombia y por lo tanto es acertada también es
acertada la advertencia de que la revolución debe
estar dirigida por el proletariado”. Lo que sorprende
realmente es que mientras esto se consigna en la
Resolución Política aprobada por el I Congreso (1960),
y se ratifica en el III Plenum (1964), los estatutos
aprobados y ratificados por todos los organismos
marxismo del Movimiento, digan, como ya lo vimos, que
la dirección debe estar a cargo de “ la clase obrera
campesina”. Esta contradicción no se explica sino como
resultado de la superficialidad y demás documentos
políticos y teóricos no son discutidos muchas veces,
sino que se recomienda su redacción a un compañero o a
un grupo de compañeros después de haber pasado el
congreso o el Plenum, e inmediatamente sin editados.
Por ese estos documentos teóricos vitales del
Movimiento reflejan únicamente el criterio del
compañero o del grupo que los redactó y van
impregnados del pensamiento “personal” y subjetivo,
sobre todo en las partes que se refieren a la historia
de la organización. Y así, negando la realidad pasada
y con juicios subjetivos, no se construye teoría
revolucionaria.
El manifiesto salido del III
Plenum, al que nos venimos refiriendo, fue redactada
por Mauricio Torres y publicado después sin haberse
discutido en el Plenum. Dice el referido documento “En
el II Congreso del MOEC en 1962 el ala marxista
reiteró las criticas que ya había hecho en el I Plenum
en 1961, e hizo otras nuevas sobre los graves errores
cometidos posteriormente. Igualmente en este Congreso
se planteó la necesidad de que el MOEC luchara firme y
decididamente por el lograr la UNIDAD DE TODOS LOS
MARXISTAS-LENINISTAS DE LAS DIFERENTES ORGANIZACIONES
REVOLUCIONARIAS, con la esperanza de lograr la
creación de un vigoroso y único partido
marxista-leninista, pero desafortunadamente se
opusieron a estas justas tesis de unidad nacional
revolucionaria, algunos elementos de muy baja
comprensión política, los cuales se mostraron
incapaces de analizar concienzudamente el curso de los
acontecimientos para hacer avanzar el movimiento
revolucionario colombiano”.
Este recuento de lo que en
realidad sucedió en el II Congreso del MOEC, es una
hábil tergiversación de Mauricio Torres, quien no
reconoce el error de su posición equivocada, cuando la
sazón pidió la unidad del MOEC con el naciente Frente
Unido de Sazón Revolucionaria (FUAR), que era una
organización de oportunistas pequeño-burgueses,
infectada de sabuesos del DAS, de demagogos y
caudillos, quienes como Luis Emiro Valencia, había
dado ya muestras de sus verdaderas intenciones de
filibusteros y negociantes de la revolución. La unidad
que pedía el grupo de Torres, hubiese significado un
duro golpe para el Movimiento, porque al juzgar por
las ulteriores acontecimientos, el FUAR buscaba el
monopolio de la “revolución”, minando a las jóvenes
organizaciones revolucionarias que como el MOEC,
desvelaban a los esbirros a sueldo de la “Mano negra”
y a los altos mandos militares del ejército
oligárquico. Pero gracias a la actitud valerosa de
honradez compañeros, que aunque carecían entonces de
una sólida estructuración política, comprendieron el
peligro y defendieron el Movimiento; el II Congreso
por mayoría rechazó la propuesta de Torres.
Es lamentable que
tergiversaciones de este tipo queden consignados en
documentos oficiales del Movimiento, como este el III
Plenum. Que lo que fue una maniobra liquidacionista
del oportunismo se señale como una “Tesis justa de
unidad nacional revolucionaria del ala marxista”. Que
lo que fue una posición valiente en defensa del
Movimiento por parte de los revolucionarios, se
califique de “baja comprensión política y de
incapacidad de análisis de algunos elementos”. Así,
definitivamente, no se crea teoría revolucionaria. Si
quien se aparta de la práctica se aparta de la verdad,
quien tergiversa la práctica no tiene remedio.
Pero la unidad es un solo
partido del proletariado, tal como la
.................................... Torres (10), se
consigue mediante la convocatoria de un congreso de
unidad de “todos los marxistas leninistas de todas las
organizaciones” o simplemente “integrando” las
organizaciones avanzadas. Este planteamiento, además
de distraer la militancia de la organización de los
problemas capitales de la construcción del partido
único proletariado y de la unidad, es una manera fácil
y oportunista de aparecer como abanderados de la
“unidad” y del “marxismo-leninismo”. La vida diaria
rechaza a menudo los “buenos deseos” de los
charlatanes. Todos los intentos de unidad que se
llevaron a la práctica por parte de la dirección del
Movimiento........................... R.C., el nuevo
Partido Comunista (11) , etc, fallaron rotundamente,
porque había concepciones diferentes de la revolución,
por la rapiña de las posiciones burocráticas y por el
criterio antirrevolucionario de querer hacer prosperar
una organización a costa de otra de las otras. Las
tesis de Torres sobre la unidad de un solo partido
muestran por otra parte el inconveniente insalvable de
tenerse que señalar, con antelación al pacto de
unidad, los marxistas-leninistas de las distintas
organizaciones, como si el marxismo-leninismo, fuera
un título que pudiéramos ostentar en todas las
ocasiones para satisfacer nuestros deseos. Los
revolucionarios nos unimos alrededor de la línea más
acertada de la revolución, alrededor de la línea
política comprobada en la práctica como la más justa y
bajo la dirección probada en mil combates victoriosos.
La unidad en el partido es una unidad de clase,
ideológica, basada en los principios del
marxismo-leninismo y alrededor de la teoría que le de
la victoria a las clases explotadas. La unidad en un
partido único del proletariado no se alcanza con
pactos, no con “congresos de unidad”, la unidad en el
partido es la unidad política de las clases y las
organizaciones revolucionarias propia del frente unido
y que se logra como la bandera más apreciada y como la
mejor garantía del triunfo final de la clase obrera.
Cuando la clase obrera y su
partido se reúnen en el frente unido con otras clases
y organizaciones revolucionarias, no se colocan como
condiciones de la unidad los principios ideológicos ni
organizativos del marxismo-leninismo. Por eso el
partido debe pedir y respetar la autonomía e
independencia de las organizaciones dentro del frente
unido. Para alcanzar la unidad del frente unido, es un
momento determinado del proceso y de acuerdo con las
condiciones obligantes, basta con la identificación de
las distintas organizaciones revolucionarias
participantes en el frente unido sobre los intereses
generales de la revolución, sobre el carácter de la
lucha popular y sobre algunos métodos y algunas formas
de lucha. Pero cuando se trata de la unidad dentro del
partido las condiciones son mucho más severas. Se
requieres una identificación completa alrededor de los
principios ideológicos del marxismo-leninismo, una
cohesión permanente, una disciplina férrea y una
auténtica moral proletaria, se requiere una
identificación plena a base de un análisis critico y
autocritico de nuestra conducta pasada y una
vinculación orgánica al trabajo revolucionario de
estilo leninista. Si algunas de estas condiciones
falla la unidad dentro del partido salta hechos
pedazos. Y este tipo de unidad se debe lograr en el
partido desde el mismo momento de su creación y se
debe mantener frente a todas las situaciones y al
precio que fuere necesario, aún dentro del grupo
marxista-leninista más minoritario.
Después de un año
transcurrido desde cuando el Movimiento lanzó su
teoría de que “la tarea principal en la actualidad es
la de construir con revolucionarios de todas las
organizaciones, un partido marxista-leninista” y de
aclarar que “existen en la actualidad condiciones
excepcionales favorables para realizar en corto tiempo
la integración”, se comprende más fácilmente que tal
enfoque de nuestra situación era falso. La experiencia
demostró que el abismo que existe entre las distintas
concepciones ideológicas del Partido Comunista nuevo,
que desde un comienzo guarneció viejos elementos
revisionistas que con mañas se deslizaron a sus filas,
y del MOEC, con sus profundas divisiones internas y en
proceso de depuración, era insalvable por lo menos
hasta que no se aclara la situación interna de las
organizaciones y se definiera en ambas una clara
orientación ideológica, política y organizativa. Los
intentos de unidad que se hicieron resultaron al final
fallidos. Hubo en el fondo apreciaciones
contradictorias sobre la construcción del partido y
las tendencias “izquierditas” que afloraban en el seno
del nuevo Partido querían repetir acontecimientos
vividos y hoy rechazados por la mayoría del
Movimiento.
De estas consideraciones se
desprende que en la actualidad para los miembros del
Movimiento la línea más acertada de la construcción de
un partido único fuerte del proletariado y la unidad
de todos los revolucionarios en él, mientras no se
modifique sustancialmente la situación, es preservar
en el fortalecimiento de las fuerzas
marxistas-leninistas del MOEC, desarrollando la lucha
interna contra el oportunismo y aplicando entre las
masas los postulados políticos y organizativos que
hemos comprobado son justos.
FRENTE ARMADO Y FRENTE UNIDO
Estas son dos grandes tareas
básicas de la revolución, sin las cuales no habrá
partido único ni estado proletario. La necesidad de
los frentes armados y del frente unido de las
condiciones colombianas, y ambas tareas tiene como
sostén la alianza obrero-campesina. Colombia como país
semifeudal y semicolonial presenta un desarrollo
capitalista interferido por la intervención y
explotación económica directa de los Estados nidos y
un considerable atraso en el campo, donde predomina el
gran latifundio y de las relaciones semifeudales. El
dominio neocolonial del imperialismo norteamericano se
apoya en la gran burguesía y los terratenientes y se
hace posible mediante la constitución de gobiernos
títeres, que permiten acuerdos económicos de entrega
de nuestra riqueza al amo extranjero y planes
militares conjuntos bajo la asesoría del pueblo
colombiano dependen de la ayuda político-militar
norteamericana, sin la cual su suerte habría sido
decidida hace ya mucho tiempo. De la naturaleza de los
enemigos de nuestro pueblo se colige que la lucha
popular tendrá u carácter antiimperialista y
antioligárquica y que su principal forma será la
armada.
Las fuerzas principales de la
revolución son los proletarios y los campesinos pobres
y jornaleros del campo; el partido de la revolución
debe señalar como línea fundamental estratégica la
alianza de estas dos fuerzas, porque los obreros
solos, sin la base campesina del movimiento armado y
los campesinos solos, sin la dirección ni el apoyo del
proletariado, no podrán liberarse. El frente unido es
la formación organizativa de la alianza
obrero-campesina y de las otras clases explotadas que
esta en contradicción con el imperialismo y las
oligarquías, y que en un momento dado, de acuerdo con
las condiciones de la situación concreta, se unen para
hacer más efectiva su lucha. Ese es el frente unido,
la alianza de las clases explotadas contra el
imperialismo y sus aliados. La creación de un frente
unido amplio es la mejor garantía del éxito de la
lucha armada. El proceso revolucionario que no
entienda esto, que separe la lucha armada de la
alianza de las clases explotadas, desconoce la
situación real de Colombia y fracasará
inevitablemente.
La lucha armada se desarrolla
fundamentalmente en el campo; su virtud de la lucha de
los campesinos por la tierra y por mejores condiciones
de existencia, adquiere la modalidad guerrillera en
virtud de que los explotadores, que tiene en la
actualidad la superioridad militar, muestran los
puntos más débiles de su poder en el campo. El
Movimiento campesino desemboca en el movimiento armado
e instituye la pequeña propiedad rural. De estas
condiciones favorables del campo para impulsar
efectivamente la lucha revolucionaria, se deduce la
línea política del Movimiento de vincularse al
movimiento campesino y de organizar frentes
guerrilleros en el campo. La guerrilla es el núcleo
del Ejército Popular de Liberación que va consolidando
y liberando bases de apoyo. En este sentido la
liberación de todo el país se alcanza mediante la suma
de territorios liberados y la victoria final de la
guerra popular. Esta es igualmente la salida
victoriosa de nuestra clase obrera. Pero hay que tener
en cuenta las siguientes condiciones:
a) El movimiento campesino es
en esencia democrático-burgués.
b) La clase obrera en nuestro país es débil numérica y
políticamente.
c) El enemigo lucha ideológica, política y
militarmente. De estas condiciones se desprende la
necesidad de darle una dirección proletaria al
movimiento campesino, que garantice la vanguardia de
la clase obrera en todo el proceso revolucionario,
enrumbe la revolución a la construcción socialista y
comunista, en suma una dirección marxista-leninista
que garantice llevar e impulsar la revolución hasta el
final. Existe el peligro y grande que un movimiento
campesino armado se quede en sus conquistas
democráticas, y que de esta situación saque a la
postre provecho el imperialismo y la burguesía. De ahí
la justeza de darle la orientación proletaria al
movimiento campesino mediante la política del partido
al impulsar la alianza obrero-campesina y de darle una
vanguardia marxista-leninista al frente armado para
que dirija al proceso revolucionarios y lleve la
revolución hasta el final.
No obstante en las filas de
la revolución hace falta claridad sobre estos
problemas elementales. Muchas veces subestima la
necesidad de una vanguardia marxista sobre todas estas
consideraciones que la revolución antifeudal y
antiimperialista esta exenta de estacionarse en su
etapa democrática por un tiempo indefinido y que de
todas maneras pasará a la construcción socialista sin
sufrir interferencias ni retrocesos. Gilberto Vieira,
Secretario General del Partido Comunista de Colombia,
se refiere así al respecto:
“La revolución que necesita Colombia es ante todo
antiimperialista, antifeudal, democrática y
patriótica. Pero al realizar estas tareas históricas
tiene que encarar inmediatamente la edificación de las
bases socialistas.
Es que en esta época no se
puede siquiera concebir revoluciones que desemboquen
en la vía del desarrollo capitalista. A este respecto,
los ejemplos de Argelia y Cuba son concluyentes.
Por otra parte, entre la revolución antiimperialista y
antifeudal y la revolución socialista no hay ninguna
“muralla china” que las separe. Son etapas que no se
pueden desconocer y hay naturalmente población de
tareas pero una revolución esta indisolublemente unida
a otra” (12).
Estas declaraciones del
Secretario Político del Partido Comunista, niegan la
posibilidad de que la revolución colombiana afronte el
peligro real de estancarse en su etapa democrática
durante un tiempo considerable, de manera inevitable
si avanza solo el movimiento campesino armado, o
dirigido por la pequeña-burguesía revolucionaria, y
por lo tanto a falta de una dirección
marxista-leninista, la revolución sufre retrocesos y
desviaciones reales que serían indiscutiblemente hacia
el capitalismo, el ejemplo de Argelia; que el mismo
cita, desmiente su declaración, porque Argelia en este
momento, debido a la falta de dirección proletaria
fuerte de la revolución, hace concesiones al
imperialismo, en detrimento no solo de la marcha hacia
el socialismo de ese país sino de la solidaridad
proletaria internacional. El Comandante Guevara dice
que “revolución que no se profundice, es revolución
que regresa”.
El partido revolucionario que
no comprenda estas cosas básicas de nuestra lucha
revolucionaria y que pretenda dirigir las masas
explotadas contra sus explotadores, será un partido
progresista, pequeño-burgués, democrático, pero nunca
un partido marxista-leninista que pueda fortalecerse,
tomar el poder y llevar la revolución hasta el final.
Por eso a la vez el porvenir y fortalecimiento del
partido marxista-leninista depende del cumplimiento de
estas dos tareas básicas: frente armado y frente
unido, que el partido premisas elementales y básicas
no están claras y hay compañeros que se dejan engañar
por tesis confucionistas que a rato provienen de otras
organizaciones.
Miremos el caso del Frente
Unido del Pueblo que ayudó a impulsar el Padre Camilo
Torres y al cual concurrieron, en un principio, todas
las organizaciones de oposición y revolucionarias. El
MOEC llevó a este Frente Unido del Pueblo la
orientación que hemos expuesto, y por ella se lucha al
lado de otros marxistas de otras organizaciones a
todos los niveles. Pero debido precisamente a nuestra
debilidad organizativa y entre el enorme prestigio y
respaldo de masas que despertó el Frente Unido del
Pueblo y su visible cabeza Camilo Torres, muchos
oportunistas de la pequeña-burguesía resentida con la
esperanza de quedarse monopolizar la naciente
organización, plantaron rabiosamente el criterio de
que el frente unido no debía ser una alianza de las
clases explotadas contra el imperialismo y sus
aliados, como sostenían el MOEC, sino que debía se un
partido más, integrado por los “no alineados”. Esta
denominación de los “no alineados” significa en el
lenguaje confuso de algunos dirigentes del Frente
Unido del Pueblo, la gente que no ha pertenecido o no
pertenece a ninguna organización no al partido
revolucionario o reaccionario, y que es pasando por
encima del análisis de clase, la fuerza que va a
dirigir y hacer la revolución, porque conforma la
mayoría del país. Estas tesis abiertamente liberales
de formar un nuevo partido, contra la política
acertada de un frente unido de las clases
antiimperialistas y antioligárquicas que los marxistas
sostenían, y por ende contra el avance general del
proceso revolucionario.
Algunos compañeros del
Movimiento, por falta de profundizar más en estos
problemas del frente unido, acogieron con ligereza los
planteamientos de los “no alineados” y muchos
oportunistas del MOEC llegaron al extremo de darle el
apoyo al presunto partido del frente unido de los “no
alineados”, en lugar por verdadero frente unido y a
favor de las orientaciones que defendían los marxistas
del Movimiento.
El frente unido es la
organización más amplia de masas que lucha contra la
dominación imperialista y contra sus gobiernos
títeres; es por lo tanto el apoyo organizado más basto
para las fuerzas armadas revolucionarias. El frente
unido canaliza las distintas formas de lucha en apoyo
de la lucha armada y al mismo tiempo la lucha armada
promueve y estimula la creación y el desarrollo de
frente unido. A través de esta mutua relación el
frente unido va ampliándose entre la población,
organizando las fuerzas susceptibles de ser ganadas y
neutralizando en lo posible las fuerzas que le puedan
servir al enemigo. Pero el frente unido no puede
surgir de golpe como un frente amplísimo, sino que
cumple un proceso de ampliación acondicionado a las
victorias políticas y militares de las fuerzas
revolucionarias. Esto quiere decir que sin un
fortalecimiento progresiva del frente unido.
Experiencia muy importantes
en este sentido ha arrojado el frente Unido del Pueblo
de Camilo. En un principio todas las fuerzas de
oposición, hasta los sectores de la burguesía
descontenta, brindaron con entusiasmo, y al lado de
las fuerzas revolucionarias, algún apoyo a la
plataforma de Camilo y al Frente Unido. Naturalmente
que estos sectores burgueses y pequeño-burgueses de la
oposición brindaron realmente a sus propios intereses
democráticos y electorales. Además la figura de
Camilo, descendiente de una familia aristocrática y
liberal, con su sotana y sus títulos de sociólogo y
profesor universitario, no les disgustaba. Y en verdad
la posición de Camilo, su condición de sacerdote, su
prestigio entre las masas, etc, permitían pensar
seriamente en la posibilidad de ganar sectores de la
pequeña-burguesía alta para el Frente Unido. Pero a
medida que el Frente Unido de Pueblo fue reafirmando
su carácter revolucionario y antiimperialista y a
medida que daba su colaboración decidida a las fuerzas
automáticamente revolucionarias y en especial a
aquellas que luchan con el fusil en la mano, estos
sectores burgueses, y pequeño-burgueses de la
oposición comenzaron a poner inconvenientes al frente
Unido, a hacerle criticas, a verlo mal y procedieron a
retirarse y hasta enfrentársele abiertamente. (13) Las
fuerzas revolucionarias no estaban lo suficientemente
fuertes como para ganarse o neutralizar estos sectores
de la burguesía y de la pequeña-burguesía descontenta
y en contradicción con la gran burguesía lacaya y el
imperialismo yanqui. Por eso al final, el Frente Unido
del Pueblo se limitó a las organizaciones
revolucionarias y a sectores del pueblo que en una
forma u otra apoyaban o hablaban de apoyar la lucha
armada revolucionaria.
Esta es una experiencia
importante. La mayor o menos amplitud del frente unido
lo determina el mayor o menor fortalecimiento de las
fuerzas políticas y militares revolucionarias. El
Movimiento debe aprender de esta experiencia y
orientar la creación del frente unido de acuerdo con
las condiciones existentes y con el desarrollo de las
fuerzas revolucionarias, no importa que no sea al
principio un frente unido muy amplio, el cual se podrá
fortalecer y ampliar en el transcurso de la lucha, con
el fortalecimiento político y militar de las fuerzas
revolucionarias.
En resumen, debemos
profundizar más en estos problemas de la construcción
del partido, del papel dirigente del partido, del
frente armado, del frente unido y de sus íntimas
relaciones. Buscar que la militancia del Movimiento se
preocupe por estudiar estos problemas mediante la
discusión interna y campañas de educación y
politización. Combatir fraternalmente a muchos
compañeros que honesta pero lamentablemente piensan
que con el solo avance de un movimiento campesino
armado se garantiza el triunfo y el feliz desarrollo
de la revolución. Tener siempre en cuenta que al
movimiento campesino lo puedes dirigir y monopolizar
sectores progresistas de la pequeña-burguesía, y en
este caso la revolución corre el peligro de estancarse
en la mitad del proceso, como en Argelia. Hay que
vincular efectivamente el movimiento obrero a la lucha
armada revolucionaria y a la vanguardia d esta colocar
los mejores cuadros marxistas-leninistas del partido.
Los dirigentes del Partido Comunista de Colombia, que
tanto nos hablan de Marquetalia, Riochiquito, el Pato,
no vinculan sus miembros más capacitados y
prestigiosos a las guerrillas de estas zonas, y en su
conducta más bien dela la impresión de que la
dirección de la lucha armada reposa exclusivamente en
los dirigentes campesinos. Si la vanguardia de la
lucha revolucionaria no es el proletariado ni su
ideología marxista-leninista, lo será la
pequeña-burguesía y la ideología burguesa, y en te
último caso la revolución tomará rumbos difíciles, por
más que Vieira asegure que “entre la revolución
antiimperialista y antifeudal y la revolución
socialista” , no hay ninguna “muralla china que las
separe” y que “en esta época no se puede siquiera
concebir revoluciones que desemboquen en la vía del
desarrollo capitalista”.
Sigue Parte Cuatro: Historia y
Situación Actual