Hagamos del
MOEC un Auténtico Partido Marxista Leninista
El primero
de Octubre de 1965 se celebró la primera reunión
nacional de cuadros de dirección del MOEC para tratar
los delicados problemas internos y tomar determinaciones
contra el oportunismo y el mercenarismo en el Movimiento.
De ésta reunión salió el Comando Ejecutivo
Central, como organismo de dirección provisional
hasta el III Congreso. El compañero Ricardo Sánchez
presentó a la consideración del Comando Ejecutivo
Central el presente material, que fue discutido, corregido
y ampliado; el Comando acordó publicarlo como análisis
crítico y autocrítico de las experiencias
del movimiento como organización revolucionaria independiente,
que toda la militancia debe discutir seriamente en los organismos,
con un alto espíritu de responsabilidad, consciente
de que de la actual lucha interna en defensa de los principios
marxista-leninistas depende el futuro del MOEC y su participación
de vanguardia en la revolución colombiana. El III
Congreso tendrá que ser un acontecimiento importante
en la vida de la organización, porque está
llamado a echar las bases sólidas de su estructuración
leninista. El deber de los militantes del Movimiento es
hacer del III Congreso una gran victoria revolucionaria.
Por eso nuestro primer paso es elevar nuestra capacidad
ideológica y política, estudiar la situación
del país y nuestras experencias y combatir decididamente
los vicios y las falsas estrategias. Iniciemos desde ya
la lucha por la creación y aplicación de una
línea, estratégica y táctica acertada
de la revolución colombiana y luchemos por hacer
el MOEC un auténtico partido marxista-leninista.
Del estudio de nuestros fracasos aprenderemos a vencer al
enemigo.
Compañeros:
Quienes nos reunimos hoy estamos preocupados por unos mismos
problemas y en general hemos tenido unas mismas experiencias
en las tareas por la creación de una auténtica
vanguardia-leninista, que sea capaz de organizar, educar
y dirigir victoriosamente al pueblo colombiano en su lucha
contra el enemigo imperialista y oligárquico. Sabemos
que en el proceso revolucionario de Colombia ha fallado
el factor dirección, y que en cambio las condiciones
objetivas de explotación, apogeo de la lucha de clases,
miseria de la inmensa mayoría del pueblo, desprestigio
de la minoría dominante, etc, están dadas
tiempos.
En la actualidad
en el país se nota un auge de la lucha de las masas
contra la clase dominante, debido a la agudización
de la crisis económica y política del sistema.
Varios factores influyen en esta crisis. El imperialismo
yanqui apoyado en la burguesía intermediaria y antipatriótica,
continúa con sus campañas de saqueo de nuestras
riquezas, mediante el incremento de medidas devaluacionistas
y cargas de todo tipo a nuestro pueblo. Estas medidas van
acompañadas de una política represiva para
ahogar las protestas de las mayorías explotadas.
Los movimientos sindicales de los obreros son oprimidos
a la fuerza y en los campos la violencia oficial llega al
encarcelamiento masivo de la población, al asesinato
y al genocidio, muchos dirigentes obreros, campesinos y
estudiantiles han sido encarcelados o asesinados. Por su
parte el movimiento revolucionario colombiano, a través
de las nuevas organizaciones revolucionarias, orienta su
trabajo a la formación de brazos armados guerrilleros,
cada día con mayor decisión, para contestar
a la violencia reaccionaria con la violencia revolucionaria.
El MOEC es unas de estas organizaciones que ha creído
desde su fundación que la principal forma de lucha
de nuestro pueblo, en esa etapa del proceso revolucionario,
es la lucha armada. Alrededor de este planteamiento estratégico
fundamental, que la práctica ha coorroborado como
justo, el Moviniento ha trazado su política revolucionaria.
Sin embargo no ha cumplido a cabalidad sus tareas de dirección.
De lo que
se trata, compañeros, es de analizar las causas por
las cuales el MOEC no ha podido cumplir con la misión
histórica de darle al pueblo la vanguardia que necesita
para realizar sus anhelos de liberación. El MOEC
promulgó a las masas colombianas que era una respuesta
a la dirección claudicante del Partido Comunista
porque dicha dirección no estaba al frente de la
lucha popular, conciliaba con el enemigo de clase, se había
matriculado en las filas del revisionismo internacional
y convertía al Partido en una organización
débil, desacreditada entre las masas, con una disciplina
totalitaria que es la ley de la camarilla “mamerta”.
Hoy estamos más convencidos que la dirección
revisionista del Partido Comunista, con Vieira a la cabeza,
es traidora a la clase obrera, cuando por decir estas cosas,
hemos sido víctimas de los revisionistas, quienes
en su desesperación por acabar con el MOEC, han recurrido
a los medios más bajos y ruines como la delación
y la calumnia.
Pero ha
sido realmente el MOEC la respuesta al revisionismo en Colombia?
Es el MOEC una vanguardia marxista-leninista? El MOEC ha
llegado a las masas con una orientación justa? Algunos
militantes del Movimiento no podemos contestar a estas preguntas
afirmativamente. En siete años de existencia del
MOEC hemos cometido serios errores que nos han impedido
vincularnos efectivamente a las masas, que han entorpecido
la aplicación de los principios marxista-leninistas
en el aspecto organizativo y en la construcción de
una teoría revolucionaria; debemos evaluar estos
errores, estudiarlos y reconocerlos con la honestidad y
el valor propios de revolucionarios. Un buen número
de compañeros temen a que las masas se enteren de
nuestras debilidades, porque nos desacreditamos como organización
y les damos argumentos a nuestros enemigos para que nos
ataquen. A estos compañeros debemos aclararles que
los revolucionarios no le tememos a la verdad, y nos sobra
valor autocriticarnos. Si nos equivocamos fue precisamente
porque nos atrevimos a luchar y si reconocemos los errores
es porque estamos resueltos a seguir luchando. A las masas
no las vamos a engañar, no les vamos a decir que
nosotros hemos cumplido plenamente, cuando ellas saben que
el MOEC no ha dado la organización, la educación
y la orientación que necesitan. Las masas van a comprender
mejor el fenómeno del desarrollo de nuestra organización
si lo explicamos objetivamente, si ayudados por la ideología
revolucionaria, analizamos las razones por las cuales hemos
fracasado varias veces en el empeño de crear un frente
armado y aclaramos las especies, verdaderas unas y mentirosas
otras, que la propaganda enemiga ha regado sobre el robo
de dineros y la presencia de elementos perniciosos dentro
de la organización.
La historia
de MOEC es un campo riquísimo para la investigación
de los compañeros que deseen contribuir al fortalecimiento
de nuestra teoría revolucionaria. La construcción
del partido y su línea teórica y política
estarán relacionadas con la investigación
que hagamos de la historia del Movimiento y las conclusiones
acertadas que saquemos de nuestras experiencias. Demostraremos
uso de razón en la lucha política cuando seamos
capaces de hacer estos juicios y aplicarlos a nuestro posterior
desarrollo como partido revolucionario.
Sin embargo,
no tenemos que entristecernos demasiado, ya que si erramos
en asuntos de importancia, también hemos acertado
en muchas tareas y obtenido resultados positivos. Una prueba
de ello es la extensión del Movimiento a escala nacional,
la formación de cuadros nuevos de dirección
e instructores revolucionarios, la influencia política
en varias zonas campesinas y en sindicatos obreros, este
avance en crecimiento es el que debemos atender con una
justa orientación ideológica, política
y organizativa.
En la actualidad
el Movimiento afronta tres problemas fundamentales:
1- Fallas organizativas que desvirtúan el carácter
leninista de nuestra organización. Existe una situación
anárquica por el desconocimiento de las normas organizativas
y del estilo de trabajo de un verdadero partido marxista-leninista;
son manifestaciones del liberalismo en el aspecto organizativo,
que podemos sintetizar en la ausencia de formación
orgánica en la mayoría de regionales y descoordinación
entre los organismos de distinto nivel donde hay principios
de organización. Los organismos han sido suplantados
por “grupos de amigos”, la dirección
colectiva por “hombre orquestas” y la crítica
por ataques personales, la disciplina en tales condiciones
no opera. Estas aberraciones dentro del Movimiento están
generalizadas, sin embargo esto no quiere decir que en ciertas
regiones del país y en determinados períodos
de nuestro desarrollo, los vicios anotados no hayan sido
combatidos ejemplarmente con resultados positivos; pero
en general el nivel ideológico y político
es bajo -causa de estos males-, y el liberalismo, el subjetivismo,
el individualismo, el caudillismo y el oportunismo corroen
al Movimiento.
2- Presencia
en la dirección nacional del Movimiento, especialmente
en el Consejo Ejecutivo Nacional, de elementos oportunistas
de muy bajo nivel ideológico y responsables de graves
errores de dirección en la presente y pasadas etapas.
Estos elementos practican un método conciliacionista
para resolver sus contradicciones internas y su efecto pernicioso
se resume en destrucción de la organización
y corrupción de la militancia.
3- Fallas
considerables en la elaboración de una teoría
revolucionaria sobre la construcción de nuestra vanguardia
marxista-leninista y sobre la línea estratégica
y táctica de la revolución colombiana. Por
falta de esta teoría los militantes del MOEC no han
adelantado satisfactoriamente en las tareas de fortalecimiento
orgánico, ni han contado con una orientación
clara para dirigir el proletariado colombiano y al pueblo
colombiano en su lucha revolucionaria.
De la solución
que le demos a estos tres problemas depende el futuro del
MOEC. Ideológías y prácticas contrarias
al marxismo-leninismo hacen carrera dentro del Movimiento.
La contradicción está planteada en los siguientes
términos: o persistimos los compañeros de
alguna preparación ideológica y política
en la tarea de convertir el MOEC en un partido marxista
leninista, desarrollamos sin vacilaciones la lucha contra
las tendencias oportunistas de derecha o “izquierda”,
nos vinculamos efectivamente a las masas con una teoría
revolucionaria acertada; o los oportunistas y liberales
harán definitivamente del MOEC una agrupación
que sirva a los intereses personales de unos pocos y se
constituya a la postre en un instrumento del enemigo burgués.
Es necesario resolver esta contradicción aplicando
métodos correctos, efectivos, científicos.
Hay que partir del conocimiento de las características
y formas que adoptan las tendencias no proletarias dentro
del Movimiento, señalar sus causas y definir su naturaleza.
Debemos investigar si estas contradicciones no son antagónicas
y se manifiestan entre compañeros revolucionarios
que discrepan en cuestiones de procedimiento y que podemos
resolver con el estudio, la discusión y la crítica
y autocrítica; o son contradicciones que han llegado
a ser antagónicas entre la ideología enemiga
traída al seno de la organización y defendida
sistemáticamente por elementos oportunistas y el
marxismo-leninismo defendido por los revolucionarios, y
que debemos resolver con una lucha efectiva en los terrenos
ideológico, político y organizativo, hasta
la eliminación al máximo de estas tendencias
antirrevolucionarias dentro del Movimiento. Para conocer
las características, la naturaleza y las causas de
estas contradicciones dentro del Movimiento debemos ayudarnos
del marxismo-leninismo como guía y consultar la experiencia
universal de los pueblos y partidos hermanos. Cuando hayamos
definido estas cosas nos pondremos de acuerdo en el método
que debemos seguir para resolver tales contradicciones;
sabremos si basta con la crítica y autocrítica
o si es necesario desarrollar una lucha más efectiva
para salvar el Movimiento.
Dos objetivos
debemos proponernos desde ahora: primero, despertar el análisis
crítico y autocrítico en los compañeros
que han vivido experiencias valiosas en los diferentes campos
del trabajo revolucionario; experiencias sobre la construcción
orgánica, sobre el trabajo campesino y militar, sobre
el trabajo cerrado y abierto, sobre la lucha sindical y
vinculación a las masas urbanas, sobre las tareas
de educación, finanzas y agitación y propaganda,
etc. Que la gran mayoría de compañeros se
preocupe por participar activamente en la construcción
teórica del MOEC, y que abandone esa vieja conducta
de guardarse para sí las experiencias que otros compañeros
y toda la organización requieren para avanzar. El
segundo objetivo es el de promover la lucha interna contra
las tendencias no proletarias y resolver los tres problemas
de falta de una dirección marxista-leninista, de
las fallas en organización y de la pobreza de nuestra
teoría revolucionaria. Que todos los compañeros
de preparación ideológica participen en la
lucha interna, investiguen nuestras contradicciones, eduquen
a los compañeros de menor preparación y les
ayuden a distinguir entre las prácticas revolucionarias
y las que no lo son, entre los métodos y posición
de clase proletarios y los métodos liberales y oportunistas
dentro del Movimiento.
Con el
presente material vamos a tratar de iniciar esta tarea,
conscientes que será apenas el esbozo de una constructiva
discusión sobre el estado actual del Movimiento y
su desarrollo a través de estos siete años.
Capítulo
I
FALLAS ORGANIZATIVAS
Hemos dicho
que las fallas en el aspecto organizativo son el primer
problema que veremos, o sea que no adoptamos dentro de nuestra
organización interna las formas y métodos
de un verdadero partido marxista-leninista. Estudiemos si
en verdad sucede estro dentro del Movimiento.
NO TENEMOS
ESTATUTOS
El
MOEC carece de unos estatutos inspirados en las normas leninistas
de organización. Los estatutos aprobados en el Primer
Congreso y modificados en el Segundo Congreso para que regieran
la vida interna de la organización adolecen de errores
considerables que chocan contra el carácter proletario
marxista-leninista del Movimiento, como la definición
que dan estos estatutos de que el “Movimiento Obrero
Estudiantil Campesino (MOEC 7 de Enero) es un Movimiento
revolucionario que agrupa a todos los colombianos sin distingos
de partido político, raza o religión y que
busca la toma del poder por medio de la Insurrección
Armada, instaurando un gobierno representativo de todas
las clases exploradas y oprimidas bajo la dirección
de la clase obrera y campesina, para logra la liberación
social y económica definitiva del pueblo colombiano.
“esta definición está alejada de lo
que debe ser el MOEC: la forma superior de organización
de la clase obrera de Colombia, guiada por el marxismo-leninismo,
y que tiene por objetivos la derrota del enemigo imperialista
y oligárquico y la instauración de una democracia
popular sostenida sobre la alianza obrero-campesina y dirigida
por el proletariado.
Los estatutos son deficientes, varias de sus normas son
inaplicables a nuestra realidad y algunas atentan contra
el principio de la democracia interna que debe imperar permanentemente
en el Movimiento, como el artículo 26, para no citar
más que uno, en el que se prescribe que “las
decisiones del Comité Ejecutivo deben ser aprobadas
por las dos terceras partes". En este caso del artículo
26 la minoría puede poner condiciones y entorpecer
la voluntad de la mayoría, lo que es un procedimiento
antileninista, que debemos rechazar en el Movimiento. Por
este motivo los estatutos no se aplican, no se han divulgado,
y por eso los militantes tienen criterios distintos respecto
a las formas de organización, a las relaciones internas,
a los deberes y derechos de los afiliados, a las condiciones
que deben cumplir quienes deseen pertenecer al Movimiento,
a los períodos de premilitancia, etc.
Los estatutos del I Congreso reflejan una etapa primaria
del desarrollo del Movimiento y si para aquel entonces fueron
justos y aceptables, hoy niegan el avance ideológico
y organizativo que hemos tenido. Las experiencias organizativas,
que eran escasas para el I Congreso, y la superficialidad
de estos organismos máximos del Movimiento para analizar
nuestra situación y su futuro, fueron factores importantes
para que estos estatutos contemplaran disposiciones antileninistas
y reflejaran acentuado espíritu liberal.
Los estatutos son parte de las tareas inaplazables que tenemos
por cumplir y el III Congreso del Movimiento debe decidir
sobre esto. Hoy contamos con experiencias muy grandes en
el campo organizativo, más adelante analizaremos
algunas que nos permitirán elaborar unos estatutos
realistas, aplicables, y sobre todo inspirados en los principios
leninistas del partido del proletariado.
GRUPOS EN
LUGAR DE ORGANISMOS
La tarea
de formación de base ha sido abandonada en la mayoría
de los departamentos. Existen regiones con buen número
de militantes afiliados, en donde no se cuenta con un regional
de dirección media, ni con zonales en las poblaciones
donde hay también militantes afiliados. Comúnmente
se presenta el caso de compañeros que trabajan solos,
aislados, por su cuenta, haciendo lo que les provoca. Estos
compañeros, como no integran organismo ni busca al
organismo superior, ni planifican, no responden de su trabajo
a nadie, no practican dirección colectiva, en una
palabra, no hacen vida de partido. Es como si no pertenecieran
al Movimiento. Estos compañeros no avanzan en su
preparación ideológica y política,
no se pueden vincular a las masas y sus trabajos se pierden
casi siempre por falta de cooperación colectiva que
solamente la puede dar un trabajo de partido. Un militante
así está dispuesto a retroceder en su posición
combativa del clase, a bajar su moral y su disciplina.
La experiencia
nos dice que allí donde los militantes no se han
organizado en organismos de núcleo, zonales y regional
el Movimiento no progresa; se echa atrás en todo
sentido.
La falta
de organismos es reemplazada a veces por los grupos. Estos
grupos son creados por compañeros que deseen discutir,
planificar y trabajar las cosas de la revolución
únicamente con determinados compañeros. Alegan
lo que sea para justificar esta actitud: “que yo no
trabajo con fulano porque está fichado”; “que
yo no le entrego mis contactos a mengano porque le falta
preparación”. Estos compañeros están
acabando con la organización aunque creen que no
es así. Dentro de estos “grupos de amigos”
la crítica y autocrítica no funciona. En los
“grupos de amigos” todos están a gusto,
cada cual le tapa a su “amigo” las fallas y
trabajan tranquilos sin mayores presiones ni vigilancia.
En estos “grupos de amigos” como en las aguas
contenidas de un pantano se van generando toda serie de
virus y pestilencia y la infección cunde por doquier.
Allí se anidan y se fortalecen todas las desviaciones
del oportunismo y del liberalismo dentro de la organización.
El oportunista quiere estar en su propio organismo, con
sus compinches, donde le toleren sus indisciplinas, sus
planes subjetivos, sus afanes caudillistas. Estos “grupos
de amigos” no obedecen a ninguna dirección,
y por decirlo así, se han convertido en una especie
de movimiento dentro del Movimiento, estimulados por los
elementos oportunistas y liberales que han sido tradicionalmente
miembros de la dirección nacional.
El desorden
interno tiene otras manifestaciones que son ya hábitos
establecidos contra el centralismos democrático,
la dirección y la responsabilidad colectivas. La
dirección del Movimiento en etapas pasadas, inclusive
en la actual, ha descuidado la vinculación que debe
mantener en forma permanente con los organismos inferiores.
La descoordinación entre la dirección y la
base quebranta la democracia y el centralismo, y va creando
como resultado natural, como fenómeno inevitable,
la anarquía e indisciplina.
Cuando
la dirección no está en coordinación
ni contacto con la base, suceden dos cosas: por un lado
la dirección ignora el pensamiento de la base, situación
tal del Movimiento y sus diversos problemas; ignora el resultado
de determinados trabajos y el acierto o equivocación
en la práctica de determinadas orientaciones, y todo
por no practicar la democracia interna. La dirección
en estas condiciones cae inexorablemente en el subjetivismo
al tratar de trazar nuevos planes, nuevas consignas u orientar
nuevos trabajos, y en resumen, no puede ejercer el centralismo.
Por otro lado la base aislada de la dirección adopta
criterios particulares sobre los problemas políticos,
organizativos y hasta ideológicos, como sucede en
la actualidad, y los citamos a manera de ejemplo, con el
frente unido. Hay regionales y organismos inferiores que
asumen posiciones distintas y contradictorias sobre el frente
unido y otros problemas de vital importancia. Esta descoordinación
hace posible una anarquía poltica y organizativa
que es causa cercana de la indisciplina.
La dirección
de un partido revolucionario, sea cual fuere la situación
en que se encuentre, la gravedad del momento histórico
que le toque y la trascendencia de las tareas políticas
y militares que se vea precisada a encarar, debe tener siempre
una línea definida para cada situación, un
criterio claro sobre cada problema, una respuesta orientadora
a cada dificultad del trabajo práctico. Por eso la
dirección del partido del proletariado debe estar
integrada por los compañeros de mayor preparación
ideológica, por compañeros probados en su
posición de clase, en su moral revolucionaria, por
los más destacados en los trabajos de organización,
por los mejores luchadores del proletariado, por los combatientes
de vanguardia, por los mas valientes y abnegados revolucionarios.
La vinculación
de la dirección con la base ha de ser permanente
y se debe sostener mediante la publicación periódica
de boletines internos que traten sobre problemas ideológicos
y prácticos. La dirección debe insistir sobre
los asuntos más importantes y sobre los problemas
que presentan mayores dificultades por la complejidad de
la situación concreta, y debe producir materiales
de educación al respecto.
Los compañeros
de dirección deben recibir a su vez, de manera regular,
informaciones de los organismos medios y de base, y estudiar
y solucionar los problemas que estos presenten.
Otras prácticas
que van en contra de la dirección y la responsabilidad
colectivas del Movimiento son las que efectúan algunos
compañeros que se colocan por encima de los organismos,
los suplantan o creen suplantarlos e intentar echarse sobre
sí todas las tareas de estos. Un solo compañero
quiere hacer los trabajos de una célula, de un zonal,
de un regional. Todas las cosas se centralizan sobre él
y de él dependen. Son verdaderos “hombres orquestas”
dentro del Movimiento. Tocan campanas, ofrecen la misa,
pronuncian el sermón, recogen la limosna y sacan
lo procesión. Ellos hacen por todos o creen hacer
por todos. Estos compañeros producen doble daño:
en primer lugar se atiborran de tanto trabajo que al final
incumplen o dejan las cosas a medias, y en segundo lugar
anulan a otros compañeros por ser nuevos en la organización
o por escasa preparación y experiencia políticas.
Muchos compañeros han sido marginados del Movimiento
por estos procedimientos equivocados.
Se nos
puede decir que por falta de organismos se centralizan la
responsabilidad en uno o dos cuadros, eso es cierto, pero
el error radica en tolerar esa situación como línea
orgánica, en lugar de orientar el trabajo organizativo
hacia la creación de organismos y delegar a estos
responsabilidades.
Hay compañeros
que piensan que los organismos no se deben crear hasta que
los militantes no tengan un alto nivel ideológico,
y separan así la preparación y educación
políticas de la practica revolucionaria. La mejor
manera para avanzar en la preparación y educación
de un militante es integrándolo a un organismo en
donde crea la vigilancia del organismo superior se practique
la crítica y autocrítica, el centralismo democrático
y la dirección colectiva, el estudio y la discusión
de los materiales educativos y de las orientaciones políticas
del Movimiento, a la vez que se cumpla con tareas concretas
entre las masas. Un militante que estudia únicamente
que estudia en los textos de los ideólogos del proletariado
lo que es un partido marxista-leninista, lo que es la disciplina
revolucionaria, lo que es el frente unido, una base de apoyo,
tendrán una visión de estas cosas fundamentales;
pero sólo el encarar el problema de fortalecer el
partido, de practicar la disciplina revolucionaria, de trabajar
dentro del frente unido o de ayudar a la preparación
de una base de apoyo, adquirirá conciencia plena
de estos problemas, lo aprendido por él en los libros
tendrá entonces un significado útil. Todo
militante debe empezar a hacer vida de partido desde el
mismo momento en que se afilie al MOEC, y empezar a combinar
al estudio con la practica.
CRECIMIENTO
ORGÁNICO MAL ENTENDIDO
Con el
problema de los nuevos afiliados y el crecimiento de la
organización se ha caído en dos errores: extender
la organización en lugar de profundizar el trabajo
organizativo y desarrollar de manera desigual las tareas
organizativas. Con estos errores se destruye el Movimiento
aunque se crea que se está construyendo. El `problema
de la construcción del Movimiento no radica únicamente
en aumentar la militancia, los compañeros que piensan
así caen en el liberalismo. El partido comunista
solía colocar en su periódico "Voz de
la Democracia" avisos de propaganda con leyendas como
esta: “Afíliate al Partido Comunista de Colombia;
recorta ese cupón y llénalo..” cualquiera
podría afiliarse al Partido Comunista; así
aumentando el número de su militancia considerablemente.
El MOEC no debe hacer esto. Nada conseguimos con extender
la organización a todo el país y aumentar
altamente el número de nuestra militancia, si los
compañeros que vinculamos son de baja calidad revolucionaria
y no son decididos luchadores de la causa obrera, o si no
estamos en condiciones de organizar, educar y orientar los
nuevos militantes que afiliamos y los dejamos sueltos como
sucede a menudo. A esto se debe en gran parte el fenómeno
que analizábamos atrás de militantes sin organismos
ni vinculación efectiva al Movimiento. Este error
no tendría mayor trascendencia si no se corriera
el riesgo de introducir al enemigo de la organización
con cada nuevo militante. Al hablar del enemigo aquí
no nos referimos únicamente a los agentes de los
aparatos de inteligencia del gobierno y de la CIA, nos preocupan
también los vicios, las malas costumbres, la moral
enemiga, la ideología enemiga que pueden infiltrarse
en la organización.
Siempre
que se vaya a vincular a un nuevo militante, se deben estudiar
las condiciones del compañero, sopesar su pasado,
conocer su posición de clase, su odio al enemigo,
y su amor por el pueblo. Además se le debe poner
a prueba e investigar si es la resolución de lucha
lo que en verdad lo llevó a solicitar la militancia.
Cada aspirante debe recibir explicación precisa sobre
la calidad de compromiso que contrae con la revolución
y el pueblo de Colombia, como el honor que significa el
pertenecer a la vanguardia antiimperialista.
Cuando
entra un nuevo compañero la organización se
fortalece o se debilita. Si el nuevo compañero tiene
calidad revolucionaria, posición proletaria, preparación
ideológica, el Movimiento se ha fortalecido. Si el
nuevo compañero es honesto con la revolución,
aunque no tenga preparación, también se ha
fortalecido, porque ahí hay material para crear un
verdadero cuadro y ya la responsabilidad corre por parte
de los viejos militantes. Pero si el nuevo militante es
deshonesto y se ha vinculado por razones mezquinas, sed
de aventuras, frustración personal, pretensiones,
caudillistas, el Movimiento ha infiltrado un enemigo, porque
ese elemento será un lastre siempre y en él
tendrán eco todas las tendencias antirrevolucionarias.
Lamentablemente el Movimiento ha vinculado muchos elementos
asquerosos, con moral burguesa, que nos han causado daño.
Hemos vinculado
elementos porque tienen algún prestigio. Unos fueron
combatientes de la pasada contienda civil, que adquirieron
renombre por sus acciones y quienes los vincularon creyeron
que el prestigio del MOEC aumentaría por tener militantes
de “prestigio”. Con esto se ha especulado mucho.
Otros fueron elementos que pregonaban a los cuatro vientos
sus 15, 20 o 40 años de la lucha “teórica”
y presentaban una hoja de vida al servicio de cuanta organización
o movimiento ha surgido en Colombia en el último
medio siglo. Quienes vincularon a esta última clase
de elementos creyeron que el nivel ideológico y teórico
del Movimiento crecería.
Estos ejemplos
son para probar cómo nos hemos afanado por extender
el Movimiento, por hacerlo crecer, sin profundizar el trabajo
organizativo. Qué fácil sería entonces
crear un partido revolucionario si todo se redujera a vincular
gente nueva y uno que otro elemento de prestigio. Profundizar
el trabajo organizativo es poner en práctica, el
marxismo-leninismo, mirar en los nuevos afiliados su posesión
de clase, decisión de lucha, su preparación
ideológica y consolidar la organización en
todo sentido antes de emprender nuevos trabajos de expansión.
Los compañeros que caen en este error de extender
el Movimiento sin profundizar el trabajo organizativo destruyen
la organización. Hay experiencias concretas de esto
en Santander y Antioquia. Cuando apenas existía una
docena de militantes se planearon múltiples trabajos
en regiones distintas y distantes. Los cuadros se separaban,
iban y venían, gastaban grandes recursos y al final
no había organización ni en la ciudad ni en
el campo; con todo mundo se quedaba mal, y lo que es peor,
el organismo inicial se disolvía. Esa dispersión
de esfuerzos es producto del subjetivismo en los planes.
Un organismo no debe emprender planes subjetivos, idealistas,
utópicos, fantásticos, planes que no están
al alcance de su capacidad porque termina desapareciendo,
le pasa lo del hombre que quiere levantar un peso superior
a sus fuerzas, se quiebra.
Desarrollar
en forma desigual las tareas organizativas consiste en atender
la organización en un sentido y descuidarla en otro.
Nosotros hemos crecido numéricamente pero hemos descuidado
el nivel ideológico del Movimiento. Estas tareas
deben ser incrementadas paralelamente: mientras más
se crece mayor debe ser nuestra capacidad política
para resolver los nuevos problemas. Se presenta el caso
de regionales que no pueden atender la educación
de sus núcleos por falta de instructores, y entonces
empiezan los compañeros a pedir instructores a la
dirección nacional; pero no se dicen: “hagamos
instructores revolucionarios”. En verdad los instructores
revolucionarios que ahora tenemos son los compañeros
preparados en cursos especiales, y eso no todos, porque
la gran mayoría de estos han fallado, y hoy, o están
marginados de todo trabajo revolucionario o han sido sancionados
por faltas graves. Los instructores que tenemos en la actualidad
no alcanzan a atender las tareas educativas de toda la organización.
Por otro lado los materiales educativos son escasos, es
decir, hemos abandonado este frente. El otro caso en la
educación ideológica, que es una de las causas
determinantes de la anarquía interna, demuestra cómo
sin un desarrollo coordinado de todas las tareas no se construye
organización. Si aumentamos la militancia hay que
aumentar los instructores; si aumentamos nuestra influencia
entre las masas, debemos elevar el nivel político
de la militancia.
CRÍTICA
SÍ, AUTOCRÍTICA NO
A los largo
de la historia del Movimiento se ha hecho mal uso de esa
herramienta que tiene los partidos obreros para corregir
los errores y alcanzar las más altas metas de organización
y acierto en la dirección de los procesos revolucionarios.
Esa herramienta, que no la tienen los partidos burgueses,
es la crítica y autocrítica. Nosotros no la
utilizamos o la utilizamos mal y por eso no hemos gozado
de sus beneficios. En primer lugar nos gusta más
la crítica que la autocrítica. Resulta cómodo
ver los errores del compañero y desconocer los propios.
En el Movimiento
hay compañeros que son críticos rabiosos de
las fallas de las otras organizaciones que se dicen revolucionarias,
compañeros que cuando necesitan hacer fe de su antimamertismo
levantan la voz y le acusan las cuarenta al Partido Comunista
de Vieira, y quieren demostrar así su verticalidad
revolucionaria, pero se olvidan que ellos tienen un gran
deber con el pueblo colombiano -o por lo menos así
lo han dado a entender al afiliarse al MOEC- el de crear
el partido que dirija la revolución. Olvidan que
nuestras fallas favorecen al revisionismo, o creen que a
este se le derrota con la lengua. La lucha contra el enemigo
es concreta, el objetivo es quitarle el poder y exterminarlo
para que siempre, y para eso necesitamos una vanguardia
que en primera línea de fuego vaya señalando
el camino orientando a las masas. En la lucha política
revolucionaria como en la guerra revolucionaria no valen
excusas; el enemigo pega fuerte, asesina, encarcela, explota
y engaña a las masas; hay que contrarrestar los golpes
del enemigo, y pasar a la ofensiva, crear un partido marxista-leninista,
crear un ejército popular y sacar del engaño
a las masas. Para derrotar al enemigo hay que saber cómo
hacerlo, se necesita una línea estratégica
y táctica que produzca victorias al proletariado.
Si los revisionistas no tienen esa línea estratégica
y táctica que produzca victorias al proletariado,
el deber de los revolucionarios es crear esa línea;
si los revisionistas no le dan un partido marxista-leninista
a las masas para que las dirija, el deber de los revolucionarios
es crear ese partido; si los revisionistas no le dan a las
masas el brazo armado, el deber de los revolucionarios es
crear ese brazo armado. En la lucha contra el imperialismo
y el revisionismo no vales las cañas, no vale tapar
nuestros errores con el manto de la crítica porque
los resultados prácticos nos destapan. Mera basura
hubieran sido los ataques de Lenín a los mencheviques
si en la práctica no hubiese ayudado a construir
el Partido Comunista que fundó la primera sociedad
socialista y la práctica no hubiese comprobado la
justeza de esos ataques. A nadie convencerían los
compañeros chinos, cuando desenmascaran a los revisionistas
actuales, si en la práctica no estuvieran colaborando
efectivamente con los pueblos en la lucha por su liberación
nacional y en la práctica no estuvieran cumpliendo
fielmente con los deberes del internacionalismo proletario.
En el Movimiento
hay compañeros que se escudan en la crítica
para ocultar su incapacidad política, para ocultar
su deficiencia en el trabajo durante años, para ocultar
la gran falla de no haber podido crear, aunque sea en embrión,
una verdadera organización marxista-leninista. Quien
no trabaja por construir y fortalecer la vanguardia marxista-leninista
no tiene derecho a criticar, quien no reconoce y corrige
sus errores no tiene autoridad para criticar.
La crítica
cuando se utiliza con fines obscuros, destruye la organización;
porque se convierte en una arma para acabar con compañeros,
y así la han usado quienes plantean criticas fuera
de los organismos, levantan calumnias, y hacen circular
chismes.
En la lucha
interna contra las tendencias equivocadas, la crítica
de los errores no ha servido para educar a la militancia,
porque se ha utilizado únicamente como acusaciones,
sin ninguna explicación ideológica ni teórica.
Siempre que se haga una crítica, se debe plantear
a su vez la solución al problema, o sea señalar
cual debe ser la conducta y el camino a seguir.
En el Movimiento
abundan los casos en que se hace crítica a un militante
y se llega hasta la sanción porque ha cometido determinado
error; sin embargo se deja pasear el mismo error en otro
militante y se es conciliacionista con él hasta la
indulgencia. Ahí se demuestra la doble moral de muchos
oportunistas. Citemos un ejemplo: hay elementos que han
robado y despilfarrado los fondos de la organización
y por eso han sido sancionados con la expulsión del
Movimiento. Muy bien. No obstante otros militantes han cometido
el mismo error, han dilapidado los fondos, los han utilizado
en negocios, y continúan como antes como siempre,
sin recibir una crítica, severa por esos hechos ni
definir su situación frente al Movimiento. Esta doble
posición ante un mismo error es la que impide que
la crítica acertada en un caso produzca efectos moralizadores.
Esta doble posición es un oportunismo y concilianismo
de la peor laya.
La crítica
y autocrítica son un medio para llevar la lucha interna,
para educar a la militancia e ir desalojando del Movimiento
la ideología y los rezagos burgueses Pero hay compañeros
en el Movimiento que reciben la crítica como oír
llover, mueven la cabeza, acaso, en un gesto afirmativo
y continúan en las mismas, cometiendo de nuevo los
errores por los cuales fueron criticados. La critica se
debe tomar, cuando esta es justa, como una lección
que nos sirve para avanzar en nuestra preparación
revolucionaria. La crítica cuando no produce la corrección
del error es inútil. Consentir una crítica
así en el Movimiento, una crítica inútil
es destruir organización.
También
se presentan casos de compañeros que se autocrítican
en una reunión, reconocen determinado error y dicen
estar resueltos a no volver a cometerlo. Al poco tiempo
reinciden en el mismo error, mofándose de la seriedad
de la autocrítica y dando mal ejemplo. Esta clase
de elementos no se deben tolerar en el partido proletariado,
ni los que se burlan de la crítica ni los que se
burlan de la autocrítica. Consentir una autocrítica
de mentiras, “por no dejar”, es también
destruir organización.
LA DISCIPLINA
TIENE BASES CONCRETAS
Después
de todas las consideraciones que hemos hecho sobre las irregularidades
en el aspecto organizativo, ya se podría concluir
que “la disciplina férrea necesaria para la
victoria del proletariado”, de que nos habla Lenín,
esta muy lejos de ser una cualidad del Movimiento. No está
por demás estudiar algunas situaciones concretas
que reflejan el espíritu de indisciplina y señalar
sus causas.
(No olvidar
que en el desarrollo de este material, analizaremos primero
las características que adoptan las tendencia nocivas
y los errores en nuestra organización y después
trataremos de determinar sus causas, con el objeto de darle
solución a estos problemas: las causas fundamentales
de las desviaciones en el Movimiento, es la base social
que las estimulan, las influencias internas, etc, las contrataremos
en las raíces mismas de la historia de nuestra organización
y trataremos de desentrañarlas cuando nos ocupemos
de aquellas específicamente en los capítulos
finales).
Muchos
compañeros al encarar el problema de la disciplina
se limitan a repetir como loros algunas fórmulas
leninistas aprendidas: “el centralismo debe estar
basado en la democracia”, “la democracia debe
ser dirigida por el centralismo”, “los organismos
inferiores deben obedecer a los superiores”, “la
minoría se someterá la mayoría”,
y creen que con la enunciación abstracta de estos
principios organizativos ya tendremos disciplina, o sabremos
porqué no existe disciplina en el Movimiento. Se
habrán preguntado alguna vez estos compañeros
porqué no aplicamos estos principios organizativos
que definen la disciplina? Porqué ha sabido en el
Movimiento brotes de franca insubordinación, como
en el caso de Bolívar? Por qué existen militantes
que entran y salen del Movimiento confundiendo la organización
con un hotel? Si se hicieran estas preguntas su respuesta
sería: “porque los compañeros de Bolívar
confunden al Movimiento con un hotel, no se sometieron al
centralismo lo que es un acto de indisciplina”. Pero
porqué no se sometieron al centralismo? Porqué
no respetan las normas que rigen la organización?.
Estos compañeros no dan una respuesta al problema
y creen que la “disciplina férrea” de
un partido marxista-leninista se logra porque sí,
sin que nada tengan que ver las falsas concepciones de la
dirección, el bajo nivel ideológico de la
militancia, el divorcio del Movimiento con las masas ni
la falta de una teoría revolucionaria.
Veamos
que dice Lenín al respecto:
“Cómo se mantiene la disciplina del partido
revolucionario del proletariado? Cómo se comprueba?,
cómo se refuerza?. Primero, por la conciencia de
la vanguardia y por la fidelidad a la revolución,
por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por
su heroísmo. Segundo, por su capacidad de ligarse,
de acercarse, y hasta cierto punto, si queréis, de
fundirse con las más amplias trabajadoras no proletarias.
Tercero, por lo acertado de la dirección política
que ejerce esa vanguardia, por lo acertado de su estrategia
y de su táctica políticas, a condición
de que las masas más extensas se convenzan de ello
por experiencia propia. Sin estas condiciones es imposible
la disciplina de un partido revoluionario verdaderamente
apto para ser el partido de la clase avanzada, llamada a
derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad.
Sin estas condiciones los intentos de implantar una disciplina
se convierten, inevitablemente en ficción, en una
frase, en gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas
condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose
solamente a través de una labor prolongada, de una
dura experiencia; su formación se facilita con una
acertada teoría revolucionaria que, a su vez, no
es un dogma, sino que sólo se forma de una manera
definitiva en estrecha conexión con la experiencia
práctica de un movimiento verdaderamente de masas
y verdaderamente revolucionario" (2).
En el Movimiento
abundan los casos de compañeros que después
de meses de estar afiliados no reciben educación
revolucionaria, y su nivel ideológico continúa
bajo indefinidamente. A veces estos militantes de escasa
preparación ideológica, son sometidos a un
curso militar y se cree que quedan aptos para atender los
grandes problemas de orientación de la revolución
y vinculación a las masas, cuando en verdad la mayoría
de estos compañeros adquiren una concepción
militarista de la revolución y son aprovechados por
los oportunistas en sus planes aventureros. En el fracaso
de Bolívar se observa este fenómeno. La mayoría
de compañeros le daban mayor importancia a la cuestión
militar que a la cuestión política y organizativa,
y ninguno planteó respeto por el centralismo, por
la disciplina, porque la concepción militarista y
desesperada de la lucha revolucionaria que los caracterizaba
no les permitía hacerlo.
El militante
de una organización revolucionaria, cuando es honesto
y tiene decisión de lucha, se somete a la disciplina
y obedece las orientaciones que traza la dirección,
Cuando la dirección se equivoca, porque se ha trazado
a una línea errónea en el aspecto político
o en el aspecto militar, en el campo ideológico o
en el campo organizativo, o cuando la dirección ha
abandonado sus responsabilidades, este militante honesto
critica, pero permanece fiel a la disciplina de su partido
y de su dirección. Si los errores se repiten y se
repiten y no se advierte voluntad de corregirlos, o la descoordinación
entre la dirección y la base es completa, y porque
con estas causas se nota un retroceso organizativo, este
militante empieza a dudar de su dirección y llega
el momento, en que, con todo derecho, no se ve obligado,
no como militante ni como revolucionario, a obedecer estupideces
o a soportar largos períodos de inacción.
Es en estos análisis donde vemos cómo una
dirección equivocada, incapaz, aislada de la base,
estimulaba indisciplina y en el extremoizquierdismo, hace
posible casos como el de Bolívar, en los que compañeros
desesperados quieren producir hechos porque no se ve trabajo,
no se reciben orientaciones acertadas de la dirección.
Y qué
decir cuando los elementos que integran la dirección,
como lo veremos más adelante, son autores de actos
de indisciplina, no de hoy sino de siempre? Señalemos
un caso: a principio del 1964 el Secretario Militar del
último Comité Ejecutivo, Luis Francisco, dio
instrucciones personales a un compañero para que
desarrollara misiones en el exterior, sin consultar a la
dirección, de la cual en ese momento no hacía
parte; tampoco planteó sus intenciones a otro organismo,
ni al Comando del Exterior, que no tuvo en cuenta para nada,
en fin, se trataba de una misión personal, de una
orden personal, de una franca violación de los principios
organizativos que nos rigen y de la disciplina revolucionaria.
Si los autores de estos errores son tolerados en el Comité
Ejecutivo Nacional, qué orientación de partido,
qué disciplina de partido se puede esperar a otros
niveles? Sin embargo a estos elementos se les tolera, se
miran estas indisciplinas como “afán revolucionarios
de hacer cosas”, no se les critica, ni se les pide
que reconozcan sus errores; por eso llegan a la dirección
mostrando una hoja de indisciplinas que no corrigen, a imponer
métodos unilaterales de trabajo como las “órdenes”
personales, las “misiones” y “planes”
que no controla la organización.
Cuando
un partido que se dice revolucionario no aplica consecuentemente
una línea de masas, para lo cual se requiere una
teoría acertada, una interpretación justa
de las condiciones del país, una línea estratégica
y táctica aplicable, se convierte en un partido de
“élite”, de aristócratas de la
revolución, que nadie los fiscaliza y que no saben
si lo que piensan es cierto o no, porque no lo comprueban
en la práctica. Estos señores obedecen a su
pensamiento y a nadie más. Su capricho es su “partido”.
Son andarines incorregibles de movimientos y grupos revolucionarios.
Entran y salen de las organizaciones, mofándose del
pueblo y haciendo lo que les venga en gana. Cuando se cansan
de un partido lo cambian como cambiar de ropa interior.
Estos elementos donde vayan son indisciplinados, y cuando
han entrado al Movimiento, tenemos varios ejemplos, se burlan
de las normas organizativas, aprovechándose de nuestra
debilidad, que proviene precisamente del divorcio de las
masas. Cuando el partido del proletariado se vincule efectivamente
a las masas estos trota partidos de la revolución
no podrán entrar y salir a la hora que lo deseen,
porque entonces si tendrán su “tate quieto”.
Las masas los señalarán como hoy los señala
nuestra organización como elementos inestables, indisciplinados,
vagabundos. La mayoría de estos elementos son de
extracción pequeño-burguesa, que llegan a
las organizaciones revolucionarias con la ambición
de hacer una rápida y fulgurante carrera política,
pero cuando la revolución les encomienda las tareas
menos brillantes o los coloca en las posiciones menos destacadas,
se sienten incómodos, degradados en su categoría
de “líderes” y “teóricos”
de la revolución, empiezan a censurarlo todo dentro
de la organización, a desconocer las normas disciplinarias
y terminan saliéndose por su cuenta y riesgo porque
el "Movimiento no vale nada". Solamente cuando
el Movimiento tenga un respaldo de masas, una base de militantes
preparados ideológica y políticamente que
practiquen una verdadera vigilancia revolucionaria, podremos
tener una disciplina férrea respaldada por fuerzas
concretas que la harán posible; entonces todos los
miembros de la organización se verán impelidos
a someterse sin excepción a las normas organizativas.
En la actualidad
tenemos posibilidades de poder implantar una disciplina
férrea dentro del Movimiento porque hemos descubierto,
gracias a la experiencia, muchas de las causas del espíritu
de indisciplina y las estamos combatiendo. Sabemos que sin
preparación ideológica no hay disciplina,
que sin una dirección acertada, honesta, no hay disciplina,
que sin una teoría revolucionaria no hay disciplina.
Además hoy la labor de la vinculación a las
masas del campo y de la ciudad ya es una realidad en varios
regionales, lo que nos da fuerza organizativa de gran valor.
Siempre que ahondemos nuestra vinculación a las masas,
la disciplina del Movimiento se reforzará y dejará
de ser cada vez menos una fórmula abstracta. Para
poder pensar en una verdadera disciplina leninista de partido,
tuvimos que corregir este largo camino de siete años
de lucha y sufrir dolorosas experiencias.
Capítulo II
FALLAS DE DIRECCIÓN
Hemos dicho que el segundo problema fundamental del Movimiento
es la falta de una dirección marxista-leninista.
Entremos
a estudiar este problema.
Es conveniente precisar ante todo que la dirección
de un Movimiento revolucionarios, su línea estratégica
y táctica, sus concepciones teóricas y políticas,
sus directrices más generales y básicas, las
traza el máximo organismo, o sea el congreso, aplicando
para ello el principio de la democracia interna, con el
objetivo de que todos los militantes tengan la oportunidad
de conocer, por un lado, los problemas del Movimiento y
de la revolución, y por el otro, puedan opinar y
decidir sobre estos. Del Congreso, en el caso del MOEC,
sale un Comando Nacional y de éste un Comité
Ejecutivo, que se supone sea la expresión de la línea
trazada, encargado de aplicarla y de ejercer el centralismo.
En la práctica pueden suceder varias anormalidades:
que la militancia no sea enterada de la situación
interna del Movimiento y de su participación real
en el proceso revolucionario, y por lo tanto no esté
en condiciones de decidir acertadamente lo que se debe hacer
en el futuro; también puede suceder que la dirección
ejecutiva elegida no lleve a la práctica los mandatos
y lineamientos del Congreso, y finalmente puede suceder
que el Congreso se equivoque por superficialidad en el análisis
de las situaciones, por ignorancia, por bajo nivel ideológico
y político, por prevalecimiento de las desviaciones
oportunistas, etc. Muchas de estas anormalidades han sucedido
dentro del Movimiento, patrocinadas por elementos oportunistas
que generalmente y por largos períodos han controlado
los organismos de dirección.
En la actualidad la corriente oportunista del Ejecutivo
salido del IV Plénum ha encontrado una fuerte oposición
por parte de una porción minoritaria de su seno,
pero respaldada por la mayoría de cuadros preparados
y muy honestos que trabajan decididamente por el fortalecimiento
ideológico, político y orgánico del
Movimiento. Las contradicciones internas han llegado a su
punto culminante dentro del Comité Ejecutivo Nacional.
El último ejecutivo presentó desde sus comienzos
divergencias que fueron ahondándose con el trabajo
práctico. Estas divergencias eran graves porque trataban
sobre cuestiones de principio, y comenzó a notarse
que había dos concepciones bien marcadas sobre los
siguientes asuntos:
a) Sobre el carácter del Movimiento, sus métodos
de trabajo y su papel dentro de la lucha revolucionaria
colombiana.
b) Sobre la base social fundamental que en el campo y la
ciudad debe integrar el Movimiento y el Ejército
Popular de Liberación.
c) Sobre el comienzo y desarrollo de la guerra popular.
d) Sobre la interpretación y la práctica del
internacionalismo proletario.
e) Sobre las organizaciones legales y de masas del Movimiento
y su control.
Una concepción trata de ceñirse a los principios
del marxismo-leninismo y la otra, abiertamente de derecha,
hace parte de la corriente liberal y oportunista que ha
controlado la dirección del Movimiento durante largos
años. Analizaremos el criterio de la corriente oportunista
sobre lo que debe ser el MOEC, lo que es la Guerra Popular,
lo que es el internacionalismo proletario y lo que son las
organizaciones de masas a través del estudio de las
características de esta tendencia dentro del Movimiento.
El criterio de la otra tendencia sobre los asunto enumerados
lo sabremos a través de la crítica que formulamos
en el presente material.
La tendencia oportunista ha echado hondas raíces
dentro del Movimiento y su influencia demoledora data de
tiempo atrás. Nos remontaremos a hechos pasados,
aunque no hayan sucedido bajo la dirección del último
Comité Ejecutivo, porque muchos de esos hechos nos
demuestran en la práctica lo que piensan los oportunistas
y las consecuencias desastrosas que producen.
Las características principales del oportunismo en
el MOEC han sido:
1.
Desprecio por la construcción ideológica y
orgánica.
En los trabajos de organización han utilizado métodos
liberales que van desde la afiliación de nuevos militantes
sin previo estudio de las condiciones del aspirante, hasta
la elaboración de planes descabellados, utópicos,
que exponen dentro y fuera de los organismos y del Movimiento.
Estos elementos no consultan no aplican los principios marxista-leninistas
para resolver los problemas propios del desarrollo interno.
Predican la unidad, la que logran temporalmente mediante
acuerdos personales y ocultan a la base, en lo posible,
las luchas internas que se libran a niveles de dirección.
Ellos no ilustran a la militancia sobre estas luchas internas
y al obrar así lo hacen conscientemente porque dichas
luchas son rebatiñas por el reparto de las posiciones
burocráticas, de los dineros colectados por la organización,
de la influencia en el exterior, de las becas y viajes a
los países hermanos. Ellos temen que la militancia
se entere de tanta porquería por eso se les oye decir
a menudo que “cada cual debe saber lo que le corresponde
y nada más”. Eso de que “cada cual debe
saber únicamente lo que le corresponde” está
bien y es justo para determinadas cuestiones de orden táctico,
como en la preparación y ejecución de un plan
que el enemigo puede interceptar y echar a perder. Pero
en las cuestiones de orden estratégico, en las cuestiones
de las divergencias sobre los principios, en las cuestiones
fundamentales del desarrollo interno o sobre los errores
que desvirtúan el carácter proletario del
Movimiento, debe aplicarse la vigilancia colectiva y para
los compañeros de dirección es un deber explicar
estos problemas a la base. Nada hay mas contrario a la construcción
ideológica y teórica del Movimiento que impedir
la discusión sobre los problemas internos.
Una dirección de un Movimiento revolucionario que
no sea capaz de sintetizar teóricamente las experiencias
está faltando a la tarea de la construcción
orgánica, porque cuando no hay conciencia de los
errores cometidos y se desconoce las causas que los han
generado, la organización persiste en sus concepciones
equivocadas, camino del fracaso total. En Colombia hemos
visto desaparecer grupos y organizaciones revolucionarios
por carecer de una orientación acertada, que solo
se alcanza mediante el estudio de los resultados prácticos
de determinadas concepciones, con la finalidad de corregir
los equívocos y las falsas estrategias. La mayoría
de militantes del Movimiento sabe que en el curso de estos
años hemos cometido errores graves por razones diferentes,
como los fracasos, políticos y militares y la dilapidación
de dineros; de esos fracasos y de esos dineros era responsable
una dirección, cual es el criterio de esa dirección
sobre estos problemas? Qué experiencias concretas
sistematizó esa dirección de estos hechos?
Dónde está el balance de su actuación
y de la actuación del Movimiento durante los períodos
de su vigencia? Se han sancionado por estos errores a varios
elementos oportunistas; está bien estos hechos en
una organización revolucionaria? Qué se debe
hacer para que estos hechos no se repiten en el futuro?
Nada dicen los oportunistas, no sintetizan las experiencias
de estos errores.
Pertenecer a la dirección de un Movimiento revolucionario
es una responsabilidad demasiado seria, que inútilmente
pretende eludir ante el pueblo y la revolución quienes
la aceptaron en un momento dado. En vano los elementos oportunistas
que han estado durante tres años al frente del Movimiento
tratan de esquivar la responsabilidad que les corresponde
ante tantos errores de tipo político, militar y organizativo.
Aunque quieran ocultar a la base y al pueblo sus errores
no lo lograrán por que los resultados son concluyentes.
Un
ejemplo del maniobrerismo y de la intención de los
oportunistas de ocultar a la base la verdad de muchos hechos,
es la manera como han orientado los congresos y los plenos
del Movimiento. No hacen una previa preparación de
estos eventos, por lo que se convierten en escenarios predilectos
de los desplantes demagógicos y proselitistas, como
las manifestaciones furibundas de antimamertismo y las apologías
coléricas de la lucha armada. Pero allí no
aparece un solo análisis serio de la situación
nacional, ni una exposición sistematizada, teórica,
de los problemas internos ni de las fallas políticas.
Durante varios años se convocó esta clase
de plenos y congresos, sin haberse logrado por ello mayores
avances para el fortalecimiento de la organización.
Así se desarrolló el IV Plenum, que no aportó
en el campo de la construcción teórica u orgánica
mayor cosa. El IV Plenum fue la radiografía exacta
del nivel ideológico del Movimiento: en él
se trazaron directivas para remediar el caos interno y el
análisis de la situación nacional fue muy
pobre y superficial. Los oportunistas aprovecharon el bajo
nivel político de la militancia para eludir la discusión
sobre los problemas de la dirección y en cambio levantaron
la bandera de la lucha armada demagógicamente ignorando
todos los problemas ideológicos, políticos
y organizativos, desconociendo la situación del Movimiento
y muchos aspectos importantes de la realidad nacional. La
crítica sobre todos los errores organizativos que
hemos señalado en el capítulo anterior no
se hizo, con la velada intención de que la base no
se enterara de la incapacidad y de la descomposición
moral y política de los niveles de dirección.
El IV Plenum eligió un Comité Ejecutivo sin
conocer realmente la verdadera historia del Movimiento,
ni el papel que en ella han desempeñado los oportunistas.
El IV Plenum se equivocó por ignorancia, porque las
maniobras de engaño de los oportunistas dieron sus
efectos, los maniobreros llegaron al extremo de lograr la
elección al Comando Nacional de dos compañeros
que nunca habían pertenecido al MOEC; y uno de ellos
quedó en la Secretaría de la Organización
y Control del Comité Ejecutivo Nacional. Al final
la maniobra no les dio resultado porque esos compañeros,
que pertenecían a la Organización Revolucionaria
del Cauca (O.R.C), comprendieron su error y renunciaron
cuando se les dio la crítica. Los maniobrero creyeron
encontrar en estos compañeros de la Organización
Revolucionaria del Cauca seguidores firmes para fortalecer
su posición interna (3).
En el último ejecutivo hay elementos oportunistas
que se imaginan al Movimiento no como un partido marxista-leninista,
sino un mero aparato subversivo. Entre estos, el más
representativo de ellos, Luis Francisco, quién desempeñó
la Secretaría Militar del último Comité
Ejecutivo, considera al Movimiento como un aparato clandestino,
cuya misión se reduce a abastecer los grupos guerrilleros
del campo. Este elemento al analizar las causas del fracaso
de la guerra civil pasada, en la que él tuvo participación,
define cómo determinantes de éste la falta
de fusiles y la ausencia de un aparato logístico
que hiciera posible la ayuda de la ciudad y del extranjero.
Luis Francisco no comprende que la resistencia armada de
los campesinos en los últimos años fracasó
por falta de una dirección revolucionaria,; que la
resistencia campesina estuvo controlada por sus propios
enemigos, es decir, por sectores de la burguesía
y de los terratenientes, de ahí la facilidad como
los campesinos depusieron las armas ante los cambios de
gobierno efectuado por la misma clase oligárquica
dominante, sin que hubiese cambiado realmente su situación
de parias y enajenados del campo.
De esta interpretación falsa de nuestra historia
reciente parte el pensamiento íntimo de Luis Francisco
y su concepción oportunista de lo que debe ser el
MOEC, un mero aparato logístico, clandestino, que
canalice la ayuda externa. Para él ha sido una obsesión
esta idea y todos sus trabajos y planes han estado dirigidos
a conseguir la ayuda externa. De esta concepción
mercenaria, de que el MOEC debe ser un mero aparato logístico,
se desprenden muchas cosas nocivas, como la de que la organización
no necesita una clara y precisa ideología revolucionara,
ni que los miembros integrantes del aparato clandestino
deben ser producto de una minuciosa selección desde
el punto de vista de clase. Esta es la expresión
mas acabada del militarismo dentro del Movimiento. Reducir
el MOEC a un aparato logístico que abastezca a la
guerrilla es desviar los grandes objetivos revolucionarios
de hacer del Movimiento la vanguardia organizada de la clase
obrera, máximo destacamento de dirección de
la lucha de liberación de nuestro pueblo; es supeditar
la política al fusil; es ignorar las múltiples
formas de lucha que adoptará el proceso revolucionario
y es sostener un criterio mercenario del internacionalismo
proletario.
Por eso es que los elementos oportunistas no hacen trabajo
de penetración en las masas, ni de construcción
de partido, porque lo fundamental para ellos son las armas.
“Cuando tengamos armas nos vamos a organizar la revolución
al campo”, dicen. A la militancia le repiten permanentemente:
“Nosotros si sabemos que la cosa es con armas, porque
los campesinos piden fusiles y nosotros se los vamos a dar,
estamos esperando que nos lleguen”. Como los fusiles
no llegan y cuando tuvieron recursos en sus manos los dilapidaron
en asuntos que nada tenían que ver con la revolución,
entonces no construyen partido ni en la ciudad ni en el
campo. “Para qué nos vamos al campo sin fusiles”,
concluyen. A estos elementos les decimos que el Movimiento
no arma a las masas, el Movimiento dirige, organiza y educa
a las masas, para que estas se armen en la lucha misma.
No hay otro camino. En estos países de la América
Latina van a representar tanto levantamiento espontáneo
de los campesinos como ya se han presentado, que si a los
partidos revolucionarios le tocará armar a cada uno
de estos grupos alzados, nunca se haría la revolución.
Las masas dirigidas y organizadas por el partido de la clase
obrera conseguirán todos los fusiles que se necesiten
para la guerra popular. Las masas paupérrimas y explotadas
no compran las armas porque no tienen con qué, no
las fabrican porque no tienen fábricas, no les queda
más que un amino, quitárselas al enemigo,
y eso es lo que hacen; eso es lo que está haciendo
el pueblo de Vietnam, eso hizo el pueblo chino y el pueblo
cubano y así tendrán que hacerlo los pueblos
que se quieran liberar.
Como se ha visto a través de la trayectoria militar
del Movimiento, de sus múltiples fracasos, el problema
de la creación del frente armado no se soluciona
con el simple traslado de determinados compañeros
al campo, o con el apoyo creciente de la solidaridad internacional;
es mucho más complejo y son muchas otras cosas más
la que hay que hacer para su realización. El problema
de la creación de la base de apoyo es eminentemente
un problema político, que exige una organización
severa del campo y de la ciudad, una disciplina férrea,
una escogencia escrupulosa de los nuevos militantes con
base a la selección de clase; pero indispensablemente
se necesita una organización fuerte de vanguardia,
capaz de hacer un análisis científico de la
situación colombiana y de hacer una penetración
de partido a las zonas rurales, si se quiere crear un frente
armado con seguras perspectivas de éxito. Hay que
hacer igualmente un estudio particular, completo, de cada
zona rural, para acondicionar el trabajo de penetración
a la situación local. Pero todas estas tareas se
deben adelantar como organización disciplinada, tampoco
se crea que el fortalecimiento de un MOEC disciplinado,
con una teoría revolucionaria, es una tarea al margen
de la creación del frente armado y del frente unido,
no, a la medida que se acierta en la práctica, en
el trabajo armado como en el trabajo legal, en la penetración
al campo como en la organización de la ciudad, se
va fortaleciendo el Movimiento y solamente así se
fortalece el Movimiento.
Los elementos oportunistas han demostrado desprecio por
la construcción ideológica y orgánica
del Movimiento al utilizar un método liberal para
la vinculación de los nuevos militantes, por lo que
han entrado a la organización elementos sin ninguna
calidad revolucionaria, algunos de extracción lumpen,
verdaderos aventureros y hampones. No obstante muchos de
estos elementos, pícaros y bandidos de profesión,
fueron integrados porque los oportunistas los necesitaban
para la feliz culminación de sus planes personales.
De muchos de estos elementos se valieron los oportunistas
para hacer negocios con los dineros de la organización,
o para justificar las pérdidas elevadas de fondos.
El error radica en no ver en quienes se van a afiliar su
posición de clase, su honestidad revolucionaria,
su nivel ideológico, sino el medio para la realización
de oscuros propósitos, su amistad personal, su vínculo
familiar; y en encomendarle precisamente a estos elementos
las misiones más delicadas como la guarda o manejos
de dineros de la organización.
Con el trabajo de penetración del Movimiento a las
zonas campesinas también se cayó en errores
de graves consecuencias al afiliarse a la organización
antiguos combatientes de la contienda civil pasada, como
si se tratara de guerrilleros revolucionarios. Esta orientación
fue trazada directamente por la dirección oportunista
en algunos casos o fue tolerada abiertamente por esta en
otros. Aquí es donde mejor podemos observar la falta
de un análisis serio por parte de la dirección
del Movimiento sobre un aspecto tan importante de la situación
del país. Dentro del Movimiento se dio por admitido
que todo aquel que participó en la guerra civil desatada
y controlada por la burguesía y los terratenientes
era un revolucionario, y no solamente eso, sino que la organización
debía hacer lo indispensable para atraerlo a su seno.
Cómo se especuló, hasta el chantaje, con esta
clase de militantes!
De dónde sacaron los oportunistas que los combatientes
de la guerra civil pasada son necesariamente revolucionarios
y que pueden pertenecer al Movimiento por haber sido combatientes?
Si queremos tener respuesta a esta pregunta debemos deducirla
de la práctica de los oportunistas, o de sus declaraciones
y opiniones ocasionales en las discusiones internas, ya
que los oportunistas en este caso, como en casi todos, por
no decir todos, no respaldan su criterio con estudios teóricos
ni investigan objetivamente. Ese criterio lo sacaron los
oportunistas de su mentalidad mercenaria. Resultaba muy
fácil y provechoso hablar de que el Movimiento tenía
“guerrilleros” en sus filas, al promover el
ingreso de antiguos alzados, aunque estos no supieran ni
pizca de la naturaleza de la nueva lucha revolucionaria.
Esto de tener “guerrilleros” afiliados le daba
categoría a la organización, creían,
y además les permitía especular dentro y fuera
del país. A muchos de estos combatientes ni se les
explicó de lo que se trataba. Simplemente les dijeron
que pertenecían al MOEC, les hicieron, eso sí,
promesa de una nueva guerra y a algunos les dieron colaboración
económica o los llevaron al exterior. Los resultados
de estos antiguos combatientes dentro del Movimiento no
son en verdad positivos. Hay excepciones naturalmente, y
las podríamos enumerar, de antiguos combatientes
que en la organización se han comportado como auténticos
revolucionarios. Entre los antiguos combatientes también
existen luchadores populares con posición revolucionaria
de clase que no se dejaron corromper por el enemigo. Son
estas las cualidades que hay que buscar en los antiguos
combatientes, o sea las mismas cualidades que debemos buscar
y fomentar en los nuevos militantes, sean obreros, estudiantes,
artesanos, campesinos o intelectuales. Pero no. Las cualidades
de los oportunistas buscaban en los antiguos combatientes
eran sus leyendas cargadas de hazañas, la impresión
que entre las gentes causaban sus apodos popularizados por
la prensa enemiga y cosas por el estilo.
La inmensa mayoría de los antiguos combatientes son
elementos cargados de vicios y resabios que la burguesía
les fomentó a su debido tiempo con la finalidad de
desmoralizarlos. Algunos de ellos poseen en la actualidad
grandes extensiones de tierras obtenidas en la guerra pasada,
al expropiar a otros campesinos más débiles,
y explotan a sus jornaleros como cualquier terrateniente.
La revolución tendrá que enfilar baterías
contra sus privilegios y no habrá más remedio
que expropiarlos a la fuerza como ellos expropiaron a la
fuerza a los campesinos desamparados. Sin embargo los oportunistas
no observan la posición de clase de estos individuos
y creen que porque fueron viejos combatientes, famosos algunos
de ellos, son revolucionarios que pueden ingresar al Movimiento
y encomendarles misiones de dirección y orientación
de la lucha revolucionaria.
Al estudiar todas estas cosas podemos concluir qué
clase de Movimiento quieren formar los oportunistas y vamos
descubriendo las razones por las cuales el MOEC no ha cumplido
con su misión histórica.